Opinión | Salud y rock 'n' roll
Nadie conoce a nadie
Vivimos para dentro, sin hacer comunidad, sin compartir con nuestros vecinos, sin querer dar ni los buenos días, y es una pena

Se abre el ascensor en el primer piso; aparece un hombre mayor. No me conoce, o mejor, no me recuerda. Antes de subir me pregunta si bajo; le digo que sí. Al entrar al ascensor me pregunta si vivo en el edificio, le digo que en el último piso, desde hace tres años. Me mira extrañado, me dice que ya no conoce a nadie, que en el primero tengo mi casa para lo que necesite. Nos despedimos de manera cariñosa. Él no recuerda que, al poco tiempo de llegar al edificio, me quedé encerrada en el ascensor. Hay pocos vecinos y un sábado de primavera el único que me escuchó y me ayudó fue él. Ya nadie conoce a nadie, vivimos para dentro, sin hacer comunidad, sin compartir con nuestros vecinos, sin querer dar ni los buenos días, y es una pena.
He vuelto a la lavandería; mientras esperaba leyendo, ha entrado una chica. Hablaba con su madre, he sentido envidia. Ojalá yo pudiera hablar con la mía. Hace un calor insoportable y sólo estamos en los primeros días de junio. Y aún no es verano, según el calendario, pero al cambio climático le da igual.
‘F’ se ha examinado de Biología para subir nota y poder entrar en la universidad. Quise acompañarla; me encantó volver al campus universitario por unas horas y recordar aquellos días de hace muchos años cuando hice la selectividad. Qué maravilla la gravedad y los cuerpos a los 17 años, que de hormonas y olores mezclados por culpa del calor que ha llegado para quedarse. ¿Qué le diría a mi yo de aquellos años del siglo pasado? Llevo días pensándolo y no tengo respuesta, ¿y tú?
He ido al teatro, al ciclo Música de Cerca, gracias a la recomendación de Miguel. Los asistentes tienen el privilegio de sentarse en el escenario, muy cerca de quién actúa, teniendo como fondo el teatro vacío, deslumbrante, imponente, asombroso, Teatro Romea. No es la primera vez que voy a este ciclo y me sigue dejando sin palabras atravesar el pasillo que te lleva entre bambalinas al escenario. En esta ocasión, Alejandro y Maria Laura, dúo llegado desde Perú, viven en Paiporta desde hace dos años. Arrasados por un río al que ellos no le tienen rabia; dicen que el agua no tiene culpa, no tiene cargo ni autoridad en una canción desgarradora en la que piden que no vuelvan los cargos que olvidaron mandar la alerta y que a la muerte le abrieron la puerta.
He comprado todo tipo de trampas para cucarachas y mosquitos por si deciden venir a visitarme -como lo hicieron varios mosquitos hace un par de noches-. Verme mirando a todas partes, insecticida en mano, intentando acabar con ellos, era puro cine. Apagaba la luz resignada sin haberles dado caza, me tumbaba y al segundo los tenía en mi oreja. No creo que haya mayor tortura que esta. Son crueles, pero ahora voy armada y acabaré con todos. Me he escapado a bañarme al Mediterráneo toda la semana, dos horas al día: nadar una hora; la otra es lo que tardo en ir y venir, flotar mirando al cielo, bucear; es terapéutico y sanador. Me he cortado el pelo mucho; a todo el mundo le encanta, creo que a mí también. Mamá, no te enfades, sé que me dirías que no te gusta nada. Como cada año por estas fechas, Estrella Damm ha publicado su anuncio del verano. El otro día hacía un repaso mental de las canciones de cada anuncio de la cerveza y las historias que el spot de publicidad contaba, siempre en el equipo de Quim Gutierrez. Este año con el lema «Lo mismo de siempre». Ojalá seguir haciendo lo mismo que hacíamos siempre en verano, los de siempre.
He vuelto a Vinile, un rinconcito italiano en el centro de Murcia, a disfrutar de un spritz de flor de saúco y una tabla de embutidos y quesos italianos. He vuelto también a cenar a Verbena y a charlar con Alberto. En mi vida he jugado a un videojuego y Jorge y Laura quieren que pruebe con Detroit: Become Human. No sé cómo hemos acabado hablando de una invasión zombie, llegando a la conclusión de que si los zombies corren, estamos perdidos. Intentar sobrevivir rodeada de zombies que me quieren de plato principal y a la vez tener que pelearme con la humanidad por un arándano para poder alimentarme me parece agotador.
Es domingo y en la tierra donde vivo mañana es festivo; pónganse a remojo y disfruten. Mañana les espero en este mismo diario; el Día de la Región merece unas líneas.
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