Opinión | Nos queda la palabra

Mi kit

La verdadera batalla se libra en la defensa de la verdad y del estado de bienestar europeo

Ilustración de Leonard Beard.

Ilustración de Leonard Beard.

Ganas dan de, como buen marxista, exclamar que «paren el mundo que me bajo». Fue el bueno de Groucho el que acuñó la famosa frase, que también ilustra numerosas viñetas de la también recordada Mafalda. Ni el hermano mayor de los cómicos ni el dibujante Quino hubieran tenido palabras para glosar a los locos demenciales que ahora habitan en las casas blanca y rosada.

Hogar de los que han expulsado ya a una gran parte de los que les votaron o pusieron allí, ahora enterrados en los ‘guantámano’ patrios y foráneos o deportados a los países de los que huyeron.

Sus bravatas, estupideces y amenazas nos despiertan a todos el ansia de encerrarnos en un zulo individual, dejarlo todo y entrar en una burbuja con un kit verdadero. Esto es: libro, música, papel y lápiz para escribir. Lejos del que nos propone Bruselas, que, por supuesto, tiene como estrella el móvil.

No vamos a darles en el gusto. Ayudar a estos personajes en el bombardeo diario que lanzan contra todo lo colectivo, la sociedad y el Estado. El mismo que hurtan a los demás para patrimonializarlo en beneficio propio.

La verdadera batalla se libra en la defensa de la verdad y del estado de bienestar europeo. Menos armas, que es a lo que nos instan los monstruos que dirigen las grandes potencias, y más argumentos a favor de un modo de vida que pone en el centro a la sociedad, como baluarte del individuo.

Ya hay países donde los españoles, incluidos aquellos que, como en la Región de Murcia, tienen tradición emigrante, son despedidos para dar prioridad a los nacionales. No les cortan el pelo ni les ponen grilletes aún, pero reciben el finiquito como consecuencia del vuelco en las políticas de emigración en nuestro continente, que ha pasado de ser refugio de los derechos humanos a criminalizar al que viene de fuera.

Ni kit ni Kit Kat. Si Europa no reacciona, la viñeta está escrita, al igual que el epitafio antes de perderlo todo: «Perdonen que no me levante».

Mientras tanto, confiemos en recuperar el sentido y la verdad y, como mi ídolo, repitamos: «Pienso vivir para siempre, o morir intentándolo». Vamos Europa.

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