Opinión | Noticias del Antropoceno

Ponerle puertas al trabajo

La obsesión norteamericana con China ha llevado a patronos como Elon Musk a proponer jornadas de 90 o 120 horas semanales para sus empleados

El magnate tecnológico Elon Musk, mano derecha del presidente estadounidense Donald Trump.

El magnate tecnológico Elon Musk, mano derecha del presidente estadounidense Donald Trump. / Nathan Howard / Reuters

La fórmula que establece el horario de trabajo habitual en China se resume en tres cifras: 9/9/6. Los números representan una jornada de 9 de la mañana a 9 de la noche, seis días a la semana. No vivo en China ni conozco su mercado laboral profundamente, pero la fórmula es utilizada como baldón de orgullo por muchos comentaristas chinos para explicar que ningún país occidental, y menos Estados Unidos, está a la altura de su esfuerzo personal y productividad laboral. La obsesión norteamericana con China ha llevado a patronos como Elon Musk a proponer jornadas de 90 o 120 horas semanales para sus empleados. Eso ha escandalizado a muchos, pero la realidad es que los trabajadores norteamericanos trabajan de media mucho más de las 40 horas que en el resto de países desarrollados es la norma general. 

Aquí la batalla es otra. Socialistas y sindicatos (la izquierda que rige la economía y los destino de nuestro país desde la Transición democrática, con algunos períodos de interregno conservador) están empeñados en que la gente trabaje menos. La mala noticia es que esa disminución de las horas trabajadas no repercute en un aumento de la productividad, como sería de esperar. Eso unido al absentismo laboral y a la comprensión de los jueces, que disculpan por ejemplo que una empleada de baja ejerza simultáneamente otro trabajo, hace que el rendimiento de la fuerza laboral en nuestro país esté a años luz de la de Estados Unidos o China. Ambos países (al margen de su enfrentamiento geopolítico) son economías muy complementarias. La capacidad de innovación norteamericana ha sido capaz de alumbrar siete corporaciones elefantiásicas que dominan la tecnología mundial, produciendo aparatos que los chinos fabrican en sus megafactorías regidas por su fórmula del 9/9/6. A estas se unen cada vez más las ‘dark factories’, las fábricas que no precisan de iluminación porque el 100% de la mano de obra son robots.

Mientras tanto, aquí el rodillo del bloque gubernamental quiere imponer una jornada de trabajo aún más escuálida. Menos mal que tenemos al Real Madrid y el Museo del Prado para atraer chinos y americanos que disfruten del atildado servicio de este país en el que solo van a quedar camareros. En su mayoría inmigrantes iberoamericanos trabajando 37,5 horas a la semana. El resto, en casa de papá y mamá cobrando ocasionalmente de un trabajo temporal y del paro más generoso del planeta.

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