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El cine critica en los Premios Goya

Los actores y actrices que hacen posible nuestro cine no son una panda de pijos que se divierten haciendo crítica social en sus películas subvencionadas, sino un elenco de trabajadores que miran más allá de si mismos

Foto de familia de los ganadores de la 39 edición de los Premios Goya de la Academia de Cine.

Foto de familia de los ganadores de la 39 edición de los Premios Goya de la Academia de Cine. / Miguel Ángel Molina/EFE

La Academia celebra cada año, y ya van 39, la calidad del cine español con la entrega de los Premios Goya a los mejores profesionales en cada una de las especialidades técnicas y creativas. Amén de la loable tarea de rendir homenaje a un pintor que, con maestría, fue capaz de capturar la emoción y la prisa plasmándolas en sus lienzos, anticipando así el espíritu y la esencia del cine mucho antes de que este existiera. En esta edición de 2025 ha sido El 47 la cinta que más premios ha recibido. Un drama social en el que se desmonta la mentira a través de un movimiento vecinal, de nuevo la lucha de la clase obrera demostrando que los desajustes sociales se pueden sobrellevar con la unión y la revolución pacífica. Hasta aquí, todo genial. Nos quitamos el sombrero ante cada obra que pretende la transformación social hacia un mundo más justo y que, además, apele a la conciencia humana.

Cómo viene siendo tradición desde aquel «No a la guerra», en la gala se realiza un trabajo y análisis político que tal vez no corresponda hacerse en un teatro y sí en un hemiciclo dónde, con demasiada frecuencia, se pasa de largo por los problemas reales que nos sacuden.

Como siempre, la cultura plantando cara a la política en una noche donde se debería hablar del activismo para subvencionar escuelas técnicas, de los sueldos y el estado en los contratos de los técnicos de sonido o montaje, de que solo un escaso 2% de los actores y actrices pueden ganarse la vida actuando y de que tan solo un 6,9% de la población asiste al cine con asiduidad. De la inclusión en la industria de personas con discapacidad o la visibilidad de las actrices, que es de un 30% frente al 70% de los actores, adaptan un argumento tan necesario para el premio a un guion que nos concierne a todos.

Pero el deporte nacional es criticar por criticar, y la audiencia es soberana: problemas de sonido en la retransmisión, gala demasiado larga... Pues les diré algo: debe ser complicado, en mitad de un debate sobre como encarar un discurso de odio, volver a parar los pies de los lanzadores de ‘fake news’, respondiendo con datos precisos y elegancia a todos esos que se mofan de la cultura. Creo firmemente que los actores y actrices que hacen posible nuestro cine no son una panda de pijos que se divierten haciendo crítica social en sus películas subvencionadas, sino un elenco de trabajadores que, aún siendo unos privilegiados, miran más allá de si mismos, mostrándose subversivos y rebeldes modelos de identidades que refuerzan la cohesión de un mundo más justo.

Pensaba marcarme una crítica algo perniciosa sobre las «proclamas de los trabajadores de la cultura cuya opinión vale lo mismo que la del resto», pero si la suya remueve la conciencia de los que deberían tomárselo en serio, doy por buena cada palabra.

«No puedo evitar sentir que no hay belleza sin esperanza, lucha sin conquista», Luis Buñuel.

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