Opinión | Noticias del Antropoceno
De la República al Imperio
No será la primera vez en la Historia que un país con instituciones republicanas cae preso de las ambiciones de un hombre fuerte, que utiliza la demagogia populista para presentarse como una solución simple a todos los problemas del momento, por muy complejos que estos sean. Las masas tienen su propia dinámica como masa, tal como lo formularon Ortega y Gasset por un lado, y Elías Canetti por otro, este último con su imprescindible ensayo Masa y Poder. Julio César fue investido como dictador para hacer frente a una situación de peligro existencial para la República, y a partir de ahí contribuyó al manual de todas las dictaduras que desde entonces fueron: provocar una situación de inestabilidad y presentarse como solución.
Fue el juego que intentaron Armada y Milans con el asalto al Congreso por parte de un grupo de guardias civiles. O lo que intentó Trump el 6 de enero de 2021 arengando a sus partidarios a asaltar el Congreso y evitar la proclamación de Joe Biden como legítimo ganador de las elecciones presidenciales; era la primera parte del golpe. Logró evitarse, aun a costa de muchas vidas, gracias sobre todo a la firmeza moral de Mike Pence, vicepresidente en la primera presidencia de Trump.
Con la autoridad que le da su incuestionable triunfo electoral, Donald Trump está intentando ejecutar el golpe de Estado que hace cuatro años las instituciones de la República (desde la presidencia hasta los jueces, pasando por la policía) frustraron. Con su Departamento de Eficiencia Gubernamental como excusa, está limpiando el Servicio Civil y la Milicia de elementos presuntamente desleales. Simultáneamente, Elon Musk ha puesto el punto de mira en los jueces. De esta forma, todos los resortes del Estado se alinearán con su objetivo, que no es otro que el poder imperial sin cuestionamiento y sin contrapesos.
Ni qué decir tiene que todos los imperios acaban sucumbiendo a sus propias contradicciones. Y es que las dictaduras son siempre una trampa para elefantes. Los dictadores, por definición, no aceptan críticas ni están dispuestos a rectificar sus políticas, por malos que sean los resultados. Sin crítica ni rectificación, los problemas se enquistan y se agravan. Las democracias tienen la virtud del cambio permanente, aunque eso dé apariencia de caos. Esa es la esperanza para terminar con Trump. Y no por casualidad este empieza ya a hablar de un tercer mandato, por muy inconstitucional que sea.
Suscríbete para seguir leyendo