Opinión | Misa de doce

A Dios rogando y con el mazo dando

La semana pasada compartí micrófono con los amigos del programa Hora Cofrade que emite Radio Murcia. Charlamos sobre cine y en concreto sobre el relato que en torno a la figura de Jesús de Nazaret había construido el séptimo arte. A la pregunta sobre cuál era a mi juicio la mejor película sobre Jesucristo, mi respuesta fue clara y rotunda, El evangelio según San Mateo del maestro Pasolini. Ateo convencido, por cierto, nos brinda en clave neorrealista su personalísima visión sobre la pasión que fue vista, en su momento, como una declaración católica marxista y que, a día de hoy, es considerada por L’Osservatore Romano, periódico oficial del Vaticano, como «la mejor obra cinematográfica sobre Jesús».

Estamos en marzo y es cuaresma, parafraseando al maestro Galiana, y con ella la ciudad comienza a desperezarse de su letargo nazareno preparándose para la Semana Santa. Pregones, quinarios, traslados… Los que estamos en el ajo procedemos a rescatar las túnicas y resto del hato de los altillos para, si fuera menester, llevarlas a la tintorería para una puesta a punto.

Hasta donde alcanza mi memoria, mis primeros recuerdos se remontan a la mañana del Miércoles Santo. El olor a huevo cocido y monas, recién traídas de la panadería, el sonido producido por las bolsas de celofán al embolsar los caramelos, esas miradas compulsivas al cielo para comprobar si en el horizonte se atisbaba alguna nube que amenazara el cortejo de la tarde. Todo formaba parte de una liturgia que a medida que iba cumpliendo años incorporaba nuevos ritos.

Reconozco que desde bien niño me he criado oliendo a incienso y al ritmo que marcaban las marchas procesionales. Fruto de ese legado heredado de mis antepasados la Semana Santa siempre se ha vivido, y se vive, de manera muy intensa y con entusiasmo en mi familia pero debo admitir que, con el paso de los años, he ido tomando distancia con ese mundillo como consecuencia de mi intolerancia a la hipocresía, que poco a poco se me agudiza con la edad.

Y es que, queridos lectores, la hipocresía por estos lares, aunque en todos sitios cuecen habas ya que es intrínseco al ser humano, huele. Así me lo reafirman mis muchos años de militancia en el sector.

Cayese sobre mí toda la ira de Dios si levantara falso testimonio en lo que voy a describir y no escuchara desear, tiempo ha, a cierto sacerdote que un mal aire se llevara al otro barrio al actual papa Francisco por no usar las casullas más suntuosas y lujosas como sí lo hacía su predecesor Benedicto XVI y ahora, por cierto, anda la susodicha eminencia organizando vigilias para rezar por la salud y pronta recuperación de su santidad. O la hipocresía de aquellos que forman parte de la cofradía de A Dios Eogando y con el Mazo Dando y predican, catecismo en mano, el amor universal promulgado por Jesucristo pero miran hacia otro lado y les niegan el saludo a aquellos que han decidido amar de manera diferente a la suya.

Disfrutemos de la tradición, la fe (el que la tenga) y el rico patrimonio de nuestras cofradías y huyamos de la cada vez más numerosa cofradía de A Dios Rogando y con el Mazo Dando.

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