Opinión | Cartagena D.F.
Tan como vosotras
Si todos fuéramos iguales, si fuéramos don o doña perfectitos, nos perderíamos la riqueza de la variedad, nos perderíamos a personas con la energía, la luz y la valentía de Paula, Irina e Irene

Fotografía proporcionada por Andrés Torres con motivo de la campaña de calcetines desparejados #Mezclateconmigoasct. / A. T.
Un día, de repente, encuentras a personas que relumbran, que están llenas de luz, que saben que la mejor forma de enfrentarse a sus penas, sus dificultades y sus días grises, pasa por derrochar alegría en cada paso, en cada palabra, cada gesto y cada obra. Son personas sencillas, con sus rutinas, sus manías, sus vicios, sus gustos, sus virtudes, sus lamentos, sus aficiones, sus costumbres, sus deseos, sus sueños, sus pasiones... Son personas con su vida y se enfrentan a ella con limitaciones. ¿Quién no las tiene? Son personas diferentes, diversas. ¿Quién no lo es? Si todos fuéramos iguales, si fuéramos don o doña perfectitos, nos perderíamos la riqueza de la variedad, nos perderíamos a personas con la energía, la luz y la valentía de Paula, Irina e Irene. Yo he tenido la suerte de conocerlas esta semana y no se me van de la cabeza.
Paula trabaja en una cafetería del centro. Cuando le preguntas qué hace, despliega verbalmente una lista de tareas infinita. Tienes que detenerla y decirle que ya te ha quedado claro. Muchos de nosotros responderíamos lo mismo a esta pregunta si ocupáramos su puesto de trabajo, pero no lo haríamos igual. Nuestro tono sería de queja, de protesta, de resignación y lamento. Paula enumeraba sus cometidos con orgullo, poderosa, con la cabeza alta y diciendo con cada sílaba y con su mirada «aquí estoy yo». Su aparente seriedad y formalidad enriquecían aún más sus contadas sonrisas, que iluminaban como un repentino flash el estudio de radio que compartimos apenas media hora.
Irene es más vivaz, tremendamente más sonriente y «echá pa’lante». Su debilidad se llama Isabel Pantoja y lo proclama a los cuatro vientos sin pudor, sin vergüenza y sin dudar en lanzarse a cantar cualquiera de sus canciones. Ya ha estado en algún que otro concierto y sueña con subirse al escenario con ella algún día. ¡Qué fácil es ser feliz y hacer feliz! ¡Y qué difícil nos lo ponemos! Lo que me derrite por completo de Irina es el entusiasmo con el que explica cómo ayudan a los más pequeños de Asido Cartagena, cómo les cuentan sus experiencias y les enseñan lo que ellos han aprendido antes. Lo hace con naturalidad y sencillez, con normalidad. Todos hemos aprendido de pequeños de lo que han vivido nuestros mayores. Claro que sí, Irina, tenemos que enseñar a los que vienen detrás las lecciones que vamos aprendiendo en la vida, sabiendo que ellos deberán superarlas con nuestra ayuda y nuestro apoyo, pero por sí mismos.
Irene parece la más tímida e indecisa, insegura cuando no controla de lo que habla. ¡Como todos! Hasta que le tocas a su «Barça». Entra al trapo en el pique con los madridistas, de los que se defiende con seguridad y convicción y, entonces, se esfuma la vergüenza y te regala a la mejor Irene, la que te cuenta que ella también trabaja y que le encanta estar con sus compañeros. Su cara de satisfacción produce una tremenda envidia.
Pero a mí no me engañan. Podemos tender a tratarlas con condescendencia, con una falsa superioridad que ni es ni jamás será tal, con pena, incluso. Quizá porque creamos que su situación y sus carencias las protegen de un mundo que es tan real para ellas como para cualquiera de nosotros, aunque pensemos que ellas no se enteran y que son ingenuas e ignorantes y eso les da la felicidad. Nada de eso. Paula, Irina e Irene se dan tan o más cuenta que tú y que yo de cuanto las rodea y es su actitud ante la vida lo que las hace especiales, lo que nos deslumbra y enamora de ellas a quienes las tratamos.
Seguro que a Paula, Irina e Irene les preocupan las tensiones y problemas de este mundo, los debates y pulsos de los políticos y todas esas cosas que nos cuelan por las pantallas. Pero luego se enfrentan a la vida real, a su vida real, como tú y como yo. Las tres tienen síndrome de Down y han participado en la campaña de calcetines desparejados #Mezclateconmigoasct para apoyar la diversidad. También en la iniciativa nacional para visibilizar esta condición con motivo del Día Mundial del Síndrome de Down. El lema de esta campaña es #tancomotú, pero a mí no me gusta nada. No quisiera que Paula, Irina e Irene se parecieran en absoluto a mí ni a muchos como yo. Me gustan como son. Me encantan y me enamoran. ¡Ojalá fuéramos tan como vosotras!
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