Opinión | Lo veo así

Dani Alves: abusos sexuales con testigos, luz y taquígrafos

Frente a la firmeza en sus declaraciones de la víctima, el cambio de versión, tres veces, de Dani Alves

El futbolista Dani Alves junto a su abogada, Inés Guardiola.

El futbolista Dani Alves junto a su abogada, Inés Guardiola. / Enric Fontcuberta/EFE

En 2022, en una discoteca de Barcelona se producía, al parecer, una violación por parte del futbolista Dani Alves a una chica en el baño de un reservado. La joven denunciaba al personal de seguridad del local que había sufrido una agresión sexual por parte de Alves, poniéndose en marcha el protocolo para estos casos: la mujer declaraba ante los Mossos d’Esquadra y era trasladada al Hospital Clínic, para su revisión médica.

Bueno, no se trata aquí de relatar lo que aconteció después, porque todos y todas conocen que se celebró un juicio contra el futbolista. Que la Audiencia de Barcelona le condenó a cuatro años y medio de cárcel por abuso sexual a la chica. Que Alves estuvo en prisión preventiva durante catorce meses, y que salió en libertad provisional en marzo del año pasado, tras depositar una fianza de un millón de euros.

Y ahora llega el bombazo informativo, con la resolución del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que decide absolver al futbolista al revocar la condena de cuatro años y medio de cárcel que le impuso la Audiencia de Barcelona por la violación de la joven denunciante. 

En su sentencia, la sala civil y penal del TSJC estima el recurso presentado por la defensa del jugador brasileño y lo absuelve de agresión sexual, al considerar que las pruebas practicadas en el juicio no permiten «superar los estándares que exige la presunción de inocencia». Sí, esto dicen los componentes del tribunal -formado por tres mujeres y un hombre-, que consideran que no se puede entender la credibilidad de la víctima como un sinónimo de fiabilidad, diciendo algo así como que: «credibilidad responde a una creencia subjetiva, que no se puede contrastar». 

Pues no, no se puede contrastar, porque, para eso, los abusos sexuales tendrían que hacerse con público delante, y lo más normal es que no sea así. Lo más normal es que ese hecho se produzca en la intimidad entre el agresor y la agredida. Una agredida que, entre lágrimas, ya manifestó esa noche su miedo a no ser creída -seguramente por eso de no tener testigos-; que ha mantenido una discreción absoluta, sin buscar protagonismo y rechazando importantes ofertas económicas para aparecer en programas de TV; y que, al parecer, dijo no a una oferta monetaria del jugador, que pretendía con ello silenciarla y tener la fiesta en paz. 

Esta actitud de la chica es todo lo contrario a la que hubiese llevado a cabo una ‘buscavidas’, ansiosa de notoriedad por haber tenido una relación con un rico y famoso futbolista. No ha buscado fama. No aceptó compensaciones económicas y se ha mantenido siempre en su misma historia, sin cambiarla, sin dejarse llevar por las presiones que ha venido recibiendo. Quizás esa firmeza en sus convicciones es lo que llevó a la jueza que condenó al futbolista a destacar la ‘contundencia’ y la ‘persistencia’ de la víctima en sus declaraciones. Algo que brilló por su ausencia en la confesión de Dani Alves, ya que el jugador dio tres versiones distintas, con múltiples contradicciones entre ellas. 

Al parecer, los magistrados del TSJC basan la absolución de Dani Alves en la presunción de inocencia del mismo, al sostener que «la prueba principal, la declaración de la denunciante, es un testimonio no fiable y, por lo tanto, no suficiente para desvirtuar la presunción de inocencia del acusado».

Pues esto está muy bien, pero, a partir de ahora, ¿qué ocurre? Porque será muy difícil demostrar una agresión sexual sin testigos, si tampoco se tiene en cuenta la firmeza de las declaraciones de la víctima, en comparación con las contradicciones -e intento de compra de voluntades- por parte del acusado, porque nos da la impresión de que no se han tenido en cuenta las distintas actitudes de los involucrados. 

Y objetar una sentencia no significa dudar de la Justicia.

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