Opinión | Tribuna libre
Trascender el deporte
Hay una vibración en lo individual y en lo colectivo que es la emoción estética.
Recientemente hemos asistido a la despedida de dos iconos del deporte: Rafa Nadal y Luka Modrić -éste último, al menos, del que ha sido su club durante gran parte de su carrera. Tomo la palabra y no para hablar sobre deporte, sino acerca de lo que es un acto expresivo. Me puso sobre la pista Toni Nadal -tío y entrenador del querido y aclamado tenista- entrevistado con ocasión del homenaje que desde Roland Garrós le hicieron a Rafa Nadal.
Toni Nadal dice algo muy sugerente cuando declara que hay deportistas que trascienden su deporte y otros que trascienden el deporte. Es esta segunda modalidad la que me interesa. Tanto Nadal como Modrić comparten el ser deportistas que trascienden el deporte. Es fácil intuir que no se trata de una cuestión de habilidad o perfección técnica, sino de emoción y comunicación, pero no de una emoción cualquiera ni de una comunicación cualquiera, sino de una emoción estética y de una comunicación lograda. Cuando esto sucede hablamos de acto expresivo, algo que a menudo confundimos con la exhibición o la descarga emocional, aunque no son lo mismo. Hay expresividad cuando se produce una organización o modelado de materiales objetivos -diferentes según la actividad- con un propósito. En el deporte, como en el arte o en la actividad intelectual, el artífice moldea emocionalmente unos materiales, físicos y mentales, gestando una expresión. En este caso los materiales no son pinturas ni lienzos, tampoco palabras, sino el cuerpo moviéndose en el espacio, su relación con objetos como la raqueta, la pelota, su manera de adecuarse a unas reglas. Es en el interior del asunto al que se entrega el protagonista donde se libera una emoción y se produce un acto expresivo.
Trascender el deporte no va de mundos ideales, sino de que la persona se fusiona con la actividad que está realizando y experimenta una concentración de valores que se comunican con fuerza y efectividad al público. Cuando se trasciende la actividad, las categorías que nos son útiles para organizar nuestra vida social quedan en segundo plano y cobra relieve la cualidad de la experiencia del protagonista y del espectador. Ya no importa si es deporte, arte, música, etc. Hay una vibración en lo individual y en lo colectivo que es la emoción estética. Ésta no es una exclusividad de lo que denominamos formalmente arte, sino que es una experiencia humana completa que inflama nuestra existencia y la eleva por unos instantes. La emoción estética no es una extrañeza ni un sentir propio de una élite, sus semillas están esparcidas como buen abono en la vida cotidiana de cualquiera.
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