Opinión | Misa de doce
Joaquín
La semana pasada tuve el honor de participar en la presentación del libro El patrimonio industrial cinematográfico de cámaras y proyectores en el municipio de Murcia (1896 - 2000), escrito por mi querido Miguel García. Durante mi intervención aludí a la figura del maestro resaltando su importancia no solo como alguien que nos aporta una transmisión de conocimientos, sino como esa persona que traspasa la línea estrictamente académica y nos influye, de manera decisiva, en nuestro devenir personal para acabar convirtiéndose en un mentor.
Uno de los mentores de Miguel, como de otros muchos, ha sido Joaquín Cánovas. A estas alturas de la película, nunca mejor dicho, no les voy a descubrir a Joaquín. Aunque si alguno o alguna anduviera despistado le recomiendo que le pregunte a una de esas IA, tan listísimas y tan de moda, para que se ponga al día.
Por lo general, a no ser que seamos unos pelotas y utilicemos nuestro halago para un objetivo muy determinado, no solemos hablar bien de nadie. Sobre todo en nuestra región, que ostenta el Récord Guinness en poner de vuelta y media al prójimo y tocarle los mismísimos. Otra cosa es cuando el criticado fallece, entonces nos activamos el modo afligido y ponemos en marcha la máquina de fabricar beatos. En eso, nadie nos gana.
No se me asusten, que Joaquín anda vivito y coleando y aún le queda cuerda para rato. Es solo que hoy me he despertado con ganas de decirle sus bondades a la gente que quiero.
Joaquín Cánovas pertenece a una generación a la que se le encomendó abrir las ventanas de nuestra ciudad para ventilarla y eliminar ese olor a rancio retestinado de casi 40 años de dictadura. Gracias a él, nuestra historia cultural comenzó a rodarse en color y nuestros barrios se vieron salpicados por una explosión de colores que surgieron, de entre otros muchos, de la paleta de Pedro Almodóvar y tiñeron nuestra ciudad de glamour y modernidad en aquellas míticas premières de la Semana de Cine de Español que tan hábilmente Joaquín se sacó de la chistera a mediados de los ochenta, y que convirtieron a Murcia en la pasarela del cine patrio de la época.
Buena parte de la historia del cine y la cultura de nuestra región está ligada a Joaquín Cánovas. La mencionada Semana de Cine Español, la Primavera Cinematográfica de Lorca, la creación de la Filmoteca, Mestizo, su cátedra universitaria… así como las innumerables publicaciones sobre historia del cine y conservación del patrimonio fílmico, son buena prueba de ello y lo convierten en uno de los activos culturales más importantes de nuestra región y, sin duda, en uno de sus mejores embajadores.
Aunque por encima de méritos académicos y profesionales sobresalen, de manera muy especial, su faceta personal, humana y humanista. Si hay algo que caracterice a Joaquín es su generosidad. Generoso hasta el infinito. Generoso a la hora de promocionar gente e ‘inventarlos’ profesionalmente. Generoso y barroco a la hora de vivir. Porque sí, porque Joaquín maximiza como nadie la filosofía del carpe diem y saborea como pocos cada segundo de la vida.
Gracias, Joaquín, por ser como eres y por hacernos protagonistas de la película de tu vida. Una película, que como tu querida Amanecer, del maestro Murnau, es una obra de arte. Te queremos.
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