Opinión | La feliz gobernación
Monstruos, Sociedad Limitada
Puede que si recurriéramos a la Inteligencia Artificial para que hiciera una síntesis compatible entre los discursos de Fernando López Miras y de Carmina Fernández nos saliera el informe del CES, que presenta la cara y la cruz del estado de la Región: crecimiento económico y también de la pobreza

Ilustración / Leonard Beard
¿El estado del Gobierno? Mejorable. ¿El estado de la oposición? Mejorable. ¿El estado de la Región? Muy mejorable.
El debate anual sobre política general celebrado esta semana en la Asamblea Regional ha tenido dos competidores emplazados a renglón seguido. Uno, los sucesivos plenos para la aprobación de los Presupuestos, previamente pactados entre PP y Vox, pues en ellos se expresa la ‘política real’ del Gobierno, aquella que está orientada y financiada. Y dos, el informe del Consejo Económico y Social (CES), sobre el que existe consenso acerca de sus valoraciones. Un informe que, si bien contiene epígrafes que podrían validar la posición del Gobierno (crecimiento en la mayoría de los sectores básicos) señala también algunas de las alarmas expresadas por la oposición, como el hecho de que no se esté produciendo un reparto equitativo de esa cierta pujanza económica, sino más bien una profundización en el desequilibrio. No es algo singular. Ocurre también en el ámbito estatal, donde la buena marcha de la macroeconomía no se compadece con la mejora de las condiciones de vida de la clase media. Pero siendo tan evidente el fenómeno, la cuestión debiera ser el foco central de la dinámica política. No lo parece.
La oposición radical
El PP inicia un periodo presupuestario (los que se van a aprobar el mes de julio van a ser probablemente los últimos Presupuestos de esta legislatura) en que las prioridades del Gobierno van a estar sujetas a las imposiciones de Vox y a su escrutinio. Y Vox tiene una política disruptiva con las convenciones básicas que, al margen de matices e incluso de diferencias esenciales entre PP y PSOE, vienen ordenando la vida política. Vox se quiere hacer notar, antes dentro del Gobierno durante un breve periodo, y ahora todavía con mayor rotundidad desde esa nueva función de ‘oposición colaborativa’ que ejerce a medias desde su Grupo Parlamentario. La cuña Vox no es un recurso necesario para mantener la mayoría de la derecha mandatada por las urnas, que también, sino un salto cualitativo que determina en el presente y a futuro la imagen del PP y de su presidente, Fernando López Miras. Y no solo la imagen, sino la acción de su Gobierno.
Vox no es solo una etiqueta (la extrema derecha) que bien toreada podría ser conducida al pragmatismo, diluida en las rutinas de la acción de Gobierno o sorteada por la imposibilidad de aplicar algunas de sus ‘ideas fuerza’. No. Vox es un partido que compite duramente con el PP, que ve a éste como un filón trasvasable y que si puede echarle la mano al cuello, se la echará, pues los abascales son conscientes de que ellos, a su vez, son el objetivo principal a destruir por el PP: impide su crecimiento y lo condena a concesiones incómodas que empañan su pretendidad identidad de centroderecha. El obligado pacto de López Miras con Vox lo maniata para girar al centro en busca de los desamparados por un debilitado PSOE. Ni siquiera la causa común de ‘echar a Sánchez’ o de neutralizar otra década a sus epígonos en Murcia logrará calmar las demandas diferenciales de Vox en el ámbito sociológico de la derecha.
Enemigos íntimos
Se vio con claridad en el debate sobre el estado de la Región, en que la intervención más radical, por lo significativo, contra la gestión del Gobierno de López Miras fue la de José Ángel Antelo, quien pintó una Comunidad sin aliento, con un presidente sometido a la estrategia nacional de Feijóo y con unos servicios públicos quebrados, como el de Salud. Y donde, al parecer, el primer padecimiento se refiere a la falta de seguridad ciudadana, cuya causa implícitamente sugerida ya sabemos a quiénes se adjudica. Esto es todo un programa de Gobierno alternativo que, en gran parte, estará incrustrado en los Presupuestos, y del que necesariamente se derivarán acciones que a López Miras lo colocan en una situación difícil, incluso en pugna con políticas europeas avaladas por su propio partido, por mucho que aparente normalidad y su portavoz parlamentario exhiba indiferencia ante sus inevitables socios. Indiferencia que solo rompió para señalar irónicamente el número abundante de ocasiones en que Vox había votado junto al PSOE en la Asamblea, dato que por lo demás indica que la oposición de Vox no se para en barras. Diríase que con amigos como los de Vox, el PP no necesita enemigos.
