Opinión | El prisma
¿Ha estallado la Tercera Guerra Mundial? | Rompecabezas aún disperso
La Europa de los 27 reacciona tímidamente mientras el iracundo prepotente que habita la Casa Blanca amenaza directamente al agredido por responder a la agresión

La Cúpula de Hierro, el sistema de defensa aérea israelí, intercepta misiles disparados desde Irán sobre Tel Aviv, Israel. / EFE/ Atef Safadi
Se diría exageración, pero el mundo lleva muchos meses aguantando violencias sin cuento y sin fin, atrocidades que se creía no serían repetidas y una escalada de agresión general física y verbal inédita desde que empezó el tiempo de la globalización. Se podría hablar igualmente de alarmismo, aunque no son para nada cómodas de digerir las continuas amenazas a la seguridad de las personas y los estados en todo el globo, pero especialmente en la zona circundante de Israel.
Sin temor al consabido anatema de antisemitismo, nadie podría negar que la barbarie a que lleva sometido el pueblo palestino desde hace casi tres años hubiera sido detonante de innumerables y, desde luego, muy efectivas protestas o acciones oficiales y privadas si el objeto del genocidio fuera el Estado que lo está perpetrando en Gaza. No es nuevo: casi 80 años de ocupación ya.
Las mismas ‘potencias’ europeas que se rasgan las vestiduras, con sumo cuidado de no saltarse un botón de la camisa, ante el horror palestino hubieran enviado ya hace tiempo buques, portaviones, tropas aerotransportadas y quién sabe qué si el ahora genocida fuera la víctima. Todo se complica con las reacciones contra el derecho a la legítima defensa de Irán, que está demostrando que el todopoderoso estado judío no lo es tanto.
La Europa de los 27 reacciona tímidamente mientras el iracundo prepotente que habita la Casa Blanca amenaza directamente al agredido por responder a la agresión. A la sacrosanta seguridad de Israel le aparecen grietas evidentes y el antedicho se declara presto a acudir en su ayuda contra el estado paria de los ayatolás, al tiempo que dentro de las fronteras ‘MAGA’ se alcanzan niveles de represión contra la población civil inimaginables en un entorno autotitulado con orgullo ‘democrático’ que es, dicen, el mejor sistema posible.
En tanto ejecuta días y noches de cuchillos largos contra los estadounidenses que tienen la desgracia de no ser Wasps, la insensatez del equipo gobernante lleva a su máximo dirigente a una borrachera de poder que recuerda a la de cierto cabo del ejército austriaco que perpetró la ‘solución final’ contra los ancestros de quienes ahora se la aplican a los palestinos con el radical cinismo del que se imbuye todo pueblo o clase que se considera ‘elegido’.
Los delirios de unos y otros, unidos a la soberbia expansionista del neozar amamantado en los arcanos del KGB que encontró en las provocaciones de la OTAN la mejor excusa para desatar la violencia en Europa, ponen al mundo al borde del abismo que sería una Tercera Guerra Mundial. De ella, China sería, parece, espectadora privilegiada. O quién sabe. Porque Pekín no ceja en sus maniobras expansivas y que no solo se ciernen sobre los irredentos taiwaneses aunque, con el foco puesto en Trump, Ucrania/Rusia y Palestina/Israel/Irán, parezca que el Pacífico no pasa nada.
Como aparentemente tampoco ocurre en África subsahariana, inmersa en la violencia, soterrada mediáticamente mientras los intereses occidentales no se vean directamente afectados. Se trata en realidad de otro escenario de conflicto múltiple desatado entre potencias desde bien antes de la invasión rusa de Ucrania, al socaire de la expansión del yihadismo de principios de siglo, como bien saben en París, Moscú, Washington y Pekín. También saben que algo más al sur los minerales estratégicos manchan de sangre en varios estados.
Se comprueba, otra vez, a ciencia cierta que son inoperantes las instituciones internacionales que supuestamente servirían para solucionar conflictos. Es creíble que ni siquiera a medio plazo podrían recuperar un cierto grado de eficiencia en sus cometidos pacificadores y de diálogo que tuvieron alguna vez. Los escépticos piensan que nunca sirvieron para nada real y que en el pecado de los que tienen derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU está la penitencia: mientras Trump habite la Casa Blanca, el multilateralismo seguirá inhumado.
Las piezas del rompecabezas están aún dispersas, pero los jugadores van, cada uno por su lado, poco a poco casándolas con mayor o menor rapidez, depende del momento. Se sabe en qué puede terminar todo.
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