Opinión | Apuntes del natural
Amores potentísimos y cosas de la edad
Un servidor ha visto bastantes esculturas de imágenes religiosas en museos y procesiones y debemos estar felices por la suerte que tuvimos de que Salzillo, recalara por aquí, por Murcia

Mario Vargas Llosa, el día de su ingreso en la Academia Francesa en febrero de 2023. / Teresa Suárez - EFE
Fallecimiento. (Con el permiso de ustedes, este apunte se lo dedico a un profesor que suele decir que lo que más le gusta de esta página son las cosas que dice la gente y que yo transcribo). En la calle, cerca del mercado de Verónicas de Murcia, una señora de unos sesenta años habla por el móvil, mientras que va andando con una bolsa de la que asoman un manojo de acelgas. «Oye, ¿sabes quién se ha muerto? El escritor ese ‘mejicano’ que era novio de la Preysler». Me gustó lo de ‘mejicano’, aunque fuese peruano el fallecido, porque para alguna gente todos los sudamericanos son mejicanos. Y qué más da que fuese premio Nobel y mil cosas más. Para esta mujer era ‘el novio de la Preysler’, sin más.
Releer. Hace dos meses, rebuscando entre los libros de viejo en el mercadillo de los domingos, me apareció La guerra del fin del mundo, de Vargas Llosa. Lo había leído en su momento, allá por los ochenta del siglo pasado, y es seguro que está en mi casa, aunque no sé exactamente dónde, entre los varios miles de libros que se extienden por todas las habitaciones. Así que lo compré, y lo leí, no como la primera vez enganchado al relato, aunque también, sino muy despacio, releyendo frases, revisando palabras y expresiones, muchas sudamericanas, que sonaban a gloria. Qué preciosa manera de escribir, que musicalidad, pura literatura que pasa de lo narrativo a lo poético, de lo político a lo filosófico continuamente. Ricos y pobres, soldados enviados al matadero por sus jefes, amores potentísimos, paisajes descritos con una minuciosidad que introduce al lector en ellos y los vive y hasta pueden olerse los perfumes de las retamas de los montes. Se murió, pero vive en sus libros, en este y en tantos otros. Era de los grandes y lo seguirá siendo.
Un buen lugar. La Comunidad Autónoma ha cedido al Ayuntamiento de Murcia los locales que fueron de la galería Clave, en la calle de El Pilar, de Murcia, para utilizarlos como un museo de la Semana Santa. Es una gran idea. Algunos todavía recordarán este magnífico sitio, con zonas en las que puede verse parte de la muralla árabe de la ciudad, y, aunque no es muy grande para acoger todo lo que atesoran las cofradías, sí que puede servir para que vayan rotando exposiciones en las se pueda ver de cerca muchas de esas obras de arte que solo miramos de refilón cuando desfilan en Semana Santa. Por supuesto, es de suponer que ahí no irán imágenes, que ya tienen su sitio en Iglesias y museos, sino esos otros preciosos detalles que guardan cada una de las cofradías.
A lo tonto. Al final, y a lo tonto tonto, me voy a tragar las cuatro temporadas de la serie Cormoran Strike. No se asusten, que varias de ellas solo tienen 4 capítulos. Lo que pasa es que verla es una absoluta garantía de distracción y relajamiento. Es cine negro, pero no hay torturas, ni asesinatos de niños filmados en directo, según modas actuales. Además, la protagonista es guapa, pero normal, no exuberante ni se la ve en pelotas nunca. Y el tal Cormoran, que es la estrella de la cosa, tiene un labio partido, le falta una pierna –se le ve el muñón varias veces- y le gusta empinar el codo de vez en cuando. Es decir, que no es un thriller al uso. Y se desarrolla en su mayor parte en Londres, que es un sitio que uno tiene bastante visitado y que se disfruta. Está muy bien, sin ser una gran cosa.
Semana Santa. Está saliendo la procesión de los Salzillos por la mañana del viernes. Aparece por la puerta de la iglesia el trono ‘La caída’ y varios cientos de teléfonos se elevan en el aire en las manos de sus dueños para hacer vídeos o fotografías. Son tantos los móviles, que desde detrás apenas se puede ver el paso. Por cierto, esa cara de Cristo medio tumbado en el suelo hay que verla. Qué maravilla. Qué artista aquel Salzillo. Porque un servidor ha visto bastantes esculturas de imágenes religiosas en museos y procesiones y debemos estar felices por la suerte que tuvimos de que Salzillo, recalara por aquí, por Murcia. Las últimas imágenes que vi en Segovia, no hace mucho, resultaban bastante diferentes, el Señor me perdone.

Los Dolorosa sale del templo, este Viernes Santo en Murcia. / Israel Sánchez
Mejor al sol. Una turista de unos cuarenta años a su pareja, viendo salir la procesión: «This is beautiful. It’s a sunny and warm day and everything looks shining. I prefer this quite better tan the dark one we saw last night». (Es un inglés muy elemental, pero se lo traduzco: «Es preciosa. Con este día tan soleado y cálido todo parece brillar. Me gusta ésta más que la oscura que vimos anoche». (Supongo que se refería a la del Silencio).
Lo que se lleva en el cuerpo. Dos mujeres hablan en la terraza de un bar: Una de ellas dice: «He visto en una revista fotos de Rosalía con otro payo. Se ha dejado al que hacía de cocinero en la serie, y antes se dejó al del rap. Ya lleva carrera la muchacha». La otra le responde: «Anda y que disfrute. Eso que se lleva en el cuerpo».
Fe de erratas. La semana pasada escribí en esta página un apunte sobre la consejera de Política Social, Conchita Ruiz, a la que le coloqué de segundo apellido el de su padre, es decir, la llamé Ruiz Abellán, y ella es Ruiz por su padre y Caballero por su madre. Usted perdone, señora consejera, son cosas de la edad.
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