Antelo quiso dejar claro en sus intervenciones que los Presupuestos incluyen sus políticas íntegras, de ahí su apoyo, y que vigilarán su cumplimiento. López Miras, con la enunciación de sus veinte medidas para tomar impulso en los dos años finales de la legislatura, quiso establecer su propia línea al margen del carril de Vox, pero éste no se limitará a auditar lo suyo, sino que tampoco dará tregua a cualquier iniciativa que no comparta. El portavoz abascalista vino a definir por perifrástica una situación preocupante para el PP: cualquier consenso entre ambos partidos se conformará con cesiones del que gobierna sin renuncias en el programa de la otra parte. Lo tomas o lo dejas.
Alimentar al monstruo
La recién estrenada portavoz socialista, Carmina Fernández, advirtió a López Miras respecto a Vox que «está alimentando un monstruo que lo acabará devorando», una apreciación a tener en cuenta, pues en el PSOE saben mucho de monstruos. En buena lógica quienes debieran devorar a López Miras habrían de ser los socialistas, pero la propia puesta en escena denotaba que en todo caso serían el Monstruo de las Galletas: el secretario general estaba ausente, y las menciones a Francisco Lucas de la portavoz parecían evocar a un fantasma, pues apenas es más conocido que ella.
Fernández puso la cara B del disco Grandes Éxitos del PP, adonde han ido a parar las canciones fallidas. Que en su recuento son muchas y sustantivas. Y lo cierto es que el informe del CES, publicado con posterioridad, respalda con rigor sus afirmaciones acerca de los índices de pobreza o la infrafinanciación de algunos servicios públicos esenciales . Abundó en las listas de espera sanitaria con ciertos toques de dramatismo razonado: «¿Qué cree usted que pensará una mujer a la que le ha salido un bulto en el pecho y tiene que esperar largo tiempo para ser atendida?», así como en el capítulo de educación describió la situación de algunos colegios en barracones, con techos de amianto o sin aire acondicionado para preguntar al presidente si llevaría a sus hijos (que no tiene) a esas instalaciones. Incurrió, sin embargo, en alguna contradicción al acusar al PP de algo así como salirse por las ramas por las alusiones a los problemas del Gobierno de Pedro Sánchez para, al poco, proclamar que los aspectos positivos que presenta la Región se deben a las inversiones del Gobierno de Pedro Sánchez. Y abrió la veda para que el tiempo de ocio y los hobbys personales de los políticos entren a formar parte de los debates con sus alusiones a la ‘nebulosa’ que debe sufrir el presidente después de ‘sus días de tardeo’. Más brillante estuvo cuando tomó prestado, aunque sin citarlo, el discurso de su compañera alcaldesa de Águilas, Mari Carmen Moreno, para asegurar que «me repugnan tanto los corruptos de mi partido como los del PP». También acertó al replicar que si el PSOE tiene imputados a sus dos últimos secretarios de Organización, el PP murciano cuenta en el banquillo con dos expresidentes de la Comunidad. No es consuelo para nadie y debiera ser señal de alarma para todos. Pero, en fin, todo esto son los flecos inevitables de los que se suponía que era el motivo central del debate, y más en tiempos de polarización extrema: hasta la presidenta de la Asamblea tuvo que amonestar al vicepresidente popular Miralles, quien en algún momento se soliviantó desde la propia Mesa.
El ChapGPT daría el CES
Puede que si recurriéramos a la Inteligencia Artificial para que hiciera una síntesis compatible entre los discursos de Fernando López Miras y de Carmina Fernández nos saliera el informe del CES, que presenta la cara y la cruz del estado de la Región, y esto es lo que podemos extraer en el barómetro. Ni el optimismo a ultranza tan solo empañado por las circunstancias políticas exteriores del sanchismo que dibuja el presidente, ni solo la mirada hacia el abultado registro de asuntos pendientes, muchos de ellos, desde luego, de urgente acención, tan solo suavizada por la magnanimidad del Gobierno central que detalló la portavoz de la oposición mayoritaria. No se trata de establecer equidistancias, sino de expresar que ambos análisis, limados de las exageraciones correspondientes, son compatibles para la percepción exterior sin sesgo apriorístico.
Y Podemos
¿Y Podemos? En su línea, que no podría ser otra. María Marín hizo un currado esfuerzo por desmontar una a una las veinte medidas anunciadas por López Miras, a las que calificó de teletienda, denunciando que muchas estaban reeditadas de discursos anteriores, pero lo más significativo a otros efectos fue su detallado recuento final de las asociaciones, movimientos y plataformas ciudadanas que a ella la reconfortan con una Región cuya ciudadanía en general le parece que está dormida, pero a la que tales grupos organizados empiezan a hacerla despertar. Estos son mis poderes, podría haber dicho. Trazó así una descripción de su supuesto suelo electoral, que parece confiado en exclusiva a estos meritorios agentes de la disidencia, pero sin cuya ampliación a otros espacios difícilmente se producirá una expansión sustantiva de la izquierda.
En definita, el debate demostró que López Miras tiene un problema en la oposición: Vox. Y luego están los problemas de la Región, que no los va a solucionar con Vox.
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