Jam Albarracín: cuando el rock crecía en las entrañas de la periferia

Desde muy niña siempre me fascinó descubrir bandas, si eran locales y se daba la oportunidad de conocerlas, esa atracción iba in crescendo sobremanera. Buscaba sus discos, rarezas, fotos, fechas de conciertos y recortes de prensa como alma que se lleva el diablo.

Durante uno de esos rastreos musicales en los que invertía mi tiempo libre, recuerdo experimentar una sensación de shock al leer un titular ya pasado, debía de ser una publicación de 1981/1982: « Murcia se queda sin rock duro: Farmacia de Guardia, disuelta». La primera banda de punk rock que había tenido mi ciudad se había separado para siempre.

Debido, tal vez, a la incomprensión de un público que dejó agonizar un estilo incluso antes de su asentamiento en un país con mucho por reivindicar, pero que prefirió seguir otras corrientes.

Con el tiempo entendí que el talento se disuelve si los recursos son inexistentes, aunque alguna condición excelente se debe de tener cuando, cuatro décadas después, aún se siguen reeditando tus discos y hablando de Héroes de los 80, TNT punk pop, Cazadora de cuero, Veneno Rojo, Ella es demoledora o Archivos.

Tal vez ganar esa primera edición del Murcia Joven, y la fuerza temperamental de un joven que descuartizaba vinilos de Sex Pistols, The Clash, The Boys, Velvet Underground o los Heartbreakers de Johnny Thunders fueran el rayo de luz que necesitó Jam Albarracín para ataviarse con las cadenas necesarias, peinar su cresta y plantarse en Madrid con intención de reventar el foro y hacer saber a todos que el punk crecía en las entrañas de la periferia.

Cualquier rebelión a la industria era válida cuando se tenían claros los límites que debían sobrepasarse.

Ya entrados los 90, me instalé en Murcia y tuve la inmensa fortuna de conocer a ese tipo que siempre me había interesado o más bien impresionado. Lo había visto en fotos con Ana Curra o Eduardo Benavente y además de ser el crítico musical de moda, conducía un espacio llamado La Jam Evasión, diría que el mejor programa musical de televisión que se ha dado hasta la fecha, con el permiso de mi admirada Marisol Galdón y su Plastic.

Recuerdo perfectamente el momento en que coincidí con Jam. Fue a través de unos amigos comunes, en el Bar Azucaque, un fantástico lugar en la calle de La Gloria y regentado por nuestra querida Ana G. Alberdi. Debió hacerle gracia que una cría supiera tantas cosas sobre él, más bien sobre su vida profesional, y sin ser consciente del Sthendal que yo tenía encima, me contaba interesantes anécdotas sobre su paso por la multinacional BMG y las producciones a bandas como Overdrive o Abuela Dinamita.

También hacía alusiones de manera coloquial a sus otras formaciones después de Farmacia: Dementes, La Guardia Roja, Los Alberto y Arma Joven. Estoy convencida de que mientras respondía a mis tímidas preguntas no era consciente de que yo estaba descubriendo planetas inexplorados sin parpadear.

Y entonces decidí que quería ser como él, comunicadora, escritora musical. Y hablar como él, con la naturalidad precisa y templada, evocando reminiscencias sobre los conciertos que más había disfrutado, Blondie, Rory Gallagher en el 80, Ramones, Caetano Veloso o Wilko Johnson.

Jam y unos pocos como Jam fueron los artífices de una explosión de creatividad basada en el atrevimiento y la audacia antes que en la técnica, por eso me alegra más que a nadie el hecho de que no deje de recibir muestras de cariño, sobre todo por los músicos y esa nueva hornada de neo punk, que son los más importantes .

Algo tendrá el vino cuando lo bendicen.

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