Opinión | Papa Francisco

Obispo de Zamora

La alegría de pertenecer a Dios

El papa me ha enseñado que ser obispo no es pertenecer a una élite, es servir

El obispo de Zamora, Fernando Valera, reunido con el papa Francisco en el Vaticano, en 2022.

El obispo de Zamora, Fernando Valera, reunido con el papa Francisco en el Vaticano, en 2022. / Archivo

Me he preguntado muchas veces, con Nicodemo, si es posible nacer de nuevo cuando uno ha cumplido tantos años. El papa Francisco tuvo una respuesta clara para mí. Es posible empezar, de la mano de Jesús, una nueva vida. «El Señor cuando nos da una misión, nos funda», dirá él. Y, al nombrarme Obispo de Zamora, este locus se convirtió en lugar teológico en el santo Pueblo de Dios donde fui plantado a orillas del río Duero.

No hay misión de discípulo sin ser parte del pueblo. Él me ha enseñado que ser obispo no es pertenecer a una élite, es servir. Es caminar con mi gente, estar cerca de ellos. Es ver la luz de Cristo que se transfigura -como vemos en el retablo de la Catedral- y abre los ojos con su blancura y esplendor, y desde dentro: el corazón del obispo, que se siente discípulo, tocado por el amor de Dios.

En esos días de pandemia, de silencios y soledades habitadas, el papa me enseñó que la «audacia y el fervor» son virtudes fruto del espíritu, que nos liberan de la tentación de la mediocridad y nos envían a la misión. Esos días me dieron fuerza para romper con ciertas dinámicas de corrupción que invadían algunas estructuras diocesanas. En esta realidad, el testimonio de nuestra vida quedaría dañado y nuestra misión no tendría sentido. Los verdaderos enemigos siempre están dentro. La transparencia no es sólo un estilo, es una forma de ser y de actuar. Gaudete et exultate, «algunas notas de santidad en el mundo actual», así lo explicita. Esto me ha situado en Cristo. Soy un creyente y me importa la fidelidad al Evangelio. Es verdad que la dificultad da miedo, pero Jesús siempre nos repite: ¡No tengas miedo! No me da miedo equivocarme y pedir perdón, me da miedo la parálisis.

Yo estaba dedicado a cuestiones del «foro interno» de las personas, pero ahora el Santo Padre me había puesto al frente de la Iglesia que peregrina en Zamora. Parece que el capítulo cuarto de esta exhortación me ha dado luz en el camino cotidiano de mi ministerio. Así, otra nota de santidad es la perseverancia, la paciencia y mansedumbre. Son virtudes que reflejan una fuerza interior sostenida en el Dios que me ama y me sostiene. Jesús conduce a su Iglesia. Es la fuerza de la gracia, fuente de paz y de paciencia en el proceso de caminar juntos, de aceptar las dificultades, las deslealtades, las faltas de honestidad, los sufrimientos propios del Pastor. El Señor me ha dado la mansedumbre del corazón. He soportado las humillaciones con paz. Esto me ha hecho más humilde y me confirma en el camino de «perseverar en el bien». Jesús no teme a la humildad y al servicio; en la última cena besará y lavará los pies de sus discípulos, como hacen tantos sacerdotes de nuestra diócesis. Un servicio callado en obediencia a Dios, cumpliendo la voluntad del Padre. Son como ángeles que a lo largo de la diócesis confirman que este es el estilo de nuestro Dios.

Vivo con alegría el día a día, esta es fruto del espíritu que me da esperanza y seguridad. Es una alegría vivida con el Santo Pueblo de Dios de Zamora. Es la vida de las comunidades parroquiales, de las familias, de las comunidades religiosas. Cuidando de los demás y preservando los «pequeños detalles de amor» cotidiano.

La quinta expresión del amor se hace presente en la oración constante, una oración llena de nombres. Es esa apertura habitual a lo trascendente que se hace oración confiada al Dios que nos ama.

El papa Francisco me ha ido acompañando con su enseñanza a depender de la gracia en el día a día, a vivir con alegría y esperanza en la entrega cotidiana, a ser humilde y servir de corazón.

Gracias a la iniciativa del papa, la Iglesia de Zamora, ha emprendido un proceso de «caminar juntos», de «sinodalidad». Es esa fuerza interior que nace del encuentro con el Señor y tiene ese dinamismo expansivo que llega a todos con la misión de discernir lo que el Espíritu quiere para esta Iglesia. Es un proceso de participación en todos los ámbitos, de laicos, religiosos y sacerdotes en un proceso de conversión personal, pastoral y de estructuras.

Gracias papa Francisco, que has escuchado los anhelos de nuestra Iglesia de Zamora y ahora nos sigues dando fuerza para amar y servir en todo. Descansa en paz, descansa en Dios.

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