Opinión | Allegro Agitato

Violinista y Catedrático de música de cámara

¿Un himno para la Región de Murcia?

El rey Carlos III la declaró en 1770 ‘Marcha de Honor’, lo que la convirtió de facto en himno nacional, también conocida como ‘Marcha Real’, al interpretarse en los actos a los que asistían los reyes

Fachada de la Asamblea Regional de Murcia, en Cartagena.

Fachada de la Asamblea Regional de Murcia, en Cartagena. / Loyola Pérez de Villegas

El 9 de junio se celebró en el Teatro Romea de Murcia el acto institucional que conmemora el Día de la Región, aniversario de la firma del Estatuto de Autonomía por el que se creaba en 1982 la Comunidad Autónoma. La aprobación de éste y de otros estatutos servía para desarrollar el Estado de las Autonomías establecido por la Constitución en 1978, que permitía la autogestión de todas las regiones de nuestro país, y no sólo de las que históricamente la habían reclamado. Murcia se constituía como una comunidad uniprovincial que, paradójicamente, contaba con muy diferentes sensibilidades. 

Las comunidades autónomas, para aunar el espíritu de sus habitantes y a semejanza de las naciones, poseen varios símbolos: bandera, escudo e himno. En nuestra Región, los dos primeros quedaron claramente establecidos en el Estatuto, diseñados por una comisión integrada por eminentes historiadores como Torres Fontes o Jover Zamora. Sin embargo, sobre la parte musical, el punto 3 del artículo 4 dejaba el himno en el limbo, a la espera de aprobación por ley de la Asamblea Regional. 

Los himnos normalmente constan de dos partes: la música, una melodía reconocible y con un carácter distintivo, y un texto que enaltece los sentimientos de unión y sus tradiciones, glorifica su historia y, habitualmente, la lucha contra el enemigo común, porque siempre hay uno, al menos, que nos une. Algunos de los más conocidos datan del siglo XVIII y también propiciaron su aparición las proclamaciones de independencia y unificaciones del XIX, aunque algunos se hicieran oficiales solo tras el transcurso de décadas. La Carta Olímpica estableció en 1920 el ritual de tocar los himnos de los medallistas de oro. Desde ese momento, su interpretación se hizo cada vez más popular en los eventos deportivos, no digamos en Eurocopas o Mundiales de fútbol, creando un incentivo adicional para que las naciones que aún no lo tenían crearan el suyo. 

El himno de España es ciertamente peculiar: a pesar de ser uno de los más antiguos, es una clara excepción, ya que carece de letra. En su origen era una sencilla marcha de granaderos, con una exigua instrumentación, recogida en el Libro de la Ordenanza de los Toques de Pífanos y Tambores, compuestos, según su manuscrito, por Manuel de Espinosa de los Monteros en 1761. Aclaración: compuestos podría querer decir recopilados. Su creación se ha atribuido también al rey Federico II de Prusia que, además de excepcional estadista y estratega, fue un consumado flautista y compositor. El rey Carlos III la declaró en 1770 Marcha de Honor, lo que la convirtió de facto en himno nacional, también conocida como Marcha Real, al interpretarse en los actos a los que asistían los reyes. Su configuración definitiva se la debemos al director de la Banda del Real Cuerpo de Alabarderos de Madrid, que realizó su armonización en 1908. Como muchos de ustedes saben, este director era Bartolomé Pérez Casas, lorquino, fundador en 1915 de la Orquesta Filarmónica de Madrid, director de la Orquesta Nacional de España y una de las figuras musicales más importantes de la historia de nuestro país.

A pesar de sus 250 años de vigencia, descontando breves interludios en los que fue oficial el Himno de Riego (Trienio Liberal y Segunda República), nuestro himno nacional carece de letra, y no porque no se haya intentado. La tentativa que más éxito alcanzó fue la de José María Pemán, encargo del dictador Primo de Rivera en 1928, cuyo máximo esplendor en tiempos de Franco la condenó a su rápido abandono con la llegada de la democracia. Las últimas tentativas, tan sonadas como efímeras, fueron las de Joaquín Sabina en 2012 y Marta Sánchez en 2018. Vista la situación política actual, no parece que vaya a ser una prioridad a corto plazo.

En el ámbito autonómico, varias regiones tenían una tradición aceptada que se oficializó, como Els Segadors en Cataluña o el Himno de Valencia, con excelente música del maestro Serrano. Incluso, una canción tan popular como Asturias, patria querida fue elevada al rango de himno regional. Sin embargo, otras regiones con escasa tradición (musical), como la de Murcia, siguen sin tenerlo, y no porque no se haya intentado, aunque nunca con el empeño necesario. Conozco ocho propuestas de Himno de la Región de Murcia, algunas de músicos y letristas muy reconocidos que, sin embargo, ni han trascendido ni, mucho menos, han sido elevadas a la categoría de ley.

Siguiendo el modelo asturiano, probablemente el himno ya exista, aunque necesite una letra adecuada para adaptarse a este fin. La preciosa melodía del pasodoble Suspiros de España, compuesta en Cartagena por el maestro Álvarez Alonso en 1902, podría ser una buena opción. Evidentemente, otra excelente posibilidad sería adaptar el Canto a Murcia de La Parranda, zarzuela del maestro Alonso. Su música es de una calidad excepcional, aunque las referencias exclusivas a la huerta quizás debieran modificarse para conciliar el consenso necesario en todos los rincones de nuestra región. 

Sea esta o cualquier otra la elección, es evidente que, 43 años después, seguimos a la espera del cumplimiento del Estatuto de Autonomía. Ciertamente, en esta Región y en temas musicales, no suele haber prisas. Seis años también debieran haber sido suficientes para el desarrollo de la Ley de la Música, en espera desde febrero de 2019.

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