Opinión | NOTICIAS DEL ANTROPOCENO
Policía bueno, policía malo
Escribí aquí hace un par de semanas que Donald Trump parecía cada vez más desenganchado del tradicional respaldo absoluto a las acciones de Israel y había dado una ‘cold shoulder’ a Benhamin Netanyahu no una, sino varias veces. En su última gira por los países árabes no incluyó un encuentro con el líder extremista del tradicional aliado de Estados Unidos en Oriente Medio. Más significativo como gesto político es la reanudación de las conversaciones sobre limitación en el desarrollo de armas nucleares con Irán.
Parece que, poco a poco, los asesores de Trump están induciendo en su mente infantil un poco de sentido común, que equivale a tomar en consideración los indudables logros estratégicos alcanzados por sus predecesores demócratas, especialmente los de su odiado y admirado a partes iguales Barack Obama. Este firmó un acuerdo con Irán que aseguraba que los desarrollos nucleares no escalaran hasta el extremo de fabricar armas de destrucción masiva. Un acuerdo que, como los otros significativos de Obama en el escenario mundial, el primer Trump deshizo inmediatamente cuando llegó al poder
La negación de cualquier participación de los Estados Unidos en las acciones militares de Israel contra Irán la pasada semana (y lo que te rondaré morena) tienen dos posibles explicaciones: o una estrategia de poli bueno y poli malo, en la que Trump es el bueno (manda huevos) o a que los americanos se acogen a la ‘denegación plausible’ para no sumergirse más en el lodazal en el que los extremistas judíos han convertido esa parte de Oriente Medio ante la mirada atónita de sus aliados occidentales. La pérdida de la confianza de Estados Unidos sería un error estratégico de carácter épico.
Lo único meridianamente claro de esta situación confusa es que, al igual que Hamás atacó a Israel el 7 de octubre para imposibilitar la normalización de las relaciones de este país con Arabia Saudí, Israel ha atacado Irán para impedir que Estados Unidos llegue a un acuerdo nuclear parecido al de Obama con los iraníes.
Si a alguien hace caso el segundo presidente Trump es a Mohamed Bin Salman, el líder saudí. Ambos comparten intereses económicos y múltiples negocios que benefician de forma descarada a la familia del presidente norteamericano. Y resulta que la estrategia de MBS pasa ahora por una normalización de las relaciones con el régimen iraní, algo en lo que coinciden el resto muestras de monarquías del Golfo. n
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