Opinión | Tribuna Libre

Paco Morales

Técnico en empresas turísticas

Otra mirada al Faro de Cabo de Palos: ¿Y si pensamos diferente?

En Cartagena, la alcaldesa Noelia Arroyo ha anunciado la próxima convocatoria de un concurso para adjudicar la reforma y gestión del Cuartel de Fajardo mediante concesión. ¿Por qué no aplicar ese mismo modelo en Cabo de Palos?

Faro de Cabo de Palos, en Cartagena.

Faro de Cabo de Palos, en Cartagena. / Iván Urquízar

El Faro de Cabo de Palos, uno de los emblemas más queridos de la costa de Cartagena, podría tener un futuro que combine conservación y desarrollo. Convertirlo en alojamiento turístico de calidad —como ya ocurre con otros faros en España y Europa— no busca privatizar ni desvirtuar su esencia, sino garantizar su mantenimiento y dar respuesta al riesgo de deterioro que amenaza a muchas de estas construcciones históricas.

Lejos de suponer una amenaza, esta iniciativa permitiría conservar un Bien de Interés Cultural mediante un uso compatible con su valor patrimonial. Al tratarse de un espacio de pequeñas dimensiones, no generaría saturación turística, sino que atraería a un perfil de visitante selecto, interesado en la exclusividad, el paisaje y el patrimonio. El resultado: un impulso al turismo de calidad que beneficia a toda la zona.

Este modelo generaría empleo, dinamizaría la hostelería y el comercio local, y reforzaría la proyección nacional e internacional del destino. Además, garantizaría la conservación del edificio y abriría la puerta a usos culturales o visitas reguladas, favoreciendo un vínculo más estrecho entre ciudadanía y patrimonio. En resumen: preservación, exclusividad y desarrollo sin masificación.

La idea no es nueva ni radical. Países como Irlanda, Francia, Reino Unido o EE UU llevan décadas recuperando faros históricos con fines turísticos, con gran aceptación local. En Irlanda, la Irish Landmark Trust destaca que los faros rehabilitados como alojamientos están mejor conservados, generan empleo y son motivo de orgullo vecinal. En Escocia, el faro de Rua Reidh, en las Highlands, opera todo el año como bed & breakfast. «No solo es un recurso turístico, sino una fórmula para sostener el patrimonio», apunta la Scottish Lighthouse Society.

España ya ha iniciado ese camino. Faros como el de Isla Pancha (Galicia), Punta Cumplida (Canarias) o Trafalgar (Andalucía) funcionan como alojamientos mediante concesiones que respetan la arquitectura original. Según la Asociación Española de Amigos de los Faros: «Estos edificios siguen siendo públicos, pero reciben inversiones privadas que el Estado no puede asumir. La alternativa es el abandono».

El propio Ministerio de Fomento, a través de Puertos del Estado, lanzó hace una década el programa Faros de España con ese propósito: dar una segunda vida a estas construcciones. «Es una estrategia coherente, sostenible y respetuosa con el entorno», señaló entonces el presidente de Puertos del Estado, José Llorca.

Aunque hoy el Faro de Cabo de Palos es propiedad de la Autoridad Portuaria de Cartagena y se encuentra en buen estado, su conservación supone un coste que pagan todos los ciudadanos. Ese gasto podría destinarse a otras inversiones si se activa un modelo de gestión viable que se autofinancie.

La comparación con la Red de Paradores es ilustrativa. Desde hace décadas, el Estado ha transformado castillos, monasterios y palacios en hoteles abiertos al público y ejemplares en conservación. «Paradores demuestra que patrimonio y turismo de calidad no solo no se contradicen, sino que se refuerzan», señalan desde la Sociedad Estatal de Paradores. Modelos similares, como las Pousadas de Portugal, confirman esta fórmula de éxito. Según el historiador Juan Ignacio Arbizu: «Muchos de estos edificios se habrían perdido de no haberse reconvertido en alojamientos».

En Cartagena, la alcaldesa Noelia Arroyo ha anunciado la próxima convocatoria de un concurso para adjudicar la reforma y gestión del Cuartel de Fajardo —también BIC— mediante concesión. ¿Por qué no aplicar ese mismo modelo en Cabo de Palos?

Icomos España, organismo consultivo de la Unesco, afirma que «el uso turístico es el más viable y sostenible. No requiere subvenciones y es compatible con la conservación rigurosa». La Comisión Europea también respalda este enfoque: «La inversión privada, si se articula con criterios de transparencia y conservación, es una aliada del interés general».

Frente a propuestas que apuestan por usos sociales o culturales que dependen de dinero público y que rara vez son sostenibles, el modelo hotelero permite una restauración con financiación privada, sin cargar al contribuyente. La Fundación Hispania Nostra lo resume con claridad: «No es lógico que el ciudadano asuma el coste del abandono de cada faro si hay inversión privada responsable dispuesta a intervenir».

No se trata de una privatización ni de un negocio ajeno a la comunidad. Es una fórmula de conservación activa, ya testada en otros territorios, que permite revitalizar un edificio icónico sin perder su alma ni su función simbólica. Como dice la arquitecta Isabel Hernández, experta en recuperación de inmuebles históricos: «Los faros pueden seguir iluminando la costa, pero también pueden alumbrar un nuevo modelo de gestión patrimonial». El urbanista Luis Mejías lo resume así: «Se trata de elegir entre la ruina o la revitalización. Y esa decisión debe basarse en criterios técnicos, no ideológicos».

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