Opinión | Punto de vista

José Antonio Sánchez Morales 'Pencho'

Cuando lo etéreo no es suficiente

Cascotes del muro derribado de la Cárcel Vieja de Murcia.

Cascotes del muro derribado de la Cárcel Vieja de Murcia. / Israel Sánchez

Toda una señora con aires de gran artista, siendo yo niño, aparecía por mi casa de vez en cuando y estaba un rato de conversación con mis padres. Una escena que, durante mucho tiempo, me resultaba inexplicable. A cuento de qué aquella inaudita señora, que venía de Lorca, pasaba por mi casa de Murcia y luego se iba. ¿De dónde venía? O ¿a dónde iba? Eran preguntas que mi padre, también de Lorca, se resistía a responder.

Hasta que un día mi padre no tuvo más remedio que dar explicaciones. Iba y venía de la cárcel, que estaba a escasos cien metros de mi casa. Iba y venía de ver a su marido preso por cuestiones políticas. Un recalcitrante comunista llamado Atanasio López Pascual, que mucho después supe que también era poeta y el gran compañero de ese otro enorme poeta que fue Eliodoro Puche.

En los ochenta, veinte años más tarde, para hacer la práctica de un curso de doctorado sobre los tratados de arquitectura, impartido, cómo no, por Joaquín Arnau Amo, pensé en buscar los vínculos de la misma cárcel con el trabajo de Jean Nicolas Louis Durand. Y no recuerdo cómo, pero un día lejano, con una enorme llave en mano entramos a esa cárcel que ya llevaba un tiempo cerrada. Dentro no había nada ni nadie. Solo había un dolor espeso y profundo que impregnaba los muros más que el polvo y que incluso aún podía respirarse.

Estratos

Ya en 2008, otros veinte años después, aquel Consejero tan global montó una magna exposición llamada Estratos, que comisariada por Nicolas Bourriaud se ofrecía simultáneamente en diferentes y selectos espacios de la ciudad. En uno de ellos, el Museo Arqueológico de Alfonso X, el artista Mark Dion presentaba Restoring Authority, una instalación en la que se propuso reproducir fidedignamente una de las celdas de la misma cárcel, y lo hizo tan literalmente que se llevó al museo el mismo dolor que yo ya había sentido en la original. Aquella instalación terminó siendo uno de los estratos más elogiados y a mí me pareció que daba una buena pista de cómo responder a un clamor local, por aquella época ya de manifiesto, que reivindicaba la conveniencia de hacer algo con la cárcel en su conjunto.

Pondría una mesa grande en algún sitio tranquilo e iría juntando, sin prisas, a esas mentes creativas apartadas para ir preguntando cómo podríamos seguir

Murcia es un término con varios significados, si nos atenemos al municipal hablamos de un sistema que aglutina a casi medio millón de personas, que no son pocas. Entre ellas creo que se puede reconocer un número importante de mentes significativamente creativas, pero todas ellas vienen siendo gobernadas por un selectivo en el que la creatividad no brilla

El pliego

Avanzamos otra década, 2018, y nuestro gobierno local convoca, por fin, un concurso para la rehabilitación de la Cárcel Vieja de Murcia. Yo recuerdo empezar a leer el Pliego con entusiasmo, pero conforme iba conociendo las condiciones que se exigían para participar, se podía ir presagiando lo que después ocurriría. Aquel Pliego, elaborado por el selectivo, apartaba toda posibilidad de especulación creativa que indagara en soluciones inteligentes para abrirde nuevo aquella cárcel a la ciudad en el ahora. Con tristeza dejé pasar el concurso.

Vino luego la exposición de las propuestas en el COAMU que confirmaba, con más intensidad si cabe, mis presagios. Solo una propuesta arrinconada que sugería algo parecido a una naturalización del inmueble me pareció interesante, referenciable. De la ganadora, resultado de una carambola del destino, el propio jurado dejo dicho: contenida y creíble en cuanto a las soluciones constructivas tanto en ejecución como en mantenimiento. No creo que un jurado, para tomar una decisión sobre algo tan sensible, pueda escoger un motivo más espúreo. Un problema de enorme complejidad cultural se resolvía con una metáfora, muros etéreos, y una solución «muy práctica».

Habría sido el momento de parar y retroceder, pero aquel gobierno pensó que con loetéreo bastaría.

El muro

Y saltamos al ahora, nos ahorraremos valorar la fase 1 ya ejecutada, justo cuando la materialidad del muro que perimetra el recinto está por los suelos. Justo antes de que esa enorme cantidad de residuos sólidos se volatilice, justo cuando el muro estaría en un estado de substanciación, en el tránsito de su dramática arrogancia carcelaria hacia la amabilidad de una experiencia etérea y transitable.

La memoria aquí me juega una mala pasada, y me devuelve a aquel Estratos de 2008, cuando otra artista, Lara Almarcegui, reunió todo los residuos de un edificio próximo a las Cuatro Esquinas en una icónica montaña. Aquello no dejó a nadie indiferente. Y en aquel mismo impacto estamos hoy. No hay metáfora, hay la presencia manifiesta de una acción demoledora profunda, extensa, histórica.

Soy consciente de que es un delirio, pero si de mí dependiera, justo en este momento lo pararía todo, pondría una mesa grande en algún sitio tranquilo e iría juntando, sin prisas, a esas mentes creativas apartadas, para ir preguntando cómo podríamos seguir.

Acabo de pasar por la cárcel para hacer la foto que acompaña este artículo. Ahí está la montaña, difícil de ver, pero aún está. También una exposición de Carlitos Alcaraz, nuestro gran héroe, nuestro modelo, nuestro estandarte. Un buen adelanto de lo que la cárcel dejará de ser y será.

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