Opinión | Lo veo así

En defensa de los políticos, de la política

En las listas electorales, continuará figurando gente honrada, que busca lo mejor para la sociedad

Koldo García

Koldo García / José Luis Roca

Un año más, por estas mismas fechas, me despido de este rincón para dejar que el verano les ofrezca cosas más ligeras que el contenido de los artículos de opinión que, normalmente, no pueden dejar pasar los temas de actualidad. Y la actualidad en España, en estos momentos, es todo, menos agradable de comentar, quizás porque a nadie puede alegrar que el ejercicio de la política se vea salpicado por escándalos de corrupción como parecen ser costumbre en España, a lo largo de nuestra democracia -en la dictadura no se hablaba ni de estas cosas, ni de otras-. Y es mejor descansar. Así, como creyente, no me veré en la obligación de sufrir comentando el papel jugado por los obispos pidiendo nuevas elecciones.

Y al margen de lo de los obispos -tienen que hacérselo mirar- me duele de manera especial lo que está pasando, en estos momentos, en España, porque el ejemplo que se le da a los jóvenes es de que la política está para los aprovechados. Y quizás, porque viví en una dictadura -ahora hay quienes quieren mitificarla- sé valorar la libertad de la que gozamos, gracias a la democracia que vivimos, gracias también, a los políticos. Sí, a los políticos, porque sin ellos no podría haber democracia y eso lo sabía muy bien quien mantuvo a este país en una dictadura durante casi cuarenta años diciendo a veces eso de «Haga como yo, no se meta en política». Una frase atribuida a Franco -desconocemos a quien se dirigió en estos términos-, que la pronunciaba con alguna carga de cinismo porque claro que hacía política; esa que no dejaba hacer a los demás. Claro que tenia ideología; esa que no dejaba mostrar a los demás. Y tenemos la sensación de que, ahora, algunos pretenden desprestigiar el ejercicio de la política como si fuese algo negativo, cuando sin ella, yo no podría estar escribiendo este artículo, porque no viviría en una democracia.

Y me niego a pensar que todos los políticos sean corruptos. Quizás porque he conocido a políticos que, en defensa de sus ideas, de su manera de concebir el mundo, dejaron atrás carreras brillantes porque solo deseaban dedicarse al servicio de la sociedad.

Estamos viviendo la zozobra, la tristeza también, que produce el que tres abyectos personajes -el tal Ábalos, el tal Koldo, el tal Cerdán-se hayan aprovechado de sus puestos para lucrarse y para mostrar los más detestables instintos -su desprecio hacia las mujeres es vomitivo- y podemos caer en la tentación de pensar que esto es lo normal, que todos los políticos son iguales, que es lo que toca. Como tocó en otras ocasiones, con otros gobiernos, sembrando entonces, en la sociedad, la misma inquietud que estos despreciables personajes están sembrando ahora.

En España hay 350 diputados en el Congreso, 266 senadores y 17 Gobiernos Autonómicos, con sus correspondientes consejeros. Tenemos diputados españoles en el Parlamento Europeo. Y alcaldes y concejales en cada rincón de España. Y me niego a pensar que la mayoría de ellos, de ellas, sean tan corruptos, tan machistas, tan rastreros.

El ejercicio de la política es noble. Tanto como lo es el ejercicio del periodismo, de la medicina, de la judicatura, y de tantas profesiones que también tienen en sus filas algún que otro corrupto que, al igual que los Koldo, Cerdán o Ábalos, buscan en sus vidas el dinero fácil porque carecen de escrúpulos. Porque, en definitiva, son indignos de ocupar un puesto de relieve en la sociedad.

Pero este País, tiene mecanismos de defensa hacia estos personajes. Serán juzgados, y seguro que en las listas electorales de los partidos continuaran figurando mucha más gente, seria y honrada, que busca en el ejercicio de la política la transformación de la sociedad.

Sé que volveremos a encontrarnos con políticos indeseables: continuaré pensando que son, una minoría, indigna.

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