Opinión | +MUJERES
Urbanismo feminista
Las mujeres urbanistas tienen mucho que decir sobre cómo transformar las ciudades hacia el cuidado y la sostenibilidad, falta que haya regidores públicos que estén dispuestos

Un callejón valenciano mal iluminado señalado por ser un enclave hostil ante el urbanimo feminista. / Levante / EMV
Desde hace más de cien años, mujeres urbanistas como Jane Jacobs denunciaron cómo la concepción de las ciudades no está hecha para las tareas que habitualmente realizaban y aún hoy realizan las mujeres, lo que las convierte en espacios incómodos e inseguros para ellas. Polígonos industriales poco iluminados, transporte público insuficiente, aceras estrechas que impiden la circulación de carritos de bebés o sillas de ancianos. Como entonces eran las mujeres quienes cuidaban, ellas sufrían más que los hombres unas ciudades diseñadas para el comercio y los negocios y, sobre todo, para los coches. El 70% del espacio urbano lo ocupan los coches, y se ha demostrado que a más tráfico menos convivencia.
La ciudad es un dispositivo de crear individualidades y, tal y como están pensadas hoy, los urbanitas que producen son personas sometidas a una enorme estimulación sensorial de la que se defienden y protegen intelectualizando los intercambios personales, de manera que las relaciones humanas se profesionalizan y se enfrían.
A comienzos de siglo, las arquitectas feministas propusieron construir edificios donde se colectivizaran determinados servicios que hoy se siguen haciendo en cada vivienda particular, por ejemplo, la cocina. Se trataban de sustituir la cocina individual por cocinas colectivas, útiles para un grupo de apartamentos, cuyos residentes podían externalizar y profesionalizar ese trabajo, permitiendo que las mujeres del inmueble, que empezaban a salir al mercado laboral, se dedicasen a tareas elegidas; o bien, los propietarios, podían trabajar en la cocina en común. En distintas ciudades, entre ellas Copenhague, existen edificios así que siguen siendo deseados y habitables. Una idea que hoy se replica en los proyectos de cohousing que emprenden algunas personas que entran en la tercera edad y se reúnen para compartir los cuidados, cuando llegue la dependencia en sus últimos años de la vida. Se trata de una idea revolucionaria, como lo son las propuestas que intentan mejorar la ciudad actual, concebida como centro de negocios, con su lacra de turistificación y gentrificación, en ciudades renaturalizadas y reverdecidas, que pongan al ser humano en el centro de la vida. Las supermanzanas que construyó en Barcelona la alcaldesa Ada Colau, renaturalizan el espacio urbano y permiten crear plazas de usos múltiples, arboladas, donde conviven varias generaciones y donde los niños, olvidades en el diseño de la ciudad convencional, puedan jugar y alejarse de las pantallas.
Otro tanto sucede con el modelo de la ciudad de los quince minutos popularizado por Carlos Moreno, asesor de Anne Hidalgo, alcaldesa de París, que propone rediseñar el espacio urbano de modo que todos podamos acudir en quince minutos al trabajo y a los servicios necesarios para el desarrollo de la vida, creando tejido social, calles completas, con servicios plurales y tráfico restringido, tal y como lo está en las llamadas Rue des écoles, que permiten que los niños hagan el recorrido de su casa al colegio con autonomía, alejando los coches y devolviendo seguridad al entorno, seguridad que se convierte en capacidad de agencia: el niño siente que el espacio es suyo y aprende a circular libremente por él y no tutelado por adultos, lo que repercute en su autoestima.
Las propuestas de Zaida Muxí, arquitecta especialista en urbanismo feminista, apuntan en estas y otras interesantes direcciones, así como las de David Harvey, que insiste en que una ciudad donde se necesitan tres horas para ir y volver del trabajo despoja a sus habitantes de la energía necesaria, tanto para pensar críticamente, como para desarrollar un activismo necesario para participar en la vida comunitaria y crear comunidad de forma activa.
Las mujeres urbanistas tienen mucho que decir sobre cómo transformar las ciudades hacia el cuidado, la sostenibilidad y la naturaleza, falta que haya regidores públicos que estén dispuestos, como lo estuvo Colau, como lo está Anne Hidalgo, mujeres ambas, a escucharlas.
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