Opinión | La feliz gobernación
PP y Vox, gobernar con el programa del otro
El pacto presupuestario PP/Vox conlleva no solo el sello inequívoco de los abascales en la futura política del Gobierno del PP, sino también el desmontaje de buena parte de su gestión hasta el momento, de lo que es expresiva la reforma exprés de la Ley del Mar Menor, cuya actual redacción es genuina de los populares

José Ángel Antelo y López Miras, este jueves en San Esteban. / Juan Carlos Caval
Está visto y comprobado. Se influye más sobre un Gobierno en minoría desde el Parlamento que formando una coalición con él. Lo vemos en el nacional de Pedro Sánchez, donde sus socios de investidura externos a la Mesa del Consejo obtienen más rédito que los internos de Sumar. Lo vimos en la Región de Murcia: Ciudadanos determinó más la política del PP durante la legislatura en que estaba fuera del Gobierno que en la siguiente, cuando entró a él en tropel, con las consecuencias que ya conocemos. Y la última prueba, la de esta semana: el pacto PP/Vox para la aprobación de los Presupuestos ha activado el programa máximo del segundo que, sin embargo, permaneció atenuado durante la breve etapa en que ambos partidos compartieron Gobierno. Tal vez por eso Abascal dio orden de romper las coaliciones, entre ellas la de Murcia: se dio cuenta de que la corresponsabilidad en la gobernación diluía las esencias programáticas de alto contenido ideológico y desdibujaba la imagen de su partido en favor del que llevaba las riendas. Sin embargo ahora, por razones de necesidad, el PP ha de aceptar las imposiciones de Vox por una simple cuestión de aritmética parlamentaria. Son lentejas.
Esquivar el colapso
Pedro Sánchez es catedrático en esta asignatura, y Fernando López Miras ha empezado a hacer los cursos de iniciación. Si mira a Madrid, ya sabe lo que le espera: ha de satisfacer permanentemente a quien le apoya, le pida lo que le pida. Y encima no le puede exigir pragmatismo a quien actúa libremente desde el Parlamento, no con las condicionantes del Gobierno, como le ocurre a Sumar. Esta práctica la definió muy bien Emiliano García Page el pasado viernes a su salida de la Conferencia de Presidentes:se gobierna para desarrollar tu programa, no el de los demás. Sánchez como ejemplo, otra vez: ha de poner todo su empeño en aprobar las demandas de quienes lo sostienen desde afuera, pero sus proyectos propios encallan en las votaciones del Congreso. Tome nota López Miras.
Esta vez Vox ha ganado por la mano. Tanto dar largas a la aprobación de los Presupuestos solo podía ir en contra de los populares, cada vez más agobiados por el achicamiento financiero mientras Vox no tenía ninguna prisa
El presidente murciano reprochaba el pasado viernes a Pedro Sánchez que «no sabe gobernar». Literalmente, lo mismo que el portavoz adjunto de Vox en la Asamblea Regional, Rubén Martínez Alpañez, decía de él más o menos a la misma hora: «El PP no tiene proyecto, no tiene ideas, no sabe gobernar». Y esto en su comparecencia ante la prensa para informar sobre el pacto presupuestario con el PP. Un pacto que, ojo, no lo justifica por convergencia de criterios sino porque, según advierte, la Comunidad está al borde del colapso económico y financiero, y ahí llega Vox, haciendo de tripas corazón para salvar la subsistencia del tejido social que pronto se iba a ver afectado por impagos e incertidumbres de futuro.
La política de la patá p’alante
Conviene atender a estos matices: Vox no pacta, dice, por confiar en el PP sino para resolver una situación de urgencia, lo que significa que se mantendrá en una oposición rigurosa. López Miras tendrá que hacer lo que ha firmado con Vox, pero no es seguro que Vox apruebe lo que López Miras proponga de acuerdo a su propio programa. Igualico que en Madrid.
Esto pasa, en parte, porque el presidente es un especialista en las patás p’alante. Le fue bien cuando, tras las elecciones, se negaba sistemáticamente a contar en su Gobierno con Vox. Éste, al final y ya muy presionado tanto por el cronómetro como por su propio electorado, acabó aceptando un acuerdo que resultó aseado sobre todo para el PP. Esta vez Vox le ha ganado por la mano. Tanto dar largas a la aprobación de los Presupuestos solo podía ir en contra de los populares, cada vez más agobiados por el achicamiento financiero mientras Vox no tenía ninguna prisa, pues le va bien en la resistencia. Todo para concluir en lo previsible, es decir, tragando con el paquete entero de Vox, que es como un líquido que se cuela por todas las rendijas. No son ya cuatro perlas llamativas para que los abascales puedan hacer con ellas un cartel para los suyos («Mirad lo que le hemos arrancado al PP»), sino una lluvia densa que ignora cualquier paraguas con el que se hubiera intentado proteger algún aspecto sensible de las competencias a gestionar.
