Opinión | Las trébedes
Este cromo lo tengo repe

El líder del PSOE y presidente del Gobierno, Pedro Sánchez / José Luis Roca
A menudo da vértigo pensar si desde las trébedes se percibe o no la realidad. La discusión sobre la situación a la que se ha llegado… es que ni sé cómo decirlo. Me refiero al asunto de si el fiscal general del Estado ha de ser o no acusado o juzgado por la filtración del mensaje del abogado del novio de Ayuso en el que este reconocía haber cometido un delito contra la hacienda pública. Escuchando una tertulia murciana entre un arquitecto votante de derechas, un profesor votante de izquierdas, y una profesora menos fácil de ubicar, el asombro se hace hueco, porque los dos primeros tienen completamente formado no ya su juicio al respecto, sino la composición exacta de los hechos acaecidos y de las intenciones que los guiaron. Y están segurísimos de todo. El problema está en que en ambos casos la falta de pruebas indiscutibles es suplida por afirmaciones tajantes sobre lo que hizo o no hizo cada quién, como si fueran narradores omniscientes. Esta es la polarización preocupante, la que va calando en la vida cotidiana de la gente.
La señora Ayuso, por su parte, viene declarando cada vez que tiene la menor ocasión que su ínclito cohabitante del ático de lujo está sufriendo persecución y poco menos que tortura a manos de la Agencia Tributaria. Según ella, Pedro Sánchez le tiene tal manía personal que usa el Estado contra ‘un ciudadano común’ cuya ‘única culpa’ sería haberse enamorado de ella (o sea, ser la envidia de todos los señoros del IBEX 35), que por eso está recibiendo un trato injustísimo que sería fruto de esa manía personal y de su impotencia, pues como no se atreve con ella, ataca a sus allegados. Algo así.
Pero es que quizá haya de todo un poco. Porque a ver cómo sabe una, aquí pegada a las trébedes, si Sánchez no mete cuchara en más de lo que reconoce. Es difícil olvidar, aún me dura la impresión, aquella respuesta sobre la Fiscalía General del Estado. Sánchez inquiere: «¿Y de quién depende la Fiscalía? [sonrisa de triunfador] ¿De quién depende?». El periodista, parece sorprendido, cree que es una pregunta retórica, pero como la repite mirándolo de hito en hito, balbucea: «Eeh, lo nombra el Gobierno, sí»; y añade Sánchez, triunfal: «Pues ya está». El periodista y yo, alucinados. En Radio Nacional fue. Por otra parte, ¿acaso podemos creer, hermanas, que viajando 30.000 km en el Peugeot, comiendo, cenando y desayunando durante semanas con esta compañía no se percató de nada ‘raro’, por decirlo así? Cuesta bastante admitir que durante todo el periplo de las primarias estos tipos fueran capaces de mantener abstinencia física y verbal. Compitiendo a cara dura, la de la dama madrileña, a la que le gustan las cañas y la fruta, más española que nadie ella, no es menos notable. Casi tanto como su capacidad para memorizar lo que ha de decir o, por si acaso, leer hasta el saludo sin apuro ninguno. Que esa chulería de barrio bajo, cultivada en el ‘jacuzzi’ supongo, le dé popularidad hace hueco al asombro de nuevo.
En fin, en realidad, nada nuevo bajo el sol. La historia de nuestras democracias occidentales está llena de caraduras, aprovechados, presiones y connivencias entre los poderosos de toda laya, mentiras y ‘cintas’ (porque el magnetofón murió, pero no los audios ni los vídeos). Y de negocios, con sobornos y enchufes y mordidas y fraudes a Hacienda. Debe de ser difícil aparentar cercanía con credibilidad suficiente, como Ayuso cuando habla en la Asamblea como si se hubiera criado en Orcasitas (porque los del IBEX no son suficientes votos); tener suficiente temple para enfrentar los desafíos y salir airoso de las trampas de los rivales, dentro y fuera del partido (nada mejor que haber sido cocinero antes que fraile); mantener la ambición sin caer en la soberbia (el votante quiere dirigentes fuertes, pero no endiosados)… En fin, que ser dirigente político no es fácil. Pedir que, además, se sea ciudadano cabal se ve que a más de uno y de una les parece demasiado. Y, sin embargo, la historia de nuestras democracias también ofrece ejemplos de talento y decencia, que se ven incluso desde las trébedes.
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