Opinión | Pasado de rosca

Trinos

Ahmed Tommouhi, el papa Francisco y Luisgé Martín.

Ahmed Tommouhi, el papa Francisco y Luisgé Martín. / LO

A rey muerto, rey puesto

Fallecido y enterrado el papa Francisco, el cónclave es el horizonte al que se dirigen todas las miradas en el Vaticano. Por lo que parece, hay una polarización entre los cardenales. Estas noticias conviene tomarlas cum grano salis —procede el latinismo—: para ser vaticanólogo hay que estar cerca del Vaticano y raramente un infiel como el que esto escribe puede atisbar lo que pasa en tan hermético lugar. Pero dando por bueno lo que dicen otros generalmente bien informados, unos cardenales serían partidarios del seguir con las reformas que dizque patrocinaba Bergoglio, mientras que otros querrían poner pie en pared y volver a la senda tradicional por donde transitaban los anteriores pontífices.

Alguno de estos últimos purpurados ya ha advertido de la posibilidad incluso de un cisma por tal motivo. Dado que, según sostiene la doctrina oficial de la Iglesia, el Espíritu Santo asiste a los cardenales en tan importante asunto como es elegir a quien ha de ocupar la cátedra de san Pedro, estoy impaciente por ver si las complacencias de la tercera persona divina se decantan por los tradicionalistas o los reformistas. Más que nada por saber si la marea de conservadurismo que amenaza con inundar el planeta forma parte de los designios divinos.

La indemnización

La Sala de lo Contencioso-Administrativo de la Audiencia Nacional mantiene que «no cabe afirmar la existencia de un error judicial craso o evidente» en la condena de Ahmed Tommouhi por violación y, consecuentemente, no solo le niega una indemnización por los 15 años que estuvo en prisión siendo inocente, sino que lo obliga a pagar las costas judiciales del procedimiento. El Tribunal Supremo lo absolvió en 2023 porque el que lo había condenado —que presidía la actual ministra de Defensa, Margarita Robles— desechó como prueba una muestra de semen que finalmente lo exculpó. Fue condenado por haber sido señalado en una rueda de reconocimiento. El auténtico violador, español, que fue capturado años más tarde, tenía un cierto parecido físico con Tommouhi. La prueba de ADN que se puede practicar sobre una muestra de semen da una certeza de más del 99%. Ahmed había llegado a España en 1991 con contrato de trabajo y permiso de residencia. Ahora no tiene ni trabajo ni permiso de residencia, por lo que si sale del país, no podría regresar. Así, lleva más de 30 años, desde su llegada a España en 1991, sin ver a su mujer, que sigue en Marruecos. Según la Audiencia Nacional, no hay error. Menos aún humanidad.

El odio

No soy ni nunca seré partidario de censurar, secuestrar o prohibir la distribución y venta de libros, de cualquier libro. Sí considero conveniente evitar la conculcación de derechos, pero para eso ya están los tribunales, que en este caso han desestimado la prohibición de distribuir un libro de Luisgé Martín titulado El odio, dedicado a José Bretón, asesino de sus hijos. El asunto lo llevó a los tribunales la exmujer de Bretón, madre de los niños asesinados. Parece que ella se enteró por la prensa de la inminente publicación del libro, lo cual constituye sin duda una falta de sensibilidad. A pesar de la decisión judicial favorable, la potente editorial Anagrama ha desistido de publicarlo, lo que apunta a un cálculo comercial antes que a razones culturales o morales: ganancias versus daño reputacional.

Habían surgido censores espontáneos que pedían en las redes boicot al libro y a la editorial. El autor, en cambio, sigue con la idea de publicarlo. Está en su derecho también. La publicación de un libro se justifica por sí misma. Un libro merece ser publicado si aporta algo de valor a los lectores. Y eso solo se puede juzgar después de haberlo leído. Es fácil invocar al Truman Capote de A sangre fría, lo difícil es estar a su altura.

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