Opinión | La feliz gobernación
'La Región invertebrada', por Ángel Montiel
Los alcaldes de Campo de Cartagena y Mar Menor han buscado una fórmula para establecer sinergias entre ellos, y de ahí surge la asociación de los siete: Cartagena, San Javier, San Pedro del Pinatar, Los Alcázares, Torre Pacheco, Fuente Álamo y La Unión

Los alcaldes firman la creación de la Asociación de Municipios de la Comarca del Campo de Cartagena y Mar Menor. / Iván Urquízar
Los municipios del Campo de Cartagena y Mar Menor se han constituido esta semana en asociación para la defensa de los intereses comunes y para impulsar políticas que promuevan un beneficio común. Se trata de una de esas noticias que suelen ser olvidadas al día siguiente de su emisión, pues pasan a primera vista por ser un gesto formal, sin aparente mayor trascendencia. Pero el asunto es de capital importancia en un contexto en que se produce un gran desperdicio de las energías políticas, muchas veces encomendadas al sumidero de las polémicas banales.
La Región de Murcia está muy desestructurada. Cuenta con algunos importantes focos de actividad que actúan como puntos de atracción, lo que llaman potencias tractoras, pero también hay áreas que parecen condenadas a su suerte. Si es cierto que la unión hace la fuerza, cualquiera diría que se precisan estructuras que irradien más allá de los pequeños núcleos que por sí solos carecen de capacidad para desarrollar proyectos y servicios, algunos de ellos esenciales.
Que Cartagena, la segunda ciudad de la Región, se diferencie notablemente del perfil del resto de poblaciones queda atenuado porque en el seno de esa alianza dispone de un voto entre siete
El papel de proporcionar equilibrio corresponde, en teoría, a las Diputaciones Provinciales, y así lo hacen bien, mal o regular en otras Comunidades, pero en la de Murcia, por su condición uniprovincial, esa institución fue absorbida por la propia Comunidad, una macroestructura con múltiples funciones en que las acciones para la coordinación municipal quedan diluidas, y en la que ha quedado si acaso un resto de lo que en su día fue el Plan de Obras y Servicios.
La comarcalización fallida
La única experiencia de comarcalización se estableció con el inicio de la democracia, pero solo a efectos electorales (de hecho, se regulaba en la ley propiamente dicha, la Electoral) y su diseño resultó un acierto, pues cuadró, muy a gusto de todos, los cinco territorios supramunicipales que mostraban mayor identidad interna por unas u otras razones. Pero como esas circunscripciones resolvían la voluntad de los votantes en graves deficiencias, excesiva suma de ‘restos’ y perjuicio para las minorías, en la coyuntura en que el bipartidismo sufrió mayor debilidad, fueron suprimidas. Se ganó en justicia electoral, pero se perdieron los lazos que amarraban el espíritu comarcal.
Esta asociación no puede disimular su potencia, pues representa a una cuarta parte del conjunto regional, pero los respectivos alcaldes han sido cuidadosos en no alentar confusiones acerca de sus fines
En la novena legislatura hubo un intento de restituir la comarcalización, ya con un carácter político general, en una reforma del Estatuto de Autonomía que no prosperó porque los agentes políticos de la décima eran distintos y del consenso se pasó a las divergencias, incluso sobre la propia validez de la autonomía misma (Vox). Pero la necesidad de una armonización de demandas conjuntas en espacios territoriales más o menos compactos sigue estando vigente sin que pueda acudirse a estructuras administrativas que gestionen esas demandas comunes.
Sobre retocar el modelo territorial nunca más se supo. Tal vez porque al partido en el Gobierno le interesa una relación con los municipios que los considere de uno en uno para evitar fuerzas de bloque, pero tampoco en el renovado liderazgo del PSOE se advierten, al menos en los documentos de las ponencias al congreso de inmediata celebración, intenciones de abordar propuestas ambiciosas en ese capítulo.
Mancomunidades soslayadas
Hay fórmulas intermedias, desde luego, que ya están inventadas, como las mancomunidades, que tal vez serían prácticas en las comarcas con municipios más pequeños, que podrían organizar ‘servicios generales’ que los aliviara de una duplicidad para la que carecen de recursos. Pero no se escuchan voces al respecto ni parece que exista una línea de reivindicación para el futuro. Ni siquiera estas medidas administrativas ya ensayadas en otros lugares parecen tener asiento entre nosotros. Y esto a pesar de que hay municipios en esta Región con menos población e incluso territorio que algunas pedanías de Murcia, Cartagena o Lorca.
Biprovincialidad incierta
La única cuestión que rompe esta monotonía es la provincialidad de Cartagena, que tiene una presencia guadianesca en la política regional, siempre comandada por grupos que no son mayoritarios, pero que los mayoritarios se cuidan muy mucho de rechazar de plano. El principal problema de la biprovincialidad, al modo de ver de muchos, es que se trata de una reivindicación que surge de la capital de la comarca, pero que no enamora a los municipios que debieran ser compañeros de viaje, que no perciben la ventaja de escapar del centralismo murciano para instalarse en el centralismo cartagenero.

