Opinión | La feliz gobernación

¿Hay un solo justo en Sodoma?

¿Por qué Ábalos no se adelantó a destituir a Pedro Saura, ya que éste era el miembro más relevante de su staff, pero una excepción para sus complicidades?

Ilustración de Leonard Beard.

Ilustración de Leonard Beard. / Leonard Beard

Lástima. Una de las actuaciones más importantes durante la anterior legislatura, la que más, de los socialistas en Murcia (sí, del Gobierno de Pedro Sánchez) fue el soterramiento de las vías ferroviarias a su paso por la capital de la Región. Esto permitió liberar de barreras la zona sur de la ciudad, promover un planeamiento de integración y crear nuevos espacios de convivencia ciudadana. La lógica consistía en que una infraestructura del siglo XXI, el tren Ave, que vendría a clausurar el tercermundismo de nuestras comunicaciones, habría de llegar también en las condiciones que marca el futuro. De lo contrario, con el trazado en superficie en el que insistía el PP, se habrían perpetuado los muros urbanos, de modo que lo que se tenía por un bien que daba alas al progreso habría actuado como rémora para el propio desarrollo de la ciudad. La paradoja es que el Ave que nos comunicaba con el resto de España habría incomunicado a los ciudadanos de Murcia entre ellos. La llegada de los socialistas al Gobierno fue providencial: escucharon la voz de las movilizaciones ciudadanas, retiraron los contingentes policiales que amedrentaban cuando no apalizaban a los vecinos e invirtieron lo necesario para que el soterramiento fuera la realidad que hoy es.

PSOE providencial

A la lectura correcta que hizo el Gobierno socialista de las circunstancias murcianas respecto a la modernización ferroviaria se debe añadir el factor humano, siempre presente en toda actuación política. En este caso, no es ajeno el hecho de que Pedro Saura ocupara la secretaría de Estado de Infraestructuras en el entonces ministerio de Fomento. No cabe duda de que la posición estratégica del murciano influyó decisivamente para establecer el giro, asumiendo la posible impopularidad coyuntural del retraso en la llegada del Ave que conllevaban las obras del soterramiento: «Ave, ya», proclamaban una y otra vez desde el PP mientras la plataforma vecinal de la zona afectada exhibía su lema: «El tren por abajo, los vecinos por arriba», con el que se solidarizaba una gran parte de la población.

El ambiente estaba enrarecido por las presiones del PP, que advertía sobre las pérdidas económicas evaluadas al tuntún que supondría para la Región el retraso en la llegada del Ave, y ahorro relatar lo que tuvimos que soportar los medios de comunicación que apreciamos las demandas de la Plataforma por considerarlas justas y necesarias. En el PP dictaban que era prioritaria la llegada del Ave en superficie y que el soterramiento vendría después, pero a nadie se le escapaba que, una vez consumado lo primero, la segunda parte nunca habría tenido lugar. Que el PSOE hubiera ganado en la Región las elecciones generales, las europeas, las municipales y las autonómicas después de años y años de abstinencia, en aquella etapa en que el ‘efecto Sánchez’ todavía aparecía intacto hay que interpretarlo como consecuencia de un breve periodo en que los socialistas se entonaron con la Región, y en el que su apoyo al soterramiento tuvo una indudable importancia.

550, ¿vale?

Pero... Lástima. Lástima de que un logro tan estimable quede ahora oscurecido por un diálogo infame. Santos Cerdán: «Dime de qué son los 550». Koldo: «Los 550 son de Murcia, ¿vale?». 550.000 euros de mordida para el ministro José Luis Ábalos por dos licitaciones de obra en la Región: el soterramiento en Santiago el Mayor, y la del proyecto del Corredor Mediterráneo hacia Almería. Cuando saque usted su billete en la estación del Carmen recordará inevitablemente que las vías por las que se propone transitar han sido construidas con un sobreprecio que afecta a sus impuestos o, en otro caso, con un déficit de inversión de medio millón en detrimento de su calidad, todo en beneficio supuestamente del nivel de vida del ministro y de sus jessicas. Y desde tan pronto. Lástima. Lástima que el Ave a Murcia lleve para siempre estampado en el morro ese número: 550.

El obstáculo

El PP murciano ha tomado el asunto como piedra de escándalo. Y es legítimo que lo haga. De haber sido al revés, ese papel lo ejercería el PSOE. Pero hay un exceso, una sobreactuación, en su señalamiento de Pedro Saura: tendrá que explicar, dicen, si conocía la trama de corrupción y, en tal caso, que no la denunciara. Nada de esto se deduce del exhaustivo informe de la UCO, donde las menciones al murciano se refieren siempre a que significaba un estorbo para los trajines de la banda. Y no porque los hubiera detectado sino por el mantenimiento de un rigor que en la práctica resultaba incompatible con las operaciones que se proponía aquélla.

La clave del asunto está en cuando Koldo viene a decir que al director general de Carreteras, Javier Herrero, se le puede ver el plumero (es decir, se lo podría ver Saura) por su impaciencia para aprobar las obras del Puente del Centenario de Sevilla, en las que tenían una mordida apalabrada, y sobre las que el secretario de Estado mostraba reticencias. Koldo se manifiesta inquieto por si el desenvolvimiento tan insistente de Herrero acaba dando pistas a Saura sobre lo que se traen entre manos.

El murciano era un obstáculo para la pajera abierta en la que se empleaban, según la UCO, tanto Herrero como Isabel Pardo de Vera, presidenta de Adif. Había, pues, que destituir a Saura, cosa que no consiguieron hasta que Sánchez echó a Ábalos, con la suerte para ellos de que Pardo de Vera vino a ocupar el puesto de aquél.

Un intocable

¿Por qué Ábalos no se adelantó a destituir a Saura, ya que éste era el miembro más relevante de su staff, pero una excepción para sus complicidades? Tal vez esto pueda explicarse en el hecho de que Saura era ‘un hombre de Sánchez’ (no había sido elegido por Ábalos). El presidente del Gobierno mantenía una buena estima sobre quien fue en la práctica su asesor económico en los tiempos en que el murciano ejercía de portavoz de esa área en el Congreso de los Diputados. Por tanto, era un intocable. Prueba de esto es que, después, Sánchez lo destinó a Paradores (donde, a pesar de la pandemia, dejó un alto superávit) y más tarde a Correos, empresa pública en graves dificultades, donde se maneja con habilidad, evitando los graves conflictos a que pudiera dar lugar la reestructuración radical que está acometiendo obligada por la nefasta gestión de su antecesor, Juan Manuel Serrano, quien, por cierto, había contratado a la ‘fontanera’ Leire Díaz, a la que Saura destituyó nada más tomar posesión de su cargo.

Saura, tal vez porque es ‘de pueblo’ (Torre Pacheco), como él suele decir, no traga con situaciones confusas: ya lo demostró en su etapa de secretario regional del PSOE cuando, incluso frente a alcaldes de su propio partido, emprendió una cruzada contra el ladrillismo que el posterior estallido de la burbuja avaló como la posición más razonable. En definitiva, para sustituir a Saura, Ábalos tendría que haber dado unas explicaciones a Sánchez que no habrían podido ser las verdaderas.

En la Cueva de Alí Babá

Pero, a su vez, Saura no pudo nombrar al equipo con el que trabajaba desde la secretaría de Estado, que era de la plena responsabilidad del ministro. Y ahí estaban Herrero y Pardo de Vera haciendo de las suyas, según el informe de la UCO. Trabajaban supuestamente para los chanchullos de Ábalos y Koldo y/o Cerdán. Por supuesto, al margen de Saura, quien en algún caso interfería en las operaciones concertadas cuando percibía que podían escapar al rigor preciso. Era un estorbo involuntario. Esto no significa en modo alguno que tuviera que conocer la existencia de los amaños, pues en tal caso es obvio que habría saltado de allí por su propio pie.

Claro que llama la atención el hecho de que en la Cueva de Alí Babá hubiera alguien que no era ladrón. Pero para cuando empezó a sospecharse con propiedad que Ábalos no era trigo limpio, Saura ya estaba en Paradores.

No es cosa de aplaudir a un político honesto por el hecho de serlo, ya que esto debería ser lo corriente, pero tampoco cabe culpabilizarlo estableciendo supuestos sobre su conocimiento de unas circunstancias que aún ahora nos parecen inverosímiles, sobre todo cuando el informe de la UCO, que no deja títere con cabeza, es tan expresivo sobre la actitud de Pedro Saura en medio de una trama para la que era el obstáculo a batir sin que él posiblemente lo sospechara.

El ministerio de Fomento era Sodoma, pero aun en Sodoma Yavéh encontró a Lot, una persona justa, a quien hizo salir de allí sin mirar atrás mientras la ciudad ardía.

Pero qué lástima. Lástima de que lo mejor que ha hecho el PSOE lleve estampado ese número, 550.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents