Opinión | El especialista

Policía local, periodista y criminólogo

Anoche tuve un sueño

Cuando desperté, entendí que estas cosas pasan en la vida real

Imagen de archivo de un  agente de la  Policía Local de Murcia.

Imagen de archivo de un agente de la Policía Local de Murcia. / L.O.

Soñé que dos sinvergüenzas se estaban metiendo con una chica. Me pilló de paso, observé que uno de los agresores llevaba una navaja. La pobre chica estaba acojonada, llorando y asustada: poco podía hacer para defenderse ante tan grave situación.

Observé que había al menos diez personas en el lugar; todos conocían a la chica y ninguno parecía con ganas de hacer nada:

Allí estaba Pepito, el que tanto se queja de que la Policía nunca hace nada, que son unos gandules y unos cobardes, pero siempre que puede los llama por teléfono para que llamen la atención a sus vecinos, porque tienen la música puesta a las seis de la tarde. 

Estaba Pedrito, el que se queja continuamente de que la Policía solo sirve para poner multas, pero todos los días deja el coche aparcado en la parada de autobús y una vez que lo multaron se puso hecho un demonio. 

Estaba Josito, que tanto y tanto critica a los policías porque, según él, son unos chulos prepotentes, carentes de empatía, pero siempre que puede presume ante los amiguetes de ponerle los cuernos a su mujer. 

Estaba Paquito, ese que siempre dice que los policías son unos gandules y solo saben pasearse con el coche, pero ya lleva varios años sin trabajar, a pesar de haberle salido y rechazado varios trabajos, ¡ni que hubiera sufrido un esguince en el cerebro! 

También estaba Paquita, la que tanto odio tiene a los policías porque una vez la denunciaron por no recoger la mierda de su perro en la acera. 

Estaba Serafín, un hombre frustrado, ese que quiso ser policía pero lo suspendieron por tonto; pensaba que sin estudiar... el que tanto se queja de que siempre le denuncian a él y nunca a los demás

Estaba por allí Lola, la mujer de un traficante de drogas, la que más derechos predica en la carnicería del pueblo; la pobre piensa que todos los policías son unos drogadictos y corruptos. 

También estaban Pepa, Andrés, Lolo y Juanito. Los dos primeros salieron corriendo en cuanto vieron el filo de la navaja brillar y los otros dos cuando la chica comenzó a gritar. 

Pero lo más triste y real de todo el sueño es que nadie hizo nada. ¡Nadie hizo nada!

Y allí estaba yo, que soy policía, que no dudé ni un solo instante en que la chica necesitaba ayuda. Sin pensar en las consecuencias. Y no crean que no tenía miedo, porque lo tuve. Me lancé contra el individuo que llevaba la navaja y le metí un puñetazo en la cara que se quedó KO, por suerte, el tiempo suficiente para que unos compañeros uniformados lo esposaran, mientras el otro salió huyendo.

Pepito, Pedrito, Josito, Paquito, Paquita, Serafín y Lola no dejaron de mirarme con mala cara, fruto de la envidia y asco que tienen por el ‘uniforme’, criticándome por bruto y agresivo. Pepa, Andrés, Lolo y Juanito no dijeron nada, obvio, ya habían salido por patas antes de que se liara. Alguno hasta se ofreció a declarar como testigo en el juicio contra mí.

Soñé que me daban una medalla al mérito… cuando en realidad me condenaron por agredir a una persona a pagarle la dentadura. Y 3.000 euros me costó ‘la fiesta’. Soñé que me felicitaban, pero en realidad me suspendieron de empleo y sueldo tres meses. Pensé en si volvería a actuar de la misma forma cuando ocurriese algo así o me daría la vuelta... y sepan ustedes que haría lo mismo y que todos deberíamos reaccionar así. Menos mal que todo fue un sueño. O eso pensaba yo; me desperté y entendí que estas cosas pasan en la vida real.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents