Opinión | El que avisa no es traidor

La lista del ‘señor X’

El Estado necesita de personajes con sienes plateadas e ideas claras

Envejecer es malo. Pero envejecer mal es aún peor. Eso habría que pensar de algunos, o todos, los firmantes de la carta de antiguas glorias pidiendo que se vaya el ‘perrosanxe’. La contundencia del mensaje provocó inmediatamente respuesta acorde del vocero no oficial para asuntos peliagudos Óscar Puente: dijo en Twitter, cómo no, que faltaban los expolicías Amedo y Domínguez, aquellos de los Gal.

La precipitación del ministro de Transportes, tan propia de él, le hizo marrar. Repasando la lista, a poca memoria que se tenga se da uno cuenta de que faltan también Alfonso Guerra, su hermano Juan, el supersecretario apodado ‘el Fali’, quién sabe si Manuel Chaves, por supuesto Luis Roldán... y Mariano Rubio o Miguel Boyer, si ambos no durmieran tiempo ha la paz de los justos.

Falta también el famoso ‘señor X’. Los promotores de la juntaera de ese elenco de caducas figuras socialistas (¡?) deben haber olvidado preguntar a Felipe González, a su ministro de Interior José Barrionuevo o al exsecretario de Estado de Seguridad Rafael Vera por la identidad del ínclito organizador de los Gal. A lo peor es que sí está en la lista, pero con otro nombre. ¡Ay, si Julio Anguita levantara la cabeza...!

Estos antiguos personajes que, siguiendo el dicho, tuvieron corazón a los 20 años –o eso creían ellos– tienen claro que la edad y la cartera les ha hecho adquirir el cerebro suficiente para ser de derechas en su edad provecta; o eso creen. ¡Lástima!, justo ahora que el Estado necesita de personajes con sienes más que plateadas, cabeza fría e ideas claras al estilo de Pepe Mujica u Olof Palme, de quien, por cierto, González fue muy amigo y discípulo hasta que lo asesinaron en una calle de Estocolmo cuando salía del cine, sin escolta, con su mujer.

Ninguno de ambos hubiera firmado esa lista, que parece patrocinada por el famoso ‘señor X’, para que una serie de personajes trascendidos por el tiempo viertan la constatación biliosa de su propia vacuidad. La corrupción del entorno de Sánchez no se arregla confundiendo el culo con las témporas.

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