Opinión | Tribuna libre

Políticas

La incorporación de la mujer a la escena pública ha transformado la manera en que se ejerce el poder y se entiende la representación

Annie Kenney y Christabel Pankhurst, líderes de la organización Unión Social y Política de Mujeres, en 1908.

Annie Kenney y Christabel Pankhurst, líderes de la organización Unión Social y Política de Mujeres, en 1908. / L. O.

Durante gran parte de la historia contemporánea la política ha sido un terreno predominantemente masculino, sin embargo, en las últimas décadas, la incorporación de la mujer a la escena pública ha transformado la manera en que se ejerce el poder y se entienden las estructuras de representación. Desde que fue aprobado el derecho al voto femenino, hace más de noventa años, el espectro político ha cambiado bastante de color. Ya lo decía Clara Campoamor en su defensa al sufragio universal, que las mujeres serían «indiscutiblemente una nueva fuerza que se incorpora al derecho, y no hay sino que empujarla a que siga su camino».

En España, este proceso ha sido particularmente visible desde la consolidación democrática, y hoy en día es difícil concebir el panorama político sin la influencia determinante de las mujeres. Lejos de ser una presencia simbólica, su rol ha adquirido una fuerza y un carácter propios que redefinen tanto el fondo como la forma de hacer política, el liderazgo femenino en general ha sumado nuevas formas de ejercer el poder. Somos uno de los países con mayor representación femenina en las instituciones políticas, el Congreso de los Diputados, por ejemplo, cuenta con una proporción de mujeres superior al cuarenta por ciento. Esta presencia es el resultado del esfuerzo continuado a través de las leyes de igualdad y, sobre todo, del activismo feminista cuya voz ha tenido un impacto profundo en ese avance, sin embargo, creo que lo verdaderamente transformador ha sido el talante y el enfoque que las mujeres están aportando al ejercicio del poder.

Hace unas semanas asistí a la toma de posesión de la primera mujer alcaldesa del municipio de Alcantarilla, Paqui Terol Cano, un momento que quedará escrito en las páginas de la historia de nuestra Región junto con María Antonia Martínez García, primera presidenta de la Región de Murcia en 1993 -también fue la primera líder de una comunidad autónoma en España-, y Rosa Peñalver Pérez como primera mujer en presidir la Asamblea Regional en 2015.

Por diferentes cuestiones, he presenciado unas cuantas tomas de posesión de alcaldes y presidentes dentro y fuera de España, y tengo que decir que el sentimiento de orgullo que allí se respiraba no lo vi en ninguna otra ocasión. Todos y todas las allí presentes sabían que ese día se había roto una barrera, y se sentía una especie de satisfacción general por ello. Me llamó sobre todo la atención cómo mujeres de edad avanzada se emocionaban al ver a una mujer tomar el bastón de mando, ellas saben lo que ha costado llegar hasta ese punto y estaban allí para dar fe de ello.

Muchas líderes han asumido como eje de su acción política una atención especial hacia las políticas públicas vinculadas al bienestar, la igualdad de oportunidades y la sostenibilidad. Lejos de la imagen tradicional del poder basada en la confrontación constante, la mayoría de ellas optan por estilos de gestión más colaborativos, centrados en las personas y con especial atención a las necesidades sociales. Esta forma de hacer política, a menudo etiquetada injustamente como "blanda", ha demostrado ser eficaz en contextos de alta polarización. El liderazgo femenino ha contribuido a introducir temas históricamente marginados del debate político como los cuidados, la conciliación familiar, la violencia de género o la salud mental. En este punto, cómo no mencionar a la consejera de política social de nuestra Región, Conchita Ruiz Caballero, cuyo talante conciliador es sin duda una de las huellas de identidad que distingue ese liderazgo de otros modelos tan arcaicos del pasado.

A pesar de los avances sociales, muchas mujeres políticas siguen enfrentando una fuerte resistencia, a menudo más intensa que la dirigida hacia sus compañeros varones. En este sentido, la falta de sororidad —es decir, de apoyo mutuo entre mujeres— es uno de los desafíos más dolorosos y menos visibilizados. En ocasiones, no solo deben soportar el machismo estructural del sistema, sino también críticas destructivas por parte de otras mujeres, dentro y fuera de su partido, reflejo de una carencia de cultura de apoyo femenino sostenido en el ámbito político.

En los últimos días, por ejemplo, hemos visto cómo la primera alcaldesa de Alcantarilla ha sufrido un ataque continuado que ha cuestionado no sólo su liderazgo sino también su capacidad, por las palabras totalmente fuera de lugar de un sacerdote que nada tienen que ver con su gestión. Incomprensible creer que una mujer hoy -que además tiene dos hijas- pueda comulgar con tales disparates. Aunque nos hemos acostumbrado a presenciar ciertas situaciones rocambolescas de algunos partidos, esto no es hacer oposición política, no todo vale, y desde luego actitudes de este tipo no sólo demuestran esa falta de sororidad, sino también de coherencia. Nadie quiere a líderes exaltados que en lugar de construir destruyan, la moderación y el saber estar debería ser su mejor cualidad.

Aun así, muchas de ellas resisten, inspiran y abren camino. El fenómeno no es homogéneo, por supuesto. Las mujeres no conforman un bloque monolítico y sus posiciones ideológicas son tan variadas como las de sus colegas varones. Sin embargo, existe una conciencia cada vez más clara sobre las barreras comunes a las que se enfrentan, y una necesidad urgente de articular redes de sororidad y solidaridad política.

Podemos decir con orgullo que la mujer en la política española —y particularmente en la Región de Murcia— ha pasado de ser una excepción a convertirse en una presencia imprescindible. Estamos en un momento histórico donde primeras mujeres se han posicionado en ámbitos como la economía, la política y la sociedad iniciando un camino para generaciones futuras impensable en la época de nuestras abuelas: María Trinidad Herrero, presidenta de la Real Academia de Medicina y Cirugía de Murcia; Silvia Pérez Pavía, inspectora jefa de la Policía Nacional; Isabel Capel, primera mujer bombera de la Región de Murcia; María del Mar Carrillo, presidenta del Real Murcia; Miriam Fuertes, presidenta de la Cámara de Comercio; Maravillas Hernández, presidenta del Colegio de Abogados…

Me quedo con la frase que la nueva alcaldesa de Alcantarilla, Paqui Terol, dijo en su reciente toma de posesión: "Soy la primera, pero no seré la última". Sin duda, ese es el espíritu de una nueva era que ya ha empezado a romper, un nuevo capítulo de la historia ya se está escribiendo donde las primeras dejarán de serlo porque otras muchas les seguirán, aunque todavía quedan algunas parcelas que conquistar.

Por cierto, ¿cuándo veremos a la primera alcaldesa en el Ayuntamiento de Murcia?

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