El caos socialista deja libre un espacio para la centralidad, para que el PP exhibiera un potencial de moderación y de equilibrio, pero la fuerza tractora de Vox lo conduce hacia la derecha-derecha, donde los abascales marcan territorio
Más aún: Vox ha metido a López Miras en unas zanjas profundas desde las que se verá obligado a desacatar normativas europeas como el Pacto Verde, que puede conllevar la pérdida de recursos e incluso graves multas. O a rechazar políticas estatales respecto a la inmigración a las que ni siquiera Ayuso se atreve a oponerse en la práctica. Por no hablar de la reforma de la Ley del Mar Menor con tope de fecha fija (octubre, o sea, ya) en favor de las agricultura expansiva, lo que saja por completo cualquier imagen de moderación en la política popular, pues la Ley actual es de su genuina autoría y había alcanzado un amplio radio al haber conseguido en su momento la aprobación del PSOE. Digamos, pues, que el pacto presupuestario conlleva no solo el sello inequívoco de Vox para la política del PP en el futuro, sino también el desmontaje de buena parte de su gestión hasta el momento.
Puede que López Miras aspire a salvar muebles sobre la marcha con la aplicación de esa política, ya he dicho, de la patá p’alante, demorando decisiones o intentando matizarlas. Pero Vox no tendrá otra misión desde la Asamblea que controlar el cumplimiento de lo pactado en todos sus extremos y sin dilación.
Aunque muchos de los puntos del acuerdo sean agua de borrajas por su imposible aplicación, lo que queda sobre la mesa es la gran influencia de Vox, capaz de modular de manera rotunda la política del PP. Y aunque López Miras se haya aprestado a asumir como propios algunos de esos puntos para hacer que parezca que no constituyen cesiones no es explicable que no lo hubiera hecho antes. Asumir propuestas de Vox asegurando que existe una previa conformidad con ellas no es creíble, pues de compartirlas no habría sido necesario esperar a que Vox las estableciera como prioritarias en su ideario.
En el laberinto
El PP está inmerso en un laberinto. Y no parece que muestre señales de que pueda salir airosamente de él, sino que todo induce a sospechar que se está perdiendo aún más. Las claves son sencillas:el caos socialista deja libre un espacio para la centralidad, la regeneración y la normalización, es decir, para que el PP exhibiera un potencial de moderación y de equilibrio, pero la fuerza tractora de Vox lo conduce hacia la derecha-derecha, donde los abascales marcan territorio. No se puede estar a la vez en el centro derecha y en la extrema derecha, y esto es lo que paraliza la expansión del PP, cuya carta de naturaleza sería diferenciarse nítidamente de Vox, cosa difícil si en los pactos para la gobernabilidad lo que sobresalen no son las políticas del PP sino las de sus adversarios en el espectro sociológico.
López Miras tendrá que hacer lo que ha firmado con Vox, pero no es seguro que Vox apruebe lo que López Miras proponga de acuerdo a su propio programa. Igualico que en Madrid
Si López Miras aspira a conquistar la mayoría absoluta es difícil que lo consiga dándole alas a Vox, pues desde ese sector del electorado no se espera trasvase alguno, a la vista de que cada vez se consolida más, al menos en la Región. El magma del crecimiento está en la descolocación del PSOE, que deja el centro vacío de referencias apetecibles. Pero es cierto que en ocasiones la práctica se impone a la teoría, y el PP no tiene posibilidad de gobernar con presupuestos si no accede a pactar con Vox. La consecuencia es que el precio es muy alto.
La oferta del PSOE
Llegados aquí conviene reseñar la jugada del líder socialista, Francisco Lucas, quien ofreció a López Miras aprobar el techo de gasto en las condiciones establecidas por el presidente como un tributo a la gobernabilidad. López Miras no atendió la oferta, entre otras cosas porque cuando convocó a los portavoces de los partidos en San Esteban ya tenía armado y bien armado su pacto con Vox, lo que convirtió la ceremonia formal en un paripé, sin duda innecesario. Ahora bien, el PSOE le ofreció una salida. De haberla tomado, López Miras habría dado la campanada al emprender una experiencia inexplorada, políticamente arriesgada, pero valiente, diferenciada, combativa con su rival en la derecha y al margen del determinismo que hace impracticable una gestión efectiva en la actual coyuntura. La política es un arte que no tendría que reproducir siempre la estampa previsible, si bien para esto se requiere romper moldes y una cierta dosis de temeridad. Pero en la práctica tan arriesgado sería salirse del cerco de Vox a través del PSOE como aliarse con aquél asumiendo las ideas fuerza de su programa. Repito la reflexión de García Page: se gobierna para aplicar tus ideas, no las de otros.
Sí, es fácil de decir, pero se ha de admitir que a la voluntad se opone la aritmética, y la parlamentaria es la que es. Lo cierto es que Vox gobierna de la manera más cómoda: sin gobernar. O sea, como Puigdemont.
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