Opinión | La Feliz Gobernación

Juanma Laborda, predilecto por querido

Córdoba, donde reside, es para él una extensión de Caravaca de la Cruz, una ciudad que sus amigos andaluces tienen inculcada como un territorio mítico

Juan Manuel Laborda durante su intervención en el Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz por su nombramiento de Hijo Predilecto de la ciudad.

Juan Manuel Laborda durante su intervención en el Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz por su nombramiento de Hijo Predilecto de la ciudad. / Enrique Soler

El Ayuntamiento de Caravaca de la Cruz le hizo entrega el pasado sábado del título de Hijo Predilecto de la ciudad, pero por lo que se palpaba en el ambiente también le habría sido adecuado el de Hijo Muy Querido, tal era la emoción que embargaba a quienes abarrotaban el salón municipal de plenos. Aquello no parecía un tributo administrativo o formal sino la expresión de un deseo que la localidad compartía profundamente. 

Hay personas que aman a su pueblo, que se sienten inmersas en la colectividad de su patria chica, que no se perciben sin esa referencia original, y lo hacen sin incurrir en ninguna de las variables del aldeanismo, sin alardes ni sobreactuaciones, con el sentimiento íntimo de responder a los sueños de la infancia, al calor de la familia, a un paisaje emocional, a la construcción de las primeras y eternas amistades. En definitiva, a unas muy marcadas señales de pertenencia. Una de esas personas es Juan Manuel Laborda Oñate, tan ligado a Caravaca de la Cruz que con ella va adonde su corazón le lleva. 

Sus abuelos murieron ciegos y desde entonces no hubo manera de que respondiera a la pregunta sobre qué quería ser de mayor de otra manera que oculista, como se decía por entonces. Lo es, y uno de los más prestigiosos en su oficio. La clínica La Arruzafa, que fundó en Córdoba y que atiende e investiga sobre el cuidado de los ojos desde hace más de treinta años, es una referencia nacional e internacional en su campo. Y desde ella ha emprendido labores de cooperación en África que lo han llevado por Tanzania, Madagascar, Guinea o Benin para cuidar a cientos de personas y establecer destacamentos oftalmológicos allí donde la medicina, tal y como se aplica entre nosotros, es un desideratum. De esta experiencia da cuenta en un libro no venal (Gollarín, 2024) destinado a quinientas personas elegidas entre las que han sido importantes en su vida. Su título, Angalia mwanga, Mira la luz en suajili. 

Juanma es un hombre bueno, en el buen sentido de la palabra, y feliz. Tal vez por eso sea tan querido: por su generosidad espontánea y por su serenidad de espíritu. Su discurso en la ceremonia de entrega del título, atropellado por la emoción (él, de quien dicen que no se suele expandir demasiado) dijo una de esas frases sencillas que expresan una gran sabiduría sobre la existencia: «La vida es maravillosa. No merece la pena estropearla con tonterías». Todo en él gira alrededor de su mujer, Carlota, y de sus tres hijas, Teresa, Carlota y Reyes, la primera de las cuales ha seguido sus pasos profesionales para mantener el apellido Laborda en lo más alto de la excelencia oftalmológica. El decálogo de los ‘arruzafos’ contiene perlas como la siguiente: «Nuestra profesión y especialidad es hermosa. Un privilegio. Hacerlo bien compensa el esfuerzo y nos permite pasar por esta vida con reconocimiento y felicidad, en lo que cabe. Disfrutémosla». 

Córdoba, donde reside, es para él una extensión de Caravaca de la Cruz, una ciudad que sus amigos andaluces tienen inculcada como un territorio mítico. Juanma va y viene como si no hubiera distancias, y no pierde de vista las actividades de los Caballeros de San Jorge, a los que en su primera juventud contribuyó a fundar hace ahora cincuenta años. Su pregón de las fiestas caravaqueñas, en 2018, dejó huella, no solo por su contenido, sino también por su escenografía: sus palabras venían subrayadas por un vídeo maping proyectado sobre la portada del Santuario, en el inhabitual espacio del Castillo, con el público en la explanada y con la intermitente intervención a coro de los sanjorges. 

La fuerte vinculación a Caravaca de la Cruz y, por si faltara algo su gran trayectoria profesional, justifican más que de sobra el título de Hijo Predilecto para Juanma Laborda. Pero, sobre cualquier mérito, lo que se le quiso expresar es el cariño de una ciudad en mutua correspondencia. 

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