Opinión | El que avisa no es traidor
El Rex y la Cárcel: una ciudad con alzhéimer
La lista de construcciones tradicionales perdidas, esas que la farfolla imperante llamaría «emblemáticas» o «míticas», sería verdaderamente extensa, si no incalculable

El Cine Rex de Murcia. / L.O.
Cualquiera diría que a estas alturas del partido, es decir, del siglo XXI, no hemos aprendido nada de nada. Por lo menos en lo tocante a conservación del patrimonio arquitectónico y urbanístico de Murcia. Puede resultar exagerado este punto de vista. Más extremo es que sigan pasando cosas como las del Cine Rex o la Cárcel provincial, después de las innumerables veces que quienes saben de la materia han hecho ver que la ciudad pierde valores, carácter, memoria y singularidad con cada edificio histórico que se pierde o que se altera esperpéntica y/o arbitrariamente.
La lista de construcciones tradicionales perdidas, esas que la farfolla imperante llamaría «emblemáticas» o «míticas», sería verdaderamente extensa, si no incalculable: desde los años 50 del siglo pasado se ha producido una destrucción sistemática del entorno urbano, solo explicable por la avaricia de la especulación inmobiliaria combinada con la permisividad de las autoridades locales y la falta de respeto general por el acervo cultural común a todos los ciudadanos. Desde hace tres décadas, el caballo de Atila también trota por la huerta.
Arquitectos, urbanistas o paisajistas encabezan un sentir que tienen todos aquellos con mínimo de sentido común que vienen contemplando como, con el paso del tiempo, han ido cayendo uno tras otro edificios, calles y jardines característicos de la ciudad y, con ello, ésta ha ido perdiendo poco a poco sus elementos distintivos y característicos. Podría decirse que el efecto dominó es el trazo distintivo de la planificación urbanística en la que presume de ser desde hace tiempo la séptima ciudad española.
El resultado es una capital de provincia, nunca mejor dicho, con alzhéimer galopante, plagada de marmolillo y cristal reflectante, aluminio y persianas metálicas, hamburgueserías, pizzerías, ‘coffee’ y ‘barber shops’, ‘ramens’ y chinos mientras los gobernantes alientan el espíritu identitario con maniobras nostálgicas basadas en fotos «antiguas» y aniversarios tergiversadores de un pasado más o menos lejano cuyos vestigios se han destruido a conciencia por acción u omisión. El eslogan debería cambiar: Murcia, ¡Qué hermosa fuiste! Si es que alguien se acuerda. Próxima parada: Palacio Almodóvar.
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