Opinión | Noticias del antropoceno

Más lunas de las que necesitamos

National Geographic titula así la noticia: «Saturno tiene ahora un número ridículo de lunas». Se refiere al reciente descubrimiento de nada menos que 123 nuevas lunas que orbitan alrededor del planeta conocido por sus espectaculares anillos. En total hacen 279 y elevan el número de lunas del Sistema Solar a más de 400. Desde luego hay más lunas de las que la especie humana tendría necesidad para solucionar sus necesidades de colonización y extracción mineral. Lo mejor de tanta cantidad es que aumentan exponencialmente las posibilidades de encontrar algo interesante en alguna de ellas. Actualmente hay dos misiones en marcha, una americana y otra europea, para explorar sendas lunas de Júpiter, especialmente Europa, la luna más interesante y prometedora.

La causa de tanta luna es la conformación del Sistema Solar, un acontecimiento lleno de sucesos recurrentes a cual más pasmoso. Porque lo que ahora parece una foto fija sin apenas movimiento alguno es la consecuencia de numerosos acontecimientos catastróficos desde que una nube de gas y polvo, proveniente de la explosión de alguna supernova, empezó un nuevo ciclo de regeneración. Los minúsculos componentes sólidos de la nube primigenia chocaron entre ellos y se fueron adicionando y acrecentando. De hecho, este fenómeno físico se llama acreción. Cuanto mayor tamaño adquieren esos conglomerados sólidos, mayor poder de atracción ejercían sobre los cuerpos que los rodeaban. De las decenas de planetas que cuajaron en esferas, solo quedaron ocho restantes, aparte de muchas lunas, después de un período repleto de colisiones catastróficas.

A partir de un cierto tamaño adquieren la forma de una esfera más o menos perfecta dependiendo de los materiales que la componen y de la fuerza gravitatoria de cuerpos similares que lo rodean. El Sol es eso mismo, pero con tal tamaño y con tal proporción de gas que en un momento determinado empieza a fusionar el hidrógeno para convertirlo en helio con la consiguiente creación de energía en forma de luz y calor. En los inicios del Sistema Solar se formaron cientos de esferas relativamente pequeñas y predominantemente rocosas, más cerca del Sol, o enormes y con mucho componente de gas en las órbitas exteriores.

Las 279 lunas de Saturno corresponden casi en su totalidad a cuerpos rocosos que no cuajaron en esferas porque no llegaron al límite necesario. Y esa es la mala noticia: las nuevas lunas no son esferas, tienen formas monstruosas más parecidas a deformes patatas espaciales.

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