Opinión | Pintando al fresco
Puteros

José Luis Ábalos, junto a Koldo García, en un acto cuando ambos estaban en el Ministerio de Fomento. / EFE
Ariatna, Carlota, ‘la colombiana nueva’, Adriana, Alini, Ely, Tatyy, Iris, Diana Dulce, Jésica Rodríguez, etc., también citadas como ‘la brasileira’, ‘Mi oportunidad’. ‘Brasileira Pamplona’, ‘Amiga linda’, etc. En otras ocasiones se alude a ellas con expresiones como ‘ésta sí, que se enrolla que te cagas’, o, ‘vale, la colombiana, y que le den por culo’. Como ustedes saben ya me estoy refiriendo a las prostitutas, o a las ‘scorts’, o como quieran llamar a las mujeres que aparecen en las grabaciones de Koldo y Ábalos. Y digo que son prostitutas porque ellos hablan de ellas como si lo fuesen, que a lo mejor son solo amigas, como una de ellas, a la que la Guardia Civil le encontró un disco duro en el pantalón –no se cita en el informe en qué lugar del pantalón- y que ha manifestado que ella solo iba a casa de Ábalos a limpiar un poco y a sacar al perro a pasear, aunque ha quedado demostrado que también sacaba a pasear discos duros, y que además lo hacía cuando el exministro pronunciaba la clave acordada: ‘llévate algo para desayunar’, lo cual, no sé a ustedes, pero a mí me hace sospechar que allí había algo más que una relación de asistenta por horas para las faenas domésticas.
Llama mucho la atención cómo es esto de la afición de los corruptos en política al puterío. Hubo uno del PP, que fue ministro y un alto cargo de la Economía mundial, que también tenía la costumbre de, cuando acababa las comidas de trabajo, irse a un puticlub donde, por cierto, pagaba con una tarjeta black que le habían dado por su cargo público para gastos de representación, problema este, entre otros, que le hizo acabar en la cárcel. De este hombre lo que a mí me llamó más la atención fue la hora que elegía para irse de putas, temprano por la tarde, la de la siesta, y después de una comida opípara. Qué pereza, ¿no?
Y la verdad es que, para nosotros, los niños de Cartagena que vivíamos cerca de El Molinete, el barrio de las prostitutas, todo el tema del puterío nos resultaba muy familiar. Porque, es curioso, esta zona estaba situada en el mismo centro de la ciudad, en una de las colinas que la caracterizan, justo detrás de la iglesia de la Caridad, dándose la curiosa circunstancia de que allí estaban las prostitutas y los bares de alterne, y, más arriba, en la colina o en las calles de alrededor o cercanas, vivíamos familias absolutamente normales. Pero es verdad que esta cercanía hacía que nosotros, los críos, aunque nuestras madres nos lo tenían prohibido, nos acercáramos por allí, por ejemplo, cuando venían barcos americanos, porque aquello se llenaba de marineros que habían hecho una larga travesía en sus barcos y nosotros íbamos a verlos y les pedíamos chicles. Cuando se daba este desembarco, los dueños de las casas de lenocinio mandaban autobuses a Alicante para traer más prostitutas porque había mucho trabajo, y era curioso verlas llegar, parar el autobús en la Serreta, al lado de la iglesia, y bajar dirigiéndose de inmediato hacía la Cuesta del Maestro Francés, y al bullicio de los marineros americanos, muchos de ellos negros, color de piel que a los críos de la época nos llamaba mucho la atención porque nunca lo habíamos visto antes.
Pero, volviendo a la situación actual, hay que ver el lío organizativo que llevaba consigo lo de abastecer a unos sinvergüenzas de carne humana. Menos mal que ahí estaba Koldo que en esto de las putas se las sabía todas. Porque aquí no se trataba de lo de El Molinete que yo veía de pequeño, es decir, los hombres llegaban, las mujeres estaban en las puertas de las casas o en los bares, se ajustaba un precio, sabiendo que ‘la cama’ iba aparte, es decir, que había que pagar el uso del lecho además del uso de la mujer, y aquello era un aquí te pillo, aquí te mato, y hasta la vista. Pero lo de estos políticos no. Esto va de, además del polvo, y su correspondiente pago, hay que buscarles a ellas un empleo en la administración, hay que alquilarles un piso en la plaza de España de Madrid, hay que trasladarlas a diferentes domicilios, hoteles o paradores de turismo. Un gastazo, oiga. Así que, si había que robar, se robaba. ¿Qué otra cosa podían hacer estos políticos puteros? Y, lo peor, dónde está el feminismo, dónde el respeto a la mujer, dónde acabar con la lacra de la esclavitud sexual. Qué gentuza, oiga.
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