Opinión | MUJERES INTERESANTES

María Martínez

Catedrática de Historia Medieval de la UMU

Hospitalarias de Lourdes

Vivir implica experimentar y consumir desgastando la vida, para bien y para mal. Y por obviedad biológica el cuerpo se resiente del paso de los años, y comienzan padecimientos varios. Quienes conocemos hospitales por experiencia propia y ajena, sabemos el dolor humano que encierran, así como el servicio que el personal hospitalario ofrece desde la puerta de entrada.

Admiro a quienes forman los cuadros de la sanidad, pública y privada, como bien demostraron en la inolvidable pandemia. También hay enfermos desde el nacimiento o con dolencias crónicas de larga duración, incurables. En este sentido de entrega y voluntariado manifiesto también la admiración hacia las hospitalarias (y hospitalarios) de Lourdes de la asociación murciana. Personas que acompañan al santuario francés de la niña Bernardita (donde se le apareció la Inmaculada Concepción) a enfermos de todo tipo y edad, esperanzados en obtener algún beneficio salvífico, siquiera sentir la atención y afecto de tantas personas anónimas. El cariño es una medicina sin caducidad y gratificante siempre.

Se trata de acoger a los enfermos, de consolar a los afligidos y rezar por la mejora o sanación de la dolencia. Las hospitalarias de Lourdes (y hospitalarios) desde la fe dedican su capacidad de espíritu y desinteresada asistencia a las más diversas labores para facilitar la estancia esperanzada de los enfermos. Destacan los ‘niños del agua’, siempre atentos a ofrecer el ‘agua milagrosa de Lourdes’ a los enfermos.

Me comentan que de esos viajes hospitalarios se vuelve feliz porque lo que se puede dar se recibe con creces. Se duermen pocas horas, dada la intensidad del cometido, pero no se siente el cansancio porque el agradecimiento que transmiten los enfermos es inconmensurable. Hay humanidad en la jungla: queda gente sacrificada y bondadosa. He visto la catedral de Murcia atestada de enfermos y familiares en acción de gracias. Es lo que tiene el motor de la fe, que une. Admirable.

Resulta conmovedor ver los rostros de súplica, la devoción colectiva, las hospitalarias de todas las edades, embellecidas con el uniforme blanco y la rebeca azul, mitad enfermeras, mitad mojas, dispuestas a ayudar otro año más mientras las fuerzas aguanten. Sanadoras del alma, que no necesitan titulación, salvo fe, voluntad y aprendizaje básico. La fe mueve montañas, abre santuarios, hace milagros, dicen. Se puede creer o no, pero no cabe duda de la gran labor que la Asociación Hospitalaria de Murcia realiza.

El próximo 21 de junio se inicia la anual peregrinación a Lourdes. En el acto de presentación se procesiona hasta la gruta, se canta el Himno de Murcia y se ofrecen a la Virgen cestos de flores y frutas. Va por todas ellas (y ellos), hospitalarias y enfermos.

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