Opinión | Noticias del antropoceno

Elon ya no ama a Donald

El hombre más rico del mundo, el sudafricano Elon Musk, gastó una parte de su fortuna apoyando la candidatura de Trump, supuestamente por afinidad ideológica. A ambos les unía la convicción revolucionaria de subvertir el orden establecido. Elon Musk porque piensa como un libertario y Donald Trump porque quiere vengarse del establishment político que se ha reído de él, empezando por Obama en la célebre fiesta de corresponsales, o lo ha perseguido judicialmente con saña, aunque por méritos propios.

Aparte de algunas ideas peregrinas de fanáticos del proteccionismo han metido en su cabeza simplona, como lo de poner tarifas hasta a islas desiertas habitadas por pingüinos, Donald Trump es un político republicano muy convencional. Al igual que Reagan, su estrategia económica consiste en bajarles los impuestos a los ricos para que generen, en teoría, más inversión y riqueza en el país. Que esto se haga sin subir impuestos entraña que el déficit público aumente a cifras astronómicas. El ingenuo Elon pensaba que la tercera pata de esta estrategia consistía en disminuir el tamaño del Estado, cerrando agencias gubernamentales, despidiendo funcionarios a mansalva, y obligando a los que se queden a trabajar mucho más. Y digo ingenuo porque no fue capaz de prever que disminuir aún más la burocracia federal (en un país con una proporción ridícula de servidores públicos en relación a países como España) comportaría sacrificios de eficiencia insoportables. De hecho, la gran mayoría de funcionarios despedidos está recuperando rápidamente sus antiguos empleos.

Hasta la semana pasada, ambos personajes habían mantenido las formas, pero lo que desató las iras del sudafricano emigrado a EEUU fue la aprobación por el Congreso de la ley de presupuestos de Trump, que pone en evidencia que los ahorros del DOGE comandado por él apenas suponía unos pocos dólares del presupuesto general. El resultado de las sumas y las restas es un presupuesto que aumenta 2,4 billones europeos (trillones americano) el déficit del Estado en los próximos años, con los consiguientes intereses a pagar, que ya suponen una partida similar a la que el Gobierno gasta en defensa.

La guerra declarada entre ambos personajes no acarreará nada bueno para ambos. El cetro lo tiene Trump, pero Musk puede acabar con la hegemonía republicana en el Congreso y el Senado apoyando a candidatos independientes con su inmensa fortuna. Un tercer partido conservador que dividió el voto republicano fue la causa del triunfo de Bill Clinton.

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