Opinión | Café con moka

Periodista

En algún lugar de un libro

Mi hijo me preguntaba: «Mamá, ¿cómo se aprenden las cosas?». Y yo le decía: «Leyendo, hijo, leyendo»

Una imagen de pilas de libros.

Una imagen de pilas de libros. / Ed Roberston /Unsplash

En nuestro reciente pasear otros escenarios, otros territorios y otras ciudades, hemos incorporado una nueva costumbre o rutina familiar que nos sirve como recuerdo y memoria de aquellos viajes. Entre los souvenirs que solemos procurarnos en nuestros diferentes destinos se incluyen, desde hace algún tiempo, libros, obras o textos adquiridos en las librerías que siempre visitamos cuando estamos fuera.

Cada uno elige su propio ejemplar. Un cuento, una novela, un ensayo, de bolsillo, gran formato, de coleccionista, con ilustraciones, una guía de viajes, en otro idioma... no hay condición. La única salvedad o requisito es que el mismo lleve estampada la fecha y el sello del establecimiento. Así, con los años, esa lectura siempre nos recordará aquel momento y aquel lugar.

Esta práctica es una experiencia que trasciende lo temporal. La disfrutas en el mismo momento en el que estás eligiendo el que será tu recuerdo. La vuelves a saborear cuando, de repente, un día recuperas esa lectura de una estantería, de una torre de libros en tu mesilla o de un préstamo olvidado. Una lectura que te devuelve a aquel feliz pasado. Y, sin duda, sabes que es algo en lo que, en un futuro, te volverás a deleitar.

Aún me retrotraigo a aquella tarde en la ‘librería más antigua del mundo’, en el lisboeta barrio de Chiado, en la que mi hijo eligió un volumen en inglés de Peppa Pig, y nosotros, como no podía ser de otra manera, algún que otro texto de Pessoa y Saramago. Aún puedo ver a mis dos pequeños sentados en el suelo en mitad de aquel vetusto y precioso lugar lleno de estanterías escogiendo y decidiendo su propio ejemplar.

Hace tan sólo unos días que yo rescaté el que compré en mi último viaje (a Málaga), un ensayo sobre el ‘oficio’ del flâneur, paseante en francés, El arte de leer las cosas, de Fiona Songel, con el sello de ‘Mapas y Compañía’.

Además, sabemos que hacer partícipes a nuestros hijos de este ritual les ayuda en su relación con la literatura. Aunque aún son pequeños, aunque ya disfrutan de los cuentos, está aún por llegar el día en el que entiendan y agradezcan nuestra labor e interés por acercarles a la palabra. Como decía el recientemente fallecido Vargas Llosa: «Aprender a leer es lo más importante que me ha pasado en la vida».

Esta noche, en la cama y antes de que le venciera el sueño, mi hijo me preguntaba: «Mamá, ¿cómo se aprenden las cosas?». Y yo le decía: «Leyendo, hijo, leyendo».

Y aunque la lectura es, sin duda, conocimiento, ésta es mucho más, porque, «en algún lugar de un libro hay una frase esperándonos para darle sentido a la existencia», Miguel de Cervantes. 

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