Opinión | El prisma
¿Debe dimitir el fiscal general del Estado? | Fallo del sistema
Las posibles imputaciones del fiscal general y de todos los demás son vistas cada vez más lejos por quienes tienen problemas más acuciantes que resolver

El fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz. / Kiko Huesca / EFE
Ni los más afamados juristas se ponían de acuerdo a principios de semana sobre si el fiscal general del Estado debe dimitir o no. Muchas fueron las razones esgrimidas, revelando otra vez el profundo componente interpretativo de las normas legales. No digamos las políticas, si es que existen. Sin embargo, en ese segundo terreno, las cosas estaban indudablemente claras. Blanco o negro: que dimita o que no. No hace falta a qué lado del hemiciclo público se corresponden una y otra. Las apelaciones a la ética y a la moral eran igualmente dispares, según el bando. Los ciudadanos sin prejuicios y sin adscripción política no se aclaraban. El sindiós sin ambages convertido en dana política anegó el panorama cuando el ‘caso Santos Cerdán’ vino a sumarse a los Álvaro García Ortiz –el fiscal–, Ávalos, Koldo, Begoña, David Sánchez, Leire...
Unos menos ‘supuestos’ que otros, lo que no es óbice para que el PP, fiel a su herencia aznariana, tirara a tajo parejo equiparándolos todos y pidiendo la dimisión inmediata hasta al sursum corda, esa sana práctica democrática que los de momento seguidores de Feijóo tan bien aplican cuando gobiernan ellos. Quien más disfruta es ese martillo de herejes izquierdistas con pinta de superviviente del último Erte del Banco Gallego que hace de ariete parlamentario del supuesto jefe. Innegable, Miguel Tellado viene siendo el mayordomo de la gran ceremonia de la confusión –con López Miras de aventajado chocarrero– mediante la cual la derecha descalifica definitivamente la moción de censura que echó a Eme Punto por la corrupción rampante en su partido.
Con esa gran orquestación político-mediática, el PP pretende demostrar que todo hiede, cuando en realidad lo único que hace, a ojos del común, es ratificar a Lord Acton –lamento repetirme– y contribuir al desbarajuste para hacerse perdonar su pretérito no tan pluscuamperfecto. Cosa que no resta ningún mérito al trío charcutero Ábalos-Cerdán-Koldo.
Escandalizarse y estigmatizar al contrario es difícil, si se recuerda que a Felipe González se lo llevó por delante la corrupción y el terrorismo de Estado. Al sucesor y pretendido continuador del legado de Aznar, también: ¿o ya se olvidó la Guerra del Golfo, el 11-M, la boda escurialense, la Gürtel...? Pedro Sánchez lleva camino parecido, de momento dizque por sus malas compañías; después, veremos. Y a Feijoó, si gobierna, le pasará algo parecido, a no ser que la auténtica jefa de Madrid y de todas las Españas lo arrastre cuando se hunda el ático de ensueño del que disfruta gracias a las trapacerías de su novio bien amado. La opción de que se precipite al vacío ella sola no parece probable visto lo visto con aquel Casado.
La cuestión es que dan ñáñaras contemplando esa acumulación de asuntos que son déjà vu. Sobre todo porque clases privilegiadas que podrían contribuir a la normalización recurren a la protesta estentórea y casi a la algarada para rechazar cualquier tipo de reforma: esta misma semana, jueces y fiscales primero; médicos, después. A ver los próximos que saltan.
La desafección crece y el cinismo también. La gente se repliega a su micromundo para no ver el espectáculo. La macroeconomía va bien, el paro baja, la inflación también... Pero siguen siendo legión los desfavorecidos cuyos problemas (vivienda, educación, sanidad, servicios sociales) no mejoran, no lo hacen suficientemente, o empeoran radicalmente. Por eso, las posibles imputaciones del fiscal general y de todos los demás son vistas cada vez más lejos por quienes tienen problemas más acuciantes que resolver; y que no se resuelven, por muchas flores que se pongan en los parterres.
Hay un fallo del sistema continuo y escasamente reconocido. Y, obvio, con nula voluntad de reformarlo de verdad, profundamente: el bipartidismo es sagrado, la Constitución del 78 también: son las pétreas tablas de la ley... democrática? Unos pocos se lo llevan crudo. Otros tantos se forran. Los demás, tragan... (dejo la palabra a elección de quien haya llegado hasta aquí).
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