Opinión | Lo veo así

Cuando la información parlamentaria era algo serio

Hay que preguntarse los motivos por los que la Dirección General de Comunicación del Congreso permite esto

Vito Quiles, en el acto de acatamiento de la Constitución de los europarlamentarios el año pasado.

Vito Quiles, en el acto de acatamiento de la Constitución de los europarlamentarios el año pasado. / José Luis Roca

Recuerdo cuando Julio de Benito, el que era jefe de Informativos de RNE, me comunicó que haría información parlamentaria. Créanme que fue cuando me sentí realmente periodista. Me daba la oportunidad de ponerme en contacto con la política con mayúsculas. Con la democracia, con mayúsculas también.

La primera ley que cubrí fue la del divorcio. Se abría ante mí la oportunidad de estar en contacto con aquellos ‘padres de la patria’, que al ejercer la potestad legislativa del Estado, iban haciendo de este país un lugar mucho más moderno, infinitamente más avanzado. Y recuerdo también el respeto que nos teníamos los periodistas y los políticos. Eran tiempos en los que se guardaba el off the record, en los que un periodista jamás traicionaría una confidencia de un político. Tiempos también en los que los diputados no olvidaban tu silencio, buscándote en ocasiones para hacerte llegar una noticia que, esa sí, podías publicar: hoy por ti y mañana por mí.

Ya sé, tengo un concepto del periodismo cargado de un cierto romanticismo, pero prefiero ‘pecar’ de esto a entender cómo es posible que hoy se dé, en ese mismo Parlamento, espectáculos que denigran la profesión de periodista a unos niveles vergonzosos.

A lo largo de esta legislatura -y se repite con frecuencia- agitadores profesionales que no tienen nada que ver con el periodismo, se dedican a boicotear las ruedas de prensa de algunos diputados y diputadas, preferentemente de izquierdas, a los que interrumpen de malas formas, gritando e impidiendo que se oigan las preguntas de los profesionales de la información.

Son agitadores que, extrañamente, han sido acreditados en el Congreso de los Diputados por webs que se llaman periodísticas. Pseudomedios de comunicación. Pseudoperiodistas que repiten una y otra vez enfrentamientos con parlamentarios de los grupos y representantes de los medios de comunicación; que boicotean ruedas de prensa; que no dejan intervenir a los verdaderos profesionales de la información y que muestran su desfachatez desde la impunidad más absoluta.

Y el espectáculo se repite en esas ruedas de prensa. Los provocadores ‘rompen’ la rueda, los profesionales de la información, los de verdad, se cansan de tanta majadería y abandonan la fallida conferencia de prensa, el político o la política de turno la abandona también y los ‘folloneros’ miran a todos con una mezcla indisimulada de satisfacción por el ‘deber cumplido’. Y ustedes se preguntarán cómo es posible que ocurra esto, nosotros también.

En España -ocurre también en otros países- hace tiempo que los periódicos más reconocidos se implantaron también en el mundo digital. Son los casos de El País, El Mundo, ABC, La Vanguardia, La Razón, La Nueva España, La Opinión de Murcia, entre otros muchos de ámbito nacional, autonómico y local que unen al papel su labor en las nuevas tecnologías.

Y hace tiempo también, surgieron diarios, solamente digitales, de uno y otro signo: El Confidencial, elDiario.es, Okdiario, Infolibre, El Español, entre otros, que están dirigidos y elaborados por profesionales de la información. Pero de un tiempo a esta parte, proliferan los ‘pseudomedios’. Webs que imitan el diseño y la presentación de los medios de comunicación tradicionales, pero que operan con fines muy diferentes al del periodismo profesional, difundiendo información falsa o engañosa, con ‘pseudoperiodistas’ que carecen de la formación, ética y rigor necesarios para ejercer esta noble profesión.

Ante esto es inevitable preguntarse los motivos por los que la Dirección General de Comunicación del Congreso, que es la encargada de la comunicación institucional y las relaciones con los medios de comunicación, permite que esto ocurra.

¿No sería más lógico acreditar, solo, a medios y profesionales serios y responsables?

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