Opinión | La balanza inmóvil

Magistrado

Confianza

En el estudio ‘Confianza en la Sociedad Española’, de la Fundación BBVA, los encuestados consideran la independencia judicial clave para la democracia y el Estado de derecho

El nuevo estudio de la Fundación BBVA.

El nuevo estudio de la Fundación BBVA. / Europa Press/Cuatro

Hoy estoy contento. Último día del mes más corto del año-y encima no es bisiesto- y víspera de que comience la cuenta atrás para mi jubilación, que por mucho que se diga, no es júbilo, sino un «hasta aquí has llegado». Por lo que empiezo a acostumbrarme a cobrar la mitad del sueldo y a que los bancos ya no te den ni un préstamo de 1.000 euros. Pero me iré contento, porque el pabellón de los jueces está alto, si atendemos a lo que publican esta semana los noticieros de este país. Una estadística, que no es del CIS -que sería menos fiable que un dietista obeso-, sino de la Fundación BBVA, recoge que los jueces están a la cabeza de la confianza de los españoles, junto con la medicina y la ciencia, en tanto que los políticos están a la cola. También, que las radios y los periódicos generan más credibilidad que las televisiones y las redes sociales -cuyos ‘influencers’ están por debajo del umbral de confianza de los ciudadanos-. Los ayuntamientos dentro de las instituciones políticas son los más valorados, seguidos por los gobiernos autonómicos y los parlamentos. Por el contrario, el Gobierno de España y los partidos políticos son los menos valorados.

Veamos si tienen o no razón los encuestados, partiendo de la base de que el pueblo siempre tiene razón. Otra cosa es que, después, su decisión se la pasen por el forro de sus intereses los políticos, con pactos contra natura que permiten que un prófugo de la Justicia mande desde Waterloo a los españoles mientras él y los suyos no quieren ser españoles. O las políticas que cuando tienen que llevar a cabo su lema de «hermana, yo sí te creo», no hacen nada porque es un hombre de su partido.

Los encuestados consideran la independencia judicial clave para la democracia y el Estado de derecho. Y esa independencia la demuestran investigando a todo el mundo por igual, aunque sean familiares del presidente del Gobierno, o el mismísimo defensor número uno de la legalidad, que es el fiscal general del Estado, aunque no lo parezca. Y es que, a pesar de ser investigado, requisado su móvil y registrado su despacho oficial, no dimite. Y lo peor son las razones que da para no hacerlo, pues dice que sería debilitar a la Fiscalía y hacer una concesión a los delincuentes. «Los españoles confían en los jueces a pesar de la campaña del Gobierno en su contra», reza otro titular periodístico. Y es que, que los jueces sean independientes se ve como pilar básico del estado de derecho. La encuesta los considera competentes y objetivos, y a los tribunales, neutrales, al igual que la policía, la Guardia Civil y el Ejército. La única espina parece ser el Tribunal Constitucional, cuya mayoría de miembros -y en especial, su presidente- dice que son afines al Gobierno. Me niego a criticarlos antes de que vea sus resoluciones en casos tan importantes como la amnistía, pues parece que ha avisado a Sánchez de que la Carta Magna exige solidaridad entre las comunidades. Mi esperanza es que esa advertencia la lleven a efecto, no permitiendo que unos territorios se vean beneficiados -para que los independentistas voten a favor del Gobierno en el Congreso- del deterioro, menosprecio, o ninguneo de los demás.

¿Pero por qué no hay confianza en los políticos? Supongo que será por una mezcla de circunstancias, entre las que se encuentran, por un lado, que no cumplen con lo prometido, sobre todo en campaña electoral -sus cambios de opinión son vergonzantes-; por otro, por su escasa preparación en la mayoría de los casos; y, sobre todo, porque últimamente estamos viendo cosas insólitas, y no solo en España. Verbigracia: un condenado se indulta a sí mismo nada más tomar posesión de su presidencia en EE UU -al igual que el que se va lo hace con sus familiares-, también perdona a sus partidarios que asaltaron el Capitolio, a sus parientes y sus amigos. Y en España se amnistía, pero no por amistad, sino por conveniencia personal. Aquel, Trump, retuerce tanto la historia que hace al agresor víctima y viceversa; cambia nombres a los golfos de tierra -los otros siguen con sus mismos nombres-; se rodea de colaboradores que, dicen, saludan como los nazis; quiere anexionarse territorios que no son suyos sin contar con sus habitantes; impone aranceles a quienes no le bailan el agua; y menosprecia a Europa. Pues este personaje es el que manda en el país más poderoso del mundo y se hace amigo de un guerrero invasor de territorios ajenos. Y, encima, sus decisiones nos afectan a todos. 

¿Cómo se va a confiar en todos estos políticos? 

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents