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Donde dije digo...

"Trump y su Administración han tenido que rectificar ante la oleada de consecuencias negativas que estaban provocando sus demenciales decisiones de imponer aranceles"

Trump sostiene el cartel de los aranceles durante uno de sus discursos.

Trump sostiene el cartel de los aranceles durante uno de sus discursos. / EFE

Algunos piensan que el reciente bandazo de Trump pausando los aranceles durante noventa días, después de haberse deshecho en declaraciones de que no lo haría ni muerto ni vivo, forma parte de un plan que siempre estuvo en la cabeza del presidente y de sus asesores. La verdad es que esa teoría de los que ven a Trump como él mismo dice que se ve (como un genio) no es más que ‘bullshit’ como dicen los angloparlantes, o caca de la vaca en el idioma de Cervantes. La realidad es que Trump y su Administración han tenido que rectificar ante la oleada de consecuencias negativas que estaban provocando sus demenciales decisiones de imponer aranceles sin tener en cuenta los efectos que pudiera tener.

La situación se parece mucho a la que se vivió en Reino Unido cuando la recién ascendida a primera ministra, Liz Truss, tuvo que dimitir después de solo 49 días por el terremoto provocado ante el anuncio de un presupuesto que no contemplaba ninguna provisión creíble de financiación para el generoso gasto que anunciaba. Los tories rectificaron al estilo británico, quitando a Truss y poniendo a un nuevo primer ministro. Pero Estados Unidos no es el Reino Unido y las reacciones del mercado ante las desquiciadas medidas del presidente no tienen ninguna opción de provocar un cambio.

Aunque lo nieguen el presidente y sus consejeros, la realidad es que han topado con un muro infranqueable formado por los mercados y por la forma en que se elige el Congreso y el Senado norteamericanos. En cuanto a los primeros, no se trata solo de la enorme pérdida de valor de las acciones en Bolsa ante los aranceles, sino el inusitado fenómeno de la venta masiva de bonos a largo plazo del Tesoro norteamericano y la correspondiente subida de los intereses, un índice que se usa como referente de las hipotecas.

Además de la venta masiva de bonos, Trump se enfrenta a la rebelión de sus propios congresistas y senadores, que ven cómo sus electores denuncian los aranceles que otros países están poniendo sobre sus producciones locales. Y es que canadienses, chinos y europeos tienen claro que esa es la mejor forma de torcer la mano de un presidente cuya elección se debe a la sobrerrepresentación electoral de unos pocos estados del interior. Copiando el infame eslogan electoral de los batasunos, «hay que darles donde más daño les hace».

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