Opinión | Pintando al fresco
La vivienda, antes
Sin duda alguna, uno de los problemas más serios al que han de enfrentarse los jóvenes hoy en día es el de la vivienda. Quizás los abuelos debamos contarles cómo ha sido nuestra trayectoria en lo que a este tema se refiere, a fin de que no vayan a pensar los chicos y chicas que nosotros atábamos los perros con longaniza. Mi caso, el que me propongo contar hoy aquí, creo que puede ser superponible con el de muchos de mi generación, que quizás, los que queden, que ya vamos siendo mayores, puedan sentirse identificados.
La casa donde nací era de alquiler como más del noventa por ciento de las de la época –la posguerra civil-. Era pequeña, con 3 dormitorios pequeños, un comedor pequeño, una cocina pequeña y, el gran lujo, una terraza grande que era de uso común para los vecinos de los tres pisos, aunque éramos nosotros, los del tercero, los que más la utilizábamos. En cualquier caso, en las noches de verano, los vecinos subían a la terraza, con su silla en la mano, y se sentaban a tomar el fresco y a charlar. El botijo corría por nuestra cuenta. En esa terraza estaba nuestro cuarto de aseo, que era breve. Eso quiere decir que, si necesitabas hacer uso del baño, y llovía, tenías que coger un paraguas y cruzar la terraza, y, si era invierno y por la noche, hacía un frío importante. Pero éramos felices porque no conocíamos otra cosa. Todo el mundo que vivía en esa calle tenía más o menos el mismo tipo de vivienda y nos apañábamos, incluso con alegría.
De aquellos hogares salíamos para casarnos y así ocurrió conmigo. Ya pasados por el altar, mi mujer y yo nos fuimos a vivir a una casa alquilada donde permanecimos hasta que nació nuestro cuarto hijo. Era un primer piso amplio y el alquiler no era muy alto debido a que yo le había donado sangre al dueño en una operación que sufrió y me estaba agradecido, el hombre. Exactamente 10 años después de la boda y con los cuatro nenes con los que nuestro matrimonio había sido bendecido compramos nuestra primera casa. Era un dúplex acosado, y no pongo el adjetivo entre comillas porque es literal. Se trataba de una urbanización en un barrio de Cartagena en la que habían construido una buena cantidad de viviendas dúplex en un espacio más bien escaso.
Pero lo que significaba comprar un dúplex en aquellos tiempos solo lo comprenderán los que tuvieron una experiencia semejante y venían de familias de gente sencilla, como el que suscribe. Qué lujo, oiga. Para comenzar, tenía un espacio verde, exactamente de 2 metros cuadrados, casi un parque, donde yo planté un jazminero, una hiedra que llegó a cubrir toda la fachada y unos rabanitos o un poco de perejil, o de albahaca para el uso diario. Tenía una chimenea interior muy, muy pequeña, pero en ella podías quemar leña en invierno siempre que tuviera cuidado de que no se saliera el fuego de su sitio y te quemara la mesa de centro. El cuarto de estar no era muy grande, pero sí muy acogedor, todo lleno de cuadros y de libros, con un buen equipo de música. Allí recibíamos a nuestros amigos, poco a poco, eso sí, porque no cabía mucho personal, pero uno se sentía bien en aquel sitio. Tenía un garaje, aunque nadie de la urbanización metió nunca su coche en uno de ellos porque realmente no cabían por ser muy estrecho el espacio, así que todo el vecindario acabó añadiendo el garaje al cuarto de estar y así podían expansionarse los hijos a los que les habían crecido mucho las piernas.
Y pasaron los años, trece exactamente viviendo en nuestro muy querido dúplex, y los nenes se hicieron grandes y tenían que estudiar en la universidad, así que cambiamos de casa y de ciudad para vivir en Murcia y ya pudimos comprar una casa más amplia en la huerta mediante el compromiso de una hipoteca a tropecientos años que nos llevó de cráneo, pero, oiga, que de cráneo, durante mucho tiempo. Yo tenía casi cincuenta años cuando la casa de mis sueños pudo llegar a nuestras vidas. Quiero decir con esto que, para nosotros, la gran mayoría de los abuelos de hoy, la vivienda fue también un tema bastante problemático. La diferencia con lo actual es que al menos había casas de todos los precios para alquilar y podías adaptarte a tus ingresos. Eso ahora, según oímos, es muy, muy difícil de lograr para las nuevas generaciones, aunque tampoco crean que fue manco lo nuestro.
Suscríbete para seguir leyendo
- Las palas, un juego que puede salir caro
- Más de un centenar de llamadas a Emergencias alertan de olor a quemado y calima en la Región
- Bajan la notas de corte en la UMU, que bate récords de preinscripciones para el próximo curso
- Hasta 750 euros de multa por orinar dentro del mar
- Una playa de la Región de Murcia, la favorita de David Bisbal para disfrutar del verano
- Muere un ciclista tras ser atropellado por un coche en Cartagena
- Peculiar manifestación contra los gorrillas en Murcia
- San Javier despide hoy al piloto Borja Gómez