Opinión | MISA DE DOCE
¿El turismo es un gran invento?
«Turismo, turismo, turismo. Una palabra mágica que hoy está en boca de todo el mundo y que ayer, aunque ya estaba en el diccionario, nadie sabía lo que era». Con esta locución en off mientras aparecen panorámicas de un incipiente litoral mediterráneo que empezaba a reivindicarse como destino vacacional a finales de los 60, y entre las que destacan unas imágenes de Cabo de Palos y La Manga que para mí se quedan, comenzaba El turismo es un gran invento, comedia dirigida en 1968 por Mariano Ozores que alababa las bondades del desarrollismo español del momento basado en un turismo de sol y playa.
Como a todo hijo de vecino, no es vano me estuve dando un garbeo por Lisboa durante el puente de la región, me gusta conocer lugares nuevos. Aunque reconozco que no es algo por lo que pierda especialmente la cabeza y me vaya la vida, y el bolsillo, en ello. Sobre todo porque a veces tengo la sensación de que cuando visito lugares más o menos turísticos, y aquí toca preguntarse ¿hay alguno que no lo sea?, estoy molestando. Y para molestar, mejor se queda uno en casa.
No me negarán que el invento de viajar no se nos está yendo un pelín de las manos debido a las consecuencias derivadas de un turismo masivo y descontrolado que, literalmente, ha colapsado muchos pueblos y ciudades provocando que sus residentes hayan generado un rechazo al visitante que se conoce como turismofobia.
Reconozco que he experimentado esa sensación por partida doble. Primero como turista altivo que siente la mirada inquisitiva y el desprecio del residente que se siente invadido; y luego como sufridor desconsolado de ese turismo masivo que a mí, personalmente, me toca mucho las narices, por no decir los mismísimos, por no llamarlo de otra forma más contundente que pudiera sonar fea. Y es que mi residencia y el sitio al que considero mi hogar está en La Manga. Lugar que, pese a todo el empeño que hemos puesto en maltratarlo y destruirlo, sigue siendo un auténtico paraíso.
Pero los paraísos dejan de serlo cuando empiezan a ser conocidos y sobreexplotados, y La Manga, ¡ay La Manga!... Desgraciadamente no se me ocurre un lugar mejor que sirva como ejemplo para escenificar todo lo malo de un turismo masivo basado en un modelo de especulación urbanística voraz que ha devorado, casi al completo, su idiosincrasia original.
El turismo genera empleo y es uno de los motores de nuestra economía. Pero, y no seamos cínicos, todos nos quejamos amargamente de lo masificado que está todo y de que ya no merece la pena visitar los Uffizi o pasear por las Ramblas de Barcelona. Por lo que deberíamos darle una vuelta al actual modelo.
Hace unos años, durante una entrevista, me instaron a recomendar un lugar atípico de La Manga. Algún enclave especial para mí que no fuera especialmente muy conocido, les aseguro que los hay. Obviamente no lo hice porque si lo hubiese hecho de alguna manera sería prostituido. A veces, la mejor manera de promocionar un lugar es no hacerlo. Preservar su anonimato es cuidar su identidad y protegerlo del ser humano que, inevitablemente, devora sin piedad todo lo que se pone a su alcance.
Llegado a este punto creo que sería bueno plantearnos la pregunta: ¿el turismo es un gran invento? n
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