Opinión | La Feliz Gobernación
¿Qué fue del Eje Murcia-Cataluña?
De cuando la Región de Murcia se alió con Cataluña al margen del Gobierno central y del resto de las Comunidades

Fernando López Miras saluda al rey Felipe VI, a su llegada a la XXVIII Conferencia de Presidentes en el Palacio de Pedralbes en Barcelona. / EUROPA PRESS
Fernando López Miras ha desaprovechado la oportunidad en su viaje a Barcelona para asistir a la Conferencia de Presidentes de preguntar a Salvador Illa, aunque fuera en catalán, por la vigencia de los acuerdos entre las Comunidades de Murcia y Cataluña firmados en 1981 entre los entonces presidentes respectivos de ambas autonomías (la de Murcia en proceso preautonómico), Andrés Hernández Ros y Jordi Pujol, asunto que habría podido ser pertinente en la celebración, el próximo lunes, del Día de la Región de Murcia.
Se trata de unos acuerdos ‘históricos’, pues fueron los primeras interregionales, y tal vez los últimos, pues la oposición ucedea (de UCD) los consideró inconstitucionales. Antes de ellos hubo, sin embargo, otro, de redacción más genérica, que habían firmado sus antecesores: el murciano Antonio Pérez Crespo y el catalán Josep Tarradellas.
El acuerdo del 81
Los acuerdos Hernández Ros/Pujol contemplaban el apoyo de la Generalidad y de las cajas de ahorro catalanas a la autopista (después sería autovía) Murcia-Alicante, por la que el Consell valenciano no mostraba mucho entusiasmo, pero sobre cuya viabilidad habían trabajado en firme técnicos catalanes. También se apoyaba la creación de un aeropuerto regional para satisfacer ‘el turismo de negocios’, y mientras tanto debía establecerse «desde San Javier un doble servicio regular con ida y vuelta diaria entre Murcia y Barcelona».
También apostaron por fomentar las ‘corrientes viajeras’ entre ambas comunidades, potenciando en especial el turismo juvenil mediante un concurso escolar denominado «Tierras y gentes de Cataluña», y lo mismo de Murcia. En cuanto a Industria, se suscribió un intercambio de documentación sobre financiación de pymes y reconversión industrial, aportando la experiencia de Cataluña, así como la fórmula para desarrollar convenios con la Universidad, con intercambio de posgraduados «para el estudio de temas industriales específicos».
Y más. En Educación, Cataluña asesoraría a Murcia acerca de distintas modalidades (adultos, especial, formación del profesorado...) y a los profesores de Murcia que aprobaran oposiciones en Cataluña «se les asignará plaza preferente y gratuita para cursos de reciclaje al catalán». Respecto a Cultura se acuerdan intercambios entre las respectivas redes bibliotecarias y becas para la dirección de coros en Lérida. Y en cuanto a Radio y Televisión, la Generalidad asesoraría al Gobierno murciano sobre las posibilidades que permiten los Estatutos para estas competencias. Pero de todo aquello nunca más se supo.
Idilio encendido
Y es que hubo un tiempo, en plena Transición, en que Cataluña y Murcia entablaron un noviazgo que era la envidia del resto de España. De hecho, el diario Catalunya Express llegó a afirmar que Pérez Crespo «está enamorado, políticamente hablando, de Tarradellas». Una de las primeras decisiones de éste tras ocupar la presidencia de la Generalidad («Ciutadans de Catalunya, ja soc aquí» ) fue realizar un viaje oficial a Murcia y Cartagena, que después repitió para asistir a la toma de posesión del presidente preautonómico, Pérez Crespo, cortesía que éste replicó con una visita de varias jornadas a Barcelona, en que el murciano fue recibido por el presidente catalán a las puertas del hotel Majestic, donde la delegación había decidido hospedarse.
Los halagos y agasajos de Tarradellas a la Región a lo largo de esos encuentros fueron incontables, como después, algo más contenidos, los que emitió Pujol en su visita a la Murcia de Hernández Ros. Cuenta el periodista Felipe Julián, autor de La transición política en Murcia (Ediciones Mediterráneo, 1984), cuyo relato estoy siguiendo aquí a pie pespunte, que durante la entrevista de una hora que celebraron Tarradellas y Pérez Crespo en el hotel junto al entonces gobernador civil de Murcia, Federico Gallo, se intercambiaron ‘piropos’ sobre sus respectivos aspectos, y según Catalunya Express, «mientras sus maridos hablaban de política sus esposas lo hacían sobre la mejor manera de preparar la ‘escudella i casn d’olla’». La cosa había alcanzado su paroxismo con la visible emoción que delató Tarradellas ante la Virgen de la Fuensanta en su visita al santuario y el posterior beso de Pérez Crespo a la Virgen de Montserrat.
Puede que la pasión mutua no fuera tan desinteresada. En Cataluña vivían miles de murcianos (entre 300.000 y 500.000, según distintos cálculos, y parte de esos números podían convertirse en votos, así que tanto Tarradellas primero como Pujol después se aplicaron a amar a Murcia, de la que ambos decían que compartía con Cataluña la figura de Jaime I el Conquistador, obviando a Alfonso X . Los primeros presidentes de Murcia, a su vez, se dejaron querer porque los catalanes llevaban mucha ventaja en política autonómica y eran buenos orientadores, mientras ni Pérez Crespo ni Hernández Ros sabían exactamente hacia dónde querían ir, pues el ‘café para todos’ los pilló desprevenidos.
Bárbara Rey, en el séquito
Entre los muchos episodios de aquel idilio cabe destacar una de las primeras irrupciones de la totanera Bárbara Rey en la vida política. Según las crónicas, se coló en el contingente murciano que acudía a cenar con Tarradallas en el Palau de la Generalidad, lo que mereció para Cataluña Express el siguiente comentario: «Bárbara ha sido invitada como un producto de la tierra, o sea, en plan lata de pimiento, pongo por ejemplo y sin ánimo de molestar, que a uno le gusta mucho el pimiento aunque sea morrón». Según El Periódico, Tarradellas aseguró en aquella ocasión: «Me siento murciano», y a la Rey, de la que se resaltaba que vestía con discreción: «Al natural todavía es usted más guapa». Y ella: «Es uted muy amable». Y él: «No soy amable en este caso, señorita, siemplemente hago justicia». Y así todo.
Viejos tiempos en que Murcia estuvo a punto de ser la quinta provincia de Cataluña. López Miras perdió ayer la oportunidad de intentar con Illa la recuperación de la perdida bilateralidad.
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