Opinión | MIEL, LIMÓN & VINAGRE

Pablo Echenique, el insulto como ética

En el universo Echenique, el feliz paraíso ético de cierta izquierda reaccionaria que ha representado el populismo de Podemos, los sacerdotes son todos hediondos pederastas, los migrantes, seres de luz, almas ejemplares, gente siempre enrollada

Pablo Echenique.

Pablo Echenique. / EPE

"Estadísticamente es mucho más probable que un sacerdote cometa un delito de agresión sexual contra menores de edad que delinca una persona migrante. Desde el punto de vista de la seguridad ciudadana sería más eficaz deportar sacerdotes que endurecer la política migratoria". Este texto corresponde a un tuit publicado por Pablo Echenique en mayo del pasado año y pretendía responder a unas declaraciones del arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, que criticaba una supuesta regularización de 500.000 migrantes que diseñaba el Gobierno español: "Se nos puede colar gente que son indeseados". Echenique fue denunciado por la Asociación de Abogados Cristianos y una jueza ha admitido la querella "por delito de odio contra los sacerdotes" y le ha abierto procesamiento.

El tuit de Echenique es un verdadero espejo de su personalidad política y moral. Personalmente no creo que sea expresión de un delito de odio. Simplemente es un insulto repulsivo y, como la mayoría de los insultos, se nutre de la estupidez. ¿Cómo construye Echenique esa estadística? ¿De veras que entre medio millón de migrantes no habrá ni uno que robe, que estafe o que provoque broncas a navajazos? Los sacerdotes son todos hediondos pederastas, los migrantes, seres de luz, almas ejemplares, gente siempre enrollada. Es el universo Echenique. El feliz paraíso ético de cierta izquierda reaccionaria que ha representado el populismo de Podemos. Es una ética que no busca la lucidez, ni el riesgo, ni la verdadera autonomía del individuo, ni asumir la pluralidad de los matices. Una izquierda camastrona que siempre tiene razón, y si no se la das, por supuesto, es porque eres un fascista de tomo y lomo. Los echeniques de Podemos no son ni más ni menos que eso.

Pablo Echenique nació en Argentina hace 46 años, pero se trasladó a España a los 13, mudándose con su familia a Zaragoza. Sus padres decidieron el cambio de domicilio porque entendía que su hijo, aquejado de una atrofia muscular espinal —una enfermedad hereditaria y degenerativa— podía ser mejor tratado médicamente en España que en Argentina. Fue un niño estudioso y un adolescente brillante y a los 23 años se licenció en Ciencias Físicas; antes de cumplir los 27 se doctoró en la Universidad de Zaragoza. Ya entonces había ganado una plaza en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Los físicos teóricos no son muy abundantes en la política española, pero Echenique puede reivindicar un antecesor, Javier Solana, catedrático de Física de Estados Sólidos, ministro de Cultura, ministro de Exteriores y secretario general de la OTAN.

Los amigos de Echenique lo recuerdan, antes de los treinta años, como un científico que se identificaba con un centroizquierda moderado y liberal. Por algo estuvo militando en Ciudadanos varios meses. Y luego el salto a Podemos. Pablo Iglesias, Íñigo Errejón y Luis Alegre le encontraron ventajas. Era como un pergamino limpio donde podía escribirse cualquier cosa sin resistencia. Jamás defendió otra estrategia, otro modelo de partido, otra retórica que no fuera la que dictaba la dirección, y lo que rápidamente se convirtió la dirección: la voz y el eco de Iglesias. Por eso estuvo entre los primeros cinco eurodiputados de Podemos. Por eso se cuadró y admitió asumir la secretaría general de Podemos Aragón. Por eso, por una lealtad granítica, fue secretario de Organización entre 2016 y 2019, y después siguió en el comisariado como secretario de Programas hasta 2023. Cuando Iglesias huyó del Gobierno para asaltar los cielos tabernarios y nombró papisas sucesoras a Belara y Montero, Echenique ya estaba amortizado. En medio, una denuncia por no pagarle la seguridad social a una empleada. Se le dejó caer y calló obedientemente en su caída. Ahora solo tuitea clichés bobalicones. Es un amargo consuelo.

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