Opinión | Noticias del antropoceno
Quien a hierro mata...
No hay medio de comunicación que arruine más vidas y más carreras profesionales que las modernas redes sociales. Igual que en una borrachera descontrolada, los usuarios de las redes sociales no dudan en subir imágenes y contenidos de los que con el paso de los años se arrepentirán profundamente. Sobre todo cuando se sienten impunes y no tienen la prudencia de borrar el rastro de sus pecadillos de juventud o (lo que es más grave) sus fobias descontroladas contra alguna minoría.
Cualquiera que supere una cierta edad habrá llegado a la convicción de que (al igual que laa células del cuerpo se renuevan completamente al cabo de algunos años) los amores y los odios pueden cambiar profundamente. Con la edad, en principio, los juicios sobre los otros se hacen más moderados y tolerantes, aunque el carácter se agrie y no aguantemos las gilipolleces del que tenemos al lado.
Este es el caso, célebre en estos días, de la española candidata al Oscar de mejor actriz Karla Sofía Gascón. Su pasado xenófobo e islamófobo, expresado mediante publicaciones incendiarias en Twitter, contrasta radicalmente con su intento por pasar como adalid de la ideología de género y ejemplo a imitar para las generaciones amantes del progresismo encarnado en el movimiento LGTBIQ+. El odio a las minorías se ha vuelto contra la actriz trans como un boomerang, o un movimiento de justicia poética, como queramos definirlo. El tránsito de la candidatura al Oscar hasta el infierno de la cancelación no debe haber sido plato de gusto para nuestra denostada compatriota.
Y no es que no se lo merezca (por imprudente y perezosa) pero aun así, me produce escalofríos la capacidad de odiar que evidencian los usuarios anónimos de esta red social, cuyo multimillonario propietario la emplea para desviar los odios del populacho de él mismo y de sus colegas (los barones ladrones de esta lamentable etapa de la oligocracia estadounidense) deberían estar atrayendo con su asalto a la ley y al Estado de derecho.
El fascismo siempre se ha alimentado del odio. Solo hay que recordar la semana del odio en la distopía orwelliana. Ahora el odio no lo fomenta el Estado, para eso están los oligarcas como Elon Musk. Que la víctima sea una representante egregia de la ideología de género es una espléndida noticia para este personaje. Mientras que se den palos entre sí, no se meterán con él y su cuadrilla.
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