Los alcaldes firman la creación de la Asociación de Municipios de la Comarca del Campo de Cartagena y Mar Menor. / Iván Urquízar
Esta desgana exterior al núcleo principal contribuye a sospechar que la fórmula queda lejos, sobre todo si tenemos en cuenta que en el conjunto nacional no parece existir disposición a mover las casillas de las estructuras provinciales, aún más asentadas y, desde luego, mucho más veteranas que las autonómicas. Ni siquiera los nacionalistas catalanes, reacios al protagonismo político de las provincias, han conseguido eliminar sus fronteras.
Asociación de municipios
Pero al margen de soluciones políticas de futuro para las que no existe una voluntad mayoritaria y que requerirían de procesos muy complejos y extendidos en el tiempo, lo cierto es que la natural convergencia de problemas transversales en espacios que, en la práctica, pueden definirse coloquialmente como comarcales, exige una puesta en común para lograr una mayor eficiencia. Así lo han entendido los alcaldes de Campo de Cartagena y Mar Menor, que han buscado una fórmula para establecer sinergias entre ellos, y de ahí surge la asociación de los siete:Cartagena, San Javier, San Pedro del Pinatar, Los Alcázares, Torre Pacheco, Fuente Álamo y La Unión. Una fórmula que no requiere de estructura añadida alguna, en la que nadie es más que nadie, pues se organiza con presidencias rotatorias, que incluye a alcaldes de todo color (aunque por imposición electoral primen los populares) y con la exigencia de que las decisiones sean adoptadas por mayoría.
No solo el cordón del Mar Menor
No cabe duda de que el Mar Menor es un cordón que une a estos municipios y que determina una buena parte de las políticas municipales. En el orden práctico parece lógico que haya posiciones coordinadas antes de que cada localidad vaya por su cuenta. Pero el entorno natural también presenta otras derivadas, como la ampliación de la línea ferroviaria FEVE, que podría extenderse con ramales a los distintos núcleos. Por no hablar de los fondos europeos destinados a distintos programas: la experiencia ha demostrado que es más fácil acceder a ellos cuando los proyectos alcanzan a varios municipios, e incluso todavía es más favorable que desborden las fronteras territoriales.
Desde la clara consciencia de que una actuación conjunta en determinadas cuestiones produce un beneficio mayor para todos que si se abordan con perspectiva particular nace esta asociación municipal que tiene la virtud de constituir un ejemplo a imitar en otras comarcas. El asociacionismo, también el institucional, es prueba de armonización política por encima de diferencias ideológicas, y suele prestar réditos.
Un municipio, un voto
Cuando antes aludía a la existencia de una desestructuración territorial en la Región no eludía a la propia comarca de Cartagena, integrada por municipios de suerte variable. Aunque la condición ribereña de la mayoría de ellos pudiera hacernos creer que se trata de localidades boyantes, no todas están al mismo nivel ni sus arcas municipales aparecen siempre en perfecto estado de revista. Por no hablar de que, en el fondo, son municipios medianos y pequeños, lo que reduce sus estructuras administrativas. Por tanto, el ‘todos a una’ es estrictamente necesario, y resulta una excelente noticia que sus alcaldes así lo hayan entendido. Que Cartagena, la segunda ciudad de la Región, se diferencie notablemente del perfil del resto de poblaciones queda atenuado porque en el seno de esa asociación dispone de un voto entre siete.
Prueba de la complejidad de las estructuras comarcales es la ausencia de Mazarrón de la mesa de los siete. De hecho la patronal cartagenera la incluye en su radio de acción. Se trata de una localidad asociada a ese ámbito, pero también con fuertes vínculos al Bajo Guadalentín, lo que la coloca en una encrucijada con diversos vasos comunicantes. Es probable, sin embargo, que se incorpore a la asociación cuando toquen asuntos que competan a su territorio.
Esta asociación comarcal no puede disimular su potencia, pues representa una cuarta parte del conjunto regional, pero sus promotores, los respectivos alcaldes, han sido especialmente cuidadosos en no alentar confusiones acerca de sus fines ni de presentarla como precursora de futuros ensayos políticos. Ni siquiera quieren colisionar con la Federación de Municipios, un órgano con funciones diferentes al que no pretenden suplantar.
Naturalmente, al margen de las buenas expectativas que la asociación despierta, todo dependerá de la eficacia de su funcionamiento, es decir, en que no quede en una de esas iniciativas que no pasan de la foto inaugural y que responda a los criterios anunciados, para lo cual se requerirá una permanente actuación.
Tal vez vaya llegando la hora de pensar en un proyecto razonable de vertebración regional que restaure un estado de colaboración y consenso. Por algo se empieza.
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