La Banda del Empastre

El único ministro del Gobierno Sánchez al que uno puede escuchar sin sonrojarse es el de Economía, Carlos Cuerpo. Habla de lo suyo, lo hace con competencia y da la imagen que uno espera de un ministro. Los demás, sin excepción, son meros activistas, un coro de papagayos con las consignas aprendidas que apenas responde de sus asuntos, que siempre tiene al PP en la boca y que presenta, incluso en la gestualidad, actitudes toscas y agresivas. De ese cuadro de actores solo cabe esperar una ópera bufa para satisfacción de un amplio sector de la clá militante al que se ha administrado fentanilo.

El ministro de Cultura, Urtazum, solo habla de política; el de Transportes, Puente, tuitea insultos a todas horas; el de Exteriores parece el portavoz del partido; el de Transformación Digital, López, apenas articula quince o veinte palabras, tal vez surtidas por la inteligencia artificial; el de Interior, Marlasca, anda como una cabra perdida en un garaje; la vicepresidenta Montero, con su mano quemada, repite mantras sin poder disimular un cierto desorden facial y corporal; la vicepresidenta Díaz remata todas sus frases con la locución «en este país», que es lo único que se le entiende; el de Justicia, Bolaños, presenta un inquietante perfil de funcionario soviético; Alegría no ha dicho nunca una verdad ni por descuido... Hay otros que callan y que cuando hablan mejor estarían callados. Tantos son que es imposible recordarlos.

En el otro lado, en el partido, se distingue a malas penas a una oscura partida de capataces, capitaneados hasta ahora por el tal Celdrán, quien salía de la sede de vez en cuando al bar de enfrente a recoger el sobre. Por no hablar de la catadura del antecesor, Ábalos.

¿Cómo pretende Sánchez que se le respete si permanece rodeado de esta colección de desechos de tienta, elegidos por alabanciosos, que no le sirven ni para ayudarle en las horas bajas? Ni siquiera alcanzan su escasa medida.

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