Opinión | La Feliz Gobernación

Demándanos a tós, Juancar

El rey Juan Carlos y Miguel Ángel Revilla, en una imagen de archivo.

El rey Juan Carlos y Miguel Ángel Revilla, en una imagen de archivo.

¿Por qué a mí? se preguntaba lloroso Miguel Ángel Revilla en respuesta a la denuncia del emérito Juan Carlos I para defender su honor de alguna cosa que ha dicho sobre él el expresidente de Cantabria. Es lo que me pregunto: ¿por qué a él? ¿Por qué a él y no a Bernar Freiría, quien ha publicado Diario apócrifo del rey emérito (MAR Editor), un libro en que suplanta la voz del amante de Bárbara Rey, endilgándonos lo que parece ser una autobiografía real bajo la fórmula de un diario de verano?

Las opiniones, incluso las de Revilla, no delinquen, pero otra cosa es usurpar la identidad de una personalidad pública para hacer pasar la propia perspectiva que de él se tenga como si se tratara de confesiones del concernido. Es lo que hace Freiría en su libro, y resulta sorprendente que JCI no haya denunciado tamaña apropiación de personalidad ajena, la suya.

Es cierto que ya desde el propio título se indica que el texto es ‘apócrifo’, y aunque es más que probable que Juan Carlos desconozca el significado de esa palabra, algún abogado debe habérsela traducido echando por tierra mis esperanzas de que nos llegara (soy un modesto prologuista de la edición) una denuncia desde Abu Dabi.

El libro se está vendiendo bien, lleva varias ediciones y todavía convoca actos públicos de presentación, pero las ventas serían espectaculares si el emérito hubiera tenido el detalle de denunciar al autor en vez de optar por el plasta de Revilla.

Bernar Freiría es un hombre tranquilo, felizmente refugiado en sus artes literarias, y por lo que lo conozco, poco amigo de sufrir sobresaltos, pero contra su comodidad existencial, yo preferiría que el exrey lo demandara judicialmente en beneficio de la buena literatura, que seguiría siendo buena aunque alcanzara la condición de best-seller a consecuencia de la demanda. Por si se anima, le acabo de enviar a Abu Dabi un ejemplar junto a una lata de anchoas.

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