Opinión | Cartagena D.F.

La inmersión de futuro de Cartagena en Fitur

Somos el único lugar que puede propagar a los cuatro vientos que es la cuna del inventor del primer sumergible de propulsión eléctrica de la historia

La alcaldesa de Cartagena, Noelia Arroyo (en el centro), presenta en Fitur el proyecto ‘Cartagena, Ciudad de Submarinos’.

La alcaldesa de Cartagena, Noelia Arroyo (en el centro), presenta en Fitur el proyecto ‘Cartagena, Ciudad de Submarinos’. / Felipe G. Pagán/Ayto. Cartagena

Nuestra querida Cartagena se ha presentado en la Feria Internacional del Turismo (Fitur) de este año como la «Ciudad de submarinos». La iniciativa no solo se antoja excelente, sino que sorprende que haya tenido que pasar más de siglo y cuarto desde que fue botado el que inventó nuestro paisano Isaac Peral para que nos decidamos a sacar pecho, presumir y apostar por algo que nos hace realmente singulares en este mundo cada vez más globalizado.

Somos especialistas en presumir de nuestras bondades, nuestras múltiples riquezas y tesoros y nuestro potencial. Quizá el problema sea, precisamente, esto último, que gastamos mucho tiempo desglosando nuestras enormes posibilidades, pero nos cuesta horrores desarrollarlas y plasmarlas en proyectos concretos. ¿Hasta qué punto esto se debe a nuestra desidia, abandono y desinterés o a la falta de una apuesta real de las administraciones por sacar a flote el inmenso patrimonio que hemos dejado hundirse y que, ahora, nos toca rescatar?

Nuestros submarinos son un reclamo turístico de primer orden. La escena de uno de estos sumergibles zarpando o atracando en el puerto a su salida o entrada se puede ver en pocas ciudades del mundo. Aún menos son las que pueden presumir de disponer de una base de submarinos y de un museo dedicado al arma submarina. Si a esto le sumamos que somos el único lugar que puede propagar a los cuatro vientos que es la cuna del inventor del primer sumergible de propulsión eléctrica de la historia, lo incomprensible es que no hayamos construido el eje de nuestro atractivo turístico con estas naves como referencia, aderezándolo con todo el patrimonio arquitectónico de defensa, recuperado y reutilizado solo en la parte que ha sabido poner en valor la Universidad Politécnica y poco más.

Cartagena ocupa un puesto privilegiado en la historia naval de este país. La profesionalización de las Fuerzas Armadas ha mermado esa influencia militar y ha obligado a nuestro municipio a potenciar otros sectores, como el industrial, el comercial y, desde luego, el turístico. Pese a todo, recuerdo haber escrito en varias ocasiones que, si la Armada fuera una empresa, seguiría siendo de calle la que dispone de más personal, más infraestructuras y más medios, por encima, incluso, de las grandes compañías con grandes complejos industriales. Dicho de otra manera, eso de que existe un gran vínculo entre Defensa y nuestra ciudad no es solo cosa del pasado, sino que es una realidad más que palpable hoy en día, aunque tal vez no hayamos sabido sacarle todo el partido que supone.

Soy plenamente consciente de que todo lo relacionado con las Fuerzas Armadas requiere de concienzudas medidas de seguridad. Sin embargo, la Armada pone tal esmero en el cuidado de sus inmuebles que poseemos lugares de un indiscutible interés excelentemente conservados en pleno centro de la ciudad. A las ya citadas instalaciones recuperadas por la UPCT, podemos sumar el edificio de Capitanía General, residencia del almirante, y todo el complejo del Arsenal, repleto de rincones que seguro que ocultan múltiples historias curiosas y llamativas. Sé que se han organizado visitas guiadas puntuales abiertas al público para conocer estos inmuebles y admirar sus salones y naves, pero no disponemos de una ruta estable para disfrutarlos, tanto nosotros mismos como los que nos visitan, durante todo el año. Puede que sea complejo garantizar esa necesaria seguridad en estos espacios, pero complejo no quiere decir imposible, y quién sabe si con la inversión y la organización precisas pudiéramos explotar mejor estos recursos.

Respecto a los submarinos, lo cierto es que ya los hemos usado como reclamo turístico. De hecho, una réplica del invento de Peral da la bienvenida a quienes llegan a Cartagena desde hace algunos años, otra que simulaba emerger de la tierra se exhibió el año pasado en Madrid, por no hablar del original, que exhibíamos en el Paseo de Alfonso XII y que, ahora, reina en la sala dedicada a nuestro ilustre paisano en las naves del antiguo CIM. Además, parece cada vez más cerca la apertura de su casa-museo, repleta de documentación y material de inmenso valor histórico, gran parte de él, recopilado y cedido por un amante de la historia naval, muy especialmente, de la submarina.

Anunciamos también la musealización del Tonina para que se pueda visitar por dentro, aunque empieza a convertirse en uno de esos proyectos eternos que no sabemos si serán realidad algún día. Lo del Tonina llevamos planeándolo desde que lo dimos de baja hace 20 años. Ya toca, porque, además, en Torrevieja hace años que nos llevan la delantera. Ellos se dieron bastante más prisa.

Más nos vale que soltemos todo el lastre y emprendamos la ascensión a superficie de toda nuestra capacidad turística con los submarinos como gran referencia o acabaremos con una vía de agua en la sala de máquinas y protagonizando el naufragio de otra gran oportunidad perdida. 

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