Opinión | Mamá está que se sale
Los viejos ingenieros
Hace falta gente ingeniosa e independiente

Coronas de flores ya secas en el barranco del Poyo, en la localidad de Pincanya, Valencia. / EFE/ Kai Försterling
Hace unos cuantos años, acompañé al ‘Hombre de los Números’ a visitar a un antiguo profesor. Había sido uno de los ingenieros que diseñaron y ejecutaron las obras del Plan Sur de Valencia, ese proyecto faraónico por el que se desvió el cauce del río Turia, de forma que rodeara la ciudad en vez de atravesarla de oeste a este, y así evitar que inundara Valencia entera cada cierto tiempo. Nos lo contó con la sencillez de quien domina la materia de la que habla.
Contó que no fue una obra por capricho. Valencia es un territorio ganado al mar por miles de años de aluviones como el que cayó del cielo en octubre pasado. De hecho, desde Sagunto hasta Gandía son terrenos ganados al mar por los sedimentos arrastrados en todos esos episodios. La región es una gran llanura, rodeada de barrancos y ríos cortos, que descargan en unas horas miles de metros cúbicos de agua y no dejan margen para ninguna reacción. La única forma de dominar esa bestia que era el Turia cuando se desbordaba, era encauzarlo con una gran obra ingeniería.
También nos habló de la otra obra de ingeniería, esta vez financiera, que consistió en idear el modo de financiarla. El sobrecoste se fue pagando mediante sellos de correos, de 25 céntimos cada uno, que tenía que añadir cada valenciano a su sello ordinario cada vez que enviara una carta o un paquete. Pero esa es otra historia.
El caso es que ese maestro y el resto de ingenieros son los que mejor han luchado contra esas riadas, y que en Valencia y en otros lugares, como Murcia, proyectaron el actual sistema de presas y embalses.
Las obras hidráulicas son ese conjunto de obras -para algunos una ofensa al paisaje autóctono y poco menos que dinero desperdiciado- que, llegada la hora, manifiestan claramente su utilidad, como ocurre con el desvío del Turia en Valencia. Solo pueden ser los ingenieros quienes lo proyecten, porque son los que saben de ello.
Hay que darle a Dios lo que es de Dios, y al César lo que es del César. No puede quedar la decisión del diseño y ejecución de esas obras al arbitrio del político de turno.
Ha habido quien ha culpado de las consecuencias de la dana en Valencia a quienes impulsaron el plan de protección de la huerta, sacrificando para ello la ejecución de las obras del barranco del Poyo, el que se desbordó siniestramente. Hay que pensar que este plan de protección de la huerta cumplió su objetivo: verdaderamente la huerta se regó. Eso sí, a costa no sólo de los fallecidos, sino de los miles de damnificados que lo perdieron todo. Pensar que las obras del barranco del Poyo estaban diseñadas y previstas para su ejecución sólo me hace sentir profundamente triste, decepcionada con ese ecologismo tontucio, demagógico y desorientado. Por si no tienes bastante, una de las propuestas que se oían -ahora ya no, claro- era la de devolver el Turia a su cauce.
Ojalá vengan los tiempos en que los problemas se resuelvan por gente como aquel maestro. Competentes en lo suyo e ingeniosos para llevarlo a cabo.
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