Opinión | NOTICIAS DEL ANTROPOCENO
Bienvenido a la era del ARN
Parecía que nada en biología iba a usurpar el protagonismo del ADN, una molécula con una forma espectacular de doble hélice y que ningún autor de ciencia ficción se hubiera atrevido a imaginar antes de su descubrimiento en la propia naturaleza por Francis Crik y James Watson, por lo que recibieron, junto con Maurice Wilkins, el Premio Nobel de Medicina en 1962. La cosa no quedó en el impresionante descubrimiento. El ADN nos abrió un mundo ignoto de características genéticas y nos convenció de que los seres vivos se parecen entre ellos mucho más cuando bajamos al nivel del ADN y sus genes constituyentes. Una mosca de la fruta tiene 13.000 genes y el ser humano apenas 20.000. Unos escasos 7.000 genes nos separan de las dueñas de las basuras. El sueño de Brandel Mosca en la célebre película de ciencia ficción tenía mucho más visos de verosimilitud del que pensábamos antes de compararnos genéticamente con esa molesta criatura. Después vino la identificación de criminales por el ADN y, con eso el ADN se hizo viral.
El ARN ya se intuía desde principios del siglo pasado por sus funciones, igual que el ADN, pero ante el descubrimiento de este último, el ARN palideció. Se empezó a investigar en serio a partir de los años 60 del siglo pasado. Aparentemente, el ARN servía como un simple mensajero para que los genes expresados por el ADN se convirtieran en algo funcional que posibilitaba la producción de las proteínas que sirven a las células para desarrollar sus variopintas funciones a lo largo del cuerpo. De esa aparente simplicidad del ARNm (la m de mensajero) sucesivos descubrimientos arrojaron luz sobre los seis tipos distintos de ARN que hoy se han identificado, cada uno de ellos ejerciendo funciones críticas para la traducción del ADN.
El ARN también se hizo viral cuando se supo que era la base con la que la empresa Biontech había desarrollado una vacuna eficaz para el Covid 19. Desde entonces, el ARN se ha convertido en la estrella del espectáculo de la biología sintética, un dominio científico cargado de promesas en la lucha contra el cáncer o el alargamiento de la vida, tan de moda ahora. Si un cuerpo fuera un edificio en construcción, el ADN representaría los planos del arquitecto, mientras que el ARN equivaldría a la maquinaria y la mano de obra que permite levantarlo hasta su total culminación